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Imperio Japonés tenía un tutor y/o entrenador llamado Dai Nippon Teikoku (Gran Imperio del Japón)

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Imperio Japonés tenía un tutor y/o entrenador llamado Dai Nippon Teikoku (Gran Imperio del Japón).

Éste hombre hacía entrenar de maneras muy duras y crueles a Imperio Japonés, el cual acababa desmayado o muy malherido, sin siquiera sentir sus extremidades.































































































































































El japonés se encontraba ya exhausto, su pecho subía y bajaba con rapidez. La respiración era lo que más le faltaba en esos momentos, pues había pasado horas entrenando sin un mínimo descanso de por medio. Todo su cuerpo le dolía, especialmente sus brazos y piernas, aunque también su nariz por los ejercicios de aguante de respiración bajo el agua.─567... 568... 5... 569...─sus palabras ya nisiquiera salían, se sentía mareado.

No pudo aguantarlo, su cuerpo cayó finalmente en el cesped algo húmedo (había llovido el día anterior). Fue allí que se acercó su tutor de nombre Dai, con sembleante serio y sin importarle mucho si el joven que estaba a su cargo se encontraba minimamente vivo.─¿Ya te cansaste? Eres un inútil, nisiquiera llegaste a las 600. Yo a tu edad podía hacer 1000 en cuestión de minutos.─le dijo, tan sólo mirándolo desde arriba. Imperio Japonés lo miró de reojo, tratando de recuperarse rápidamente, pero era algo muy difícil.─Mírame cuando te hablo.─Dai movió al menor con su pie, haciendo que se voltee y que ahora quede su espalda en el cesped.

Yo no soy tú.─le respondió Imperio Japonés, con una mano sobre su pecho, practicando una técnica para relajarse.─Lo sé, y ese es el peor error de la naturaleza.─dijo el mayor sin más, volteandose.─Tienes cinco minutos para recuperarte, iremos al desierto para que entrenes tu velocidad.─comenzó a dar unos pasos firmes, con sus brazos tras su espalda.

Imperio Japonés se sentó en su lugar, frunciendo suavemente el ceño. Odiaba entrenar. Odiaba su vida. Ya no quería saber nada sobre ir a perseguir a un avestruz y ver si es más rápido que ella.─¿Por qué? ¿Por qué quieres que sea como tú?─dijo de pronto, levantándose de su lugar. Sus piernas se tambaleaban levemente, pero pudo ponerse derecho. Dai se quedó quieto en su lugar, sin voltearse.─Tienes que ser como yo para triunfar en tu miserable vida.─fue su respuesta. Y justo cuando dio un paso más, aquel joven al que turoreaba dijo algo que lo hizo detenerse en seco otra vez:

Jamás seré la basura que tú eres, padre.

Todo se quedó en silencio durante varios segundos, segundos en los que el aire era más que tenso. Ninguno emitía ninguna palabra, tan sólo se oía el ruido de los pajaros volando y el río emitiendo un sonido agradable.

No vuelvas a llamarme así.─dijo El Gran Imperio De Japón dijo al final, entrando en la residencia, desapareciendo de la vista de su hijo.

Imperio Japonés apretó sus puños con fuerza, soltando un suspiro prolongado para poder calmarse. Aquel hombre no lo consideraba su hijo por más que lo fuera, por lo cual él no lo consideraría su padre ni aunque su vida dependiera de ello.

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