Can you kiss me more?

Catarsis

 —S...Sí, pero, vayamos a otro lugar. No me siento cómodo aquí. —Y esto no era mentira. Pude sentir por un momento como las cortantes miradas de varios transeúntes se posaban sobre nosotros, tal cual lo haría una brigada de paparazis que encontró a una celebridad desprevenida. Pico asintió con caballerosidad, y sin darle demasiada importancia tomó mi mano de forma sutil. Quién diría que después de todo los papeles se habían invertido. Ahora el temeroso era yo, y el valiente príncipe era Pico. Aunque tal vez siempre fue así y nunca quise verlo desde esa perspectiva.

Me sentía decepcionado de mí mismo, de mis acciones y de mis sentimientos. Me estaba ahogando en un vaso de agua, y aquellas peroratas no hacían más que sólo atormentarme, carcomiendo mi pecho como si de pequeños gusanitos se tratase. Siempre he sido una persona muy ansiosa y, gracias a la influencia de mis padres, perfeccionista. Nunca me ha gustado que mis planes se vean frustrados, aún si esto es provocado por una fuerza externa. Y me frustra todavía más el hecho de que por más mínimo que sea mi error, mi mente se quedé estancada en ese desliz. Esto es muy común durante mis clases de música. Pero una cosa son mis clases, y otra muy distinta es la vida cotidiana.

Y sin embargo, reacciono de maneras similares a ciertas circunstancias que quizá para muchos no tengan conexión entre sí.

Mi situación actual es un claro ejemplo de ello. En cuanto Honey me rechazó, muy a pesar de que Diter estuviese otorgándome su apoyo incondicional, era incapaz de pensar en otra cosa que no fuese Honey y su inmenso odio hacia mí. Les tomaba mayor importancia a los eventos desafortunados. Mi mente estaba tan cansada que no podía ver el lado bueno de la situación. Porque para mí, no lo había. "¿Amelia reaccionaría de la misma forma?" Pensé, saliendo de mi trance por un instante para ubicarme espacialmente. Ahora nos encontrábamos a unas calles del restaurante en donde laburaba casi toda la semana.

Sentía que, muy a pesar de todo, Amelia tomaría la misma posición que Honey una vez le confesara mi relación con Pico. No le veía un final feliz a esta historia. Además, soy un muchacho raro el cual ni siquiera es originario de Newgrounds. Un muchacho que hace no mucho tiempo comenzó a tener relevancia en el mundo del rap y la música en concreto. Estaba imaginando una especie de efecto dominó que, tarde o temprano, me llevaría a la ruina.

Necesitaba despejarme.

Pico tomó asiento en una estrecha banca enfrente de un local, para justo después hacerme un ademán, indicando que me sentase a su lado. Y así lo hice, me dirigí hasta la banca y me dejé caer mientras secaba los escasos restos de lágrimas que aún permanecían en mis mejillas. Seguí abrazando mi mochila, esperando a que mi novio retomara el punto clave de la conversación.

—Keith, es en serio. ¿Qué pasó? Tu no eres de las personas que lloran por cualquier cosita. ¿Quién fue el maldito bastardo que te hizo llorar? —Declamó con furor, evitando levantar la voz para no crear escándalo. Suspiré bastante desanimado, llenado mis pulmones de aire como si fuese un trompetista o algo similar. No quería responderle, y ustedes ya saben el por qué.

—Bueno... —Analicé a detalle la frase que estaba a punto de recitar, pensando en utilizar un eufemismo para suavizar el asunto. Lo último que deseaba era llenarlo de preocupación. — Tiene que ver con la idea que tuve de decirles a mis amigos que era gay y que tenía novio... ¡P...Pero antes de contarte mi historia larguísima! ¿Q...Qué tal si me cuentas cómo te fue a ti? —Sonreí con la poca felicidad que me restaba, sintiendo como mis músculos faciales luchaban por mantener aquel gesto fingido.

Pico suspiró hastiado, aceptando mi petición casi al instante. —Pues creo que me fue bien. Darnell y Nene lo tomaron muy bien. Incluso me preguntaron por ti y dijeron que te llevase un día para comer juntos. —Una pequeña risilla salió de entre sus labios, recordando -supongo yo- la escena que me había descrito de manera muy superficial.