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He dejado un aviso importante antes, por favor léanlo.


—Lo sentimos señor Myung, puede pasar por su indemnización en la oficina de secretaría. 

Han-Jae asintió sin decir palabra alguna y salió de la oficina del director sin siquiera despedirse. Era la segunda escuela por la que pasaba en los últimos tres meses y de nuevo había sido despedido por el mismo motivo: su presencia intimidante.

Myung Han-Jae era un maestro de matemáticas de veinticuatro años, había crecido con un padre alcohólico que lo ignoraba y su madre los había abandonado cuando era un niño de ocho años. 

Han-Jae había sido un muchacho rebelde y con mal carácter en la escuela, pero tenía buenas notas así que nunca pudieron expulsarlo.

Su padre había muerto de una intoxicación por alcohol cuando él estaba por graduarse y aunque le dolió su muerte, lo incentivó a no ser como él y tener un trabajo estable para vivir una mejor vida. Por ese motivo decidió convertirse en profesor. El problema ahora estaba en él.

Han-Jae medía un metro con ochenta y siete centímetros y pesaba casi ochenta kilogramos, tenía cabello castaño, apenas sonreía y era muy directo al hablar, sin embargo, no era mala persona. Por desgracia los alumnos se sentían amenazados por él cuando Han-Jae los regañaba y pedía su atención a la clase. Varias madres habían ido a quejarse porque sus "retoños" no querían asistir a las clases pues el profesor les daba miedo.

Por ese motivo ahora salía de su segunda escuela con una caja con sus cosas y dinero de su indemnización. Tendría que buscar otro trabajo de inmediato al llegar a casa. 

Lo único bueno que su padre le había dejado fue la casa, era completamente suya, así que solo hicieron falta unos cuantos arreglos y mucha limpieza. Al llegar tiró la caja al sofá y encendió la laptop para buscar alguna escuela que necesitase un profesor de matemática, ojalá con alumnos no tan sensibles. Dejó su currículo en línea, cerró la computadora y se cambió de ropa decidido a salir a correr un rato para olvidar el mal día que estaba teniendo.

No era su culpa ser así, a veces practicaba sus sonrisas frente al espejo, pero solo salían muecas tensas que lo hacían ver más enfadado que feliz. ¿Cómo se podía sonreír si nunca en tu vida has tenido motivos para hacerlo? Apenas tuvo amistades pasajeras en la secundaria y universidad, exceptuando a su mejor amigo Lee Byung-Ho pero él trabajaba como policía así que apenas se veían.

—Mi vida es patética, —se lamentaba— pero al menos no soy un borracho.

Luego de una hora de ejercicio y la cabeza despejada volvió y se dio una ducha. Por curiosidad revisó su correo electrónico sorprendido de tener un mensaje.

Buenas tardes, señor Myung.

Soy Kim Eun-sung, probablemente me recuerdas ¿no? me sentiría muy triste si no es así. Acabo de ver tu currículo solicitando empleo como profesor de matemáticas, por eso me gustaría tener una entrevista contigo. Si es así por favor contáctame lo antes posible, nos vemos.

Por supuesto que recordaba al hombre, era el director de su antigua secundaria. 

Aquella escuela era pública, solo para hombres y conocida por aceptar alumnos con problemas familiares o problemáticos que ya no querían en ningún otro lugar. Han-Jae había terminado ahí solo porque no debían pagar nada de matrícula, pero tuvo que hacerse un lugar a base de peleas para no ser intimidado y por algún motivo empezaron a correr rumores de que era el hijo de un mafioso y que peleaba con alumnos de escuelas vecinas. 

Si, se había metido en varias peleas, pero solo con alumnos de la propia escuela.

El director era un hombre en sus cincuenta y tantos años que comía dulces a escondidas de su esposa (que también era su secretaria) y creía que el cariño y el amor podían hacer maravillas. Mas de una vez había sido mandado ahí, y de hecho una vez su castigo fue comerse los espárragos que su esposa había hecho de ensalada y que él detestaba. No tenía ni idea como había logrado ser director de aquella escuela.

Zero O' Clock | Novela BLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora