Viernes

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Una radiante luz de ámbar tonalidad entraba cuan bandida por mi ventana, alumbrando mi rostro somnoliento y al mismo tiempo obligándome a levantarme. Me sentí "acosado" por esa alegre luz, a la cual poco o nada le interesó que tuviese una cortina para contrarrestar su intensidad. Era un viernes mañanero, ambientado por la orquesta de sonidos callejeros. Carros, vendedores, música, etcétera. Además, para mi sorpresa, el clima no era tan hórrido como ayer lo fue. Se sentía cálido, pero no al punto de hacerte sudar. Era uno de esos días en los que la felicidad podía presentirse. Con un muy ligero dolor en mi cintura, decidí comenzar mi típica pandiculación. Mientras realizaba esta sencilla acción, me di cuenta de algo que encendió esa pequeña llama de amor en mi corazón. Pico, mi novio, permanecía acostado ¡Junto a mí! ¡En la misma cama! Intenté con todas mis fuerzas no gritar como un idiota ante ese detalle. Amaba las veces en las que movía cielo, mar y tierra para poder estar conmigo al menos una noche, y despertar al día siguiente. En diversas ocasiones sentía que no era merecedor de todos estos actos tan atentos.

Sus cabellos, ahora más alborotados, cubrían levemente su angelical rostro. Sus pecas parecían estrellas cuando por un momento permití que la luz solar indagara en mi habitación. Sabía que Pico no se despertaría con cosas tan banales como esas, así que no tenía de qué preocuparme. Acaricié su cabello y con todo el amor que podía entregarle, planté un casto beso sobre sus labios semiabiertos. Centrándome en esa escena de toques románticos cuan novela juvenil, me percaté de un detalle casi minúsculo para el ojo ajeno. Era una marca en su cuello. O más bien, un chupetón que YO le había hecho durante nuestro "Momento privado" de anoche.

Fui incapaz de contener mi sonrojo al recordar con lujo de detalle aquellas escenas nocturnas, armonizadas por jadeos, gemidos y canciones que ambos elegimos en una playlist. ¡Hasta a la luna le dio vergüenza! Porque en toda la noche, no salió. En fin, dejando de lado el hecho de que somos unos calenturientos, decidí concentrarme en otra cosa para que nada pasara a mayores. Me levanté de la cama y con sigilo me encaminé hasta la cocina. Hoy le haría el desayuno, a parte mi primera clase comenzaba a las 10 y apenas eran las 8:30. Tenía el suficiente tiempo para recibir a mi futuro esposo con el desayuno listo, arreglarme, colocar orden entre mis cosas y llegar puntual a la universidad.

Preparé todos mis utensilios de cocina para comenzar a trabajar, pensando en lo bien que este día había dado inicio. — Nada mejor que un viernes así de bonito. Con este tipo de días hasta da gusto vivir. —Murmuré al mismo tiempo en que preparaba la cafetera. A diferencia de su servidor, a Pico le encantaba el café. Había comprado esa cafetera sólo para hacerle un desayuno que le gustara. Ni siquiera la utilizaba para mí, por lo que al ocuparla, debía quitarle cualquier resto de polvo o suciedad que ésta tuviese con agua y jabón.

Tarareaba alegremente una canción que hace no mucho se me había pegado, aunque hasta el día de hoy no conozca su nombre. Había escuchado a un violonchelista del salón de al lado tocándola, y si bien el aprenderme melodías de forma aleatoria es mi pasión, quisiera saber el nombre de esa en específico. Quizá en el descanso de hoy le pregunte -no obstante, lo más seguro es que lo saque de onda al ser un completo extraño para él ¡O quién sabe! -

¡Hablando de la universidad y sus integrantes tan diversos! ¡Hoy voy a "Salir del closet" con mis amigos! Me sentí entusiasmado como nunca en mi vida. Ese pensamiento me dio aún más energía para preparar el desayuno que tenía en mente y de paso despertar a Pico. Dejé que el huevo se cociera a fuego lento mientras corría hasta mi habitación, esperando que ese hombre al que tanto amaba aún estuviese dormido. Y para mi suerte sí lo estaba. Me dirige con sigilo hasta él, murmurando junto a su oído. —Amor, oye, levántate. Ya van a ser las 9 de la mañana y te extraño mucho. Estoy haciendo el desayuno para que hoy tengas un gran día.

Can you kiss me more?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora