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Han-Jae despertó con el peor dolor de cabeza que había tenido en meses. Gruñó molesto mientras pasaba sus manos por sus sienes tratando de apaciguar las dolorosas punzadas.

—Maldito Byung-Ho, te voy a echar a patadas en medio de la nieve.

La idea de beber había sido de su mejor amigo. El detective quería recordar aquellos días universitarios cuando eran jóvenes e idiotas, y al parecer había dado resultado. No tenía una resaca tan horrible desde su primer año universitario.

Lentamente caminó a la habitación de invitados encontrándola vacía, después fue a la ducha esperando no encontrar a su amigo inconsciente. Por suerte no estaba ahí, solo quedaba la sala. Y como sospechaba, Byung-Ho estaba en el sofá acurrucado con una manta enredada entre sus piernas.

Si no estuviese de tan mal humor habría sentido lastima por lo que estaba a punto de hacer. Abrió la puerta principal y tomó una pequeña cantidad de nieve en su mano, posteriormente levantó la camiseta de Byung-Ho y se la esparció por el abdomen.

En menos de un segundo abrió los ojos en grande y se removió cayendo al piso con un ruido sordo.

—¡Qué frio, demonios! —gritó a duras penas antes de agarrarse la cabeza con dolor—¡Mierda! Dame una pastilla, ¿quieres? —Han-Jae se frotó la mano helada y bufó.

—Maldigo el momento en que acepté beber contigo. Vete a la ducha, calentaré sopa.

—Si, mamá.

Byung-Ho se tambaleó hacia el baño maldiciendo entre dientes. Han-Jae fue a la cocina y sacó la sopa del congelador para hacer el desayuno. Mientras se calentaba tomó un analgésico y buscó su celular para darle los buenos días a Young-Soo.

Al abrir la bandeja de mensajes vio algo raro. Había registrada una videollamada. Vio los detalles y le pareció aún más extraño ver que esta había durado veinte minutos y había sido en la madrugada, específicamente a las tres de la mañana de ese día.

—No pude haberlo llamado... —negó ansioso— ¿o sí?

Trató de recordar, pero su cerebro había borrado todos los recuerdos de la noche anterior. Lo único en su memoria era estar en la sala con Byung-Ho, luego despertó en la cama.

Con dedos temblorosos presionó el botón de llamar y esperó a que contestase.

—Hola, cariño. ¿Amaneciste bien? —fue lo primero que escuchó de parte de su pareja.

—Hola, dulzura. Si, estoy bien. —que preguntase si había amanecido bien casi confirmaba sus sospechas. Decidió ir al grano de una vez— Oye, ¿te llamé en la madrugada?

—¿No recuerdas? Vaya, eso me decepciona un poco —murmuró con desilusión. Han-Jae gimió arrepentido.

—Lo siento, no pretendía molestarte a esa hora. ¿Dije algo inapropiado o estúpido?

—Bueno... —Young-Soo alargó la palabra como si dudase en responder. Se mordió los labios con inquietud esperando que respondiese— Debes recordar por ti mismo.

—Dios, mi lengua se suelta cuando estoy borracho. Lo siento.

—Creo que primero deberías recordar que fue lo que me dijiste antes de pedir perdón. No fue nada malo, más bien fue tierno. Es la única pista que te daré.

¿Algo tierno? Él solía decirle muchas cosas tiernas y bonitas a diario.

—Debo irme, saldré a hacer compras. Te quiero.

—También te quiero, ve con cuidado.

Apenas la llamada se cortó, la frente de Han-Jae impactó contra la mesa de la cocina. Un largo y lastimero sonido salió de sus labios mientras se agarraba el cabello con frustración.

Zero O' Clock | Novela BLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora