Mi lugar seguro

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El sonido de la vibración de mi teléfono me despierta de golpe. Veo de reojo la hora y me doy cuenta que son las 12:34 de la mañana. ¿Quién me necesitaría a esta hora? ¿Será acaso una broma? Pero cuando veo el nombre de la persona que me llama, hasta el sueño se me va.

—¿Hola? —saludo con la voz más ronca y adormilada de la vida. Rayos, estoy comenzando a sudar y mi corazón se me ha acelerado. ¿Qué estará pasando?

Sin embargo no escucho ninguna contestación sólo unos sollozos.

—Amy, ¿puedo entrar al cuarto? ¿La ventana tiene seguro? —Sus lágrimas atraviesan el teléfono y yo no puedo evitar sentir una punzada en el corazón. ¿Qué te sucede Adrian? Yo... es que no me gusta que llore, siento tanta empatía por él. Simplemente me duele.

—Está abierto, puedes entrar. —Y sin pasar ni un segundo, me doy cuenta como una sombra se escabulle entre la ventana hasta acercarse a mí.

Las lágrimas de Adrian tienen un destello gracias a la luna. Yo sabía que algo malo le había pasado, mi tonto sexto sentido lo volvió a lograr. Pero cuando estoy a punto de decir algo él se sienta en el suelo recargando su espalda en la cama. No puedo evitar hacer lo mismo y ocurre algo que me acelera el corazón, Adrian se afianza a mi pecho y esconde el rostro en mi cuello. El pobre sigue llorando provocando que mi playera se moje.

—Hey, ¿qué pasó cariño? —pregunto mientras acaricio su cabello, ese cabello rubio que antes era mío.

Sin embargo, Adrian no dice nada, solo sigue sollozando y me abraza con mas fuerza. Creo que el pobre no ha parado de llorar. Ay no, de verdad espero que no haya sido algo tan malo.

Pero dejo que se desahogue, dejo que llore un mar de lágrimas y yo... yo simplemente lo dejo hacerlo. Tiene que liberar todo su dolor. Claro que eso provoca que me ponga más nerviosa y preocupada por él. Y sin saber muy bien cómo, desde mi ángulo y gracias a la poca luz que entra por mi ventana, veo un golpe en su rostro.

—¿Quién te lastimó Adrian? —cuestiono mientras le pongo la mano en la mejilla que tiene inflamada.

Adrian esconde su rostro entre sus manos y escucho como se queja de dolor. Por favor Adrian, dime qué te pasa. Sin embargo no sale nada entendible de sus labios, solo sollozos y quejidos.

Y después de lo que sentí como una eternidad, él suelta sus primeras palabras.

—Intentaron asaltarme... me quitaron un poco de dinero pero también me golpearon la cara —balbucea entre sollozos y muchas lágrimas—. Por eso ya no vine, no quería preocuparte.

La angustia recorre todo mi ser. Pobre Adrian, cuánto miedo no habrá sentido. Ahora sin duda entiendo por qué está tan acongójado. Así que lo miro y le regalo una sonrisa.

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