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(6 meses después de la Segunda Ola)
Jake Kobayashi
— ¡Corre! —Tras ver aquel humo en el cielo toda mi realidad comenzó a sentirse en cámara lenta. En mi cabeza la idea de llegar y encontrar a todos muertos no paraba de reproducirse una y otra vez. Entonces sí, aunque me cueste admitirlo Noah tenía razón, todos nuestros pecados tarde o temprano tienen sus consecuencias.
Miedo, siempre estuve seguro de que el miedo es la emoción más importante del ser humano, es lo que a lo largo de nuestra existencia como especie nos mantuvo vivos hasta el día de hoy, huyendo y advirtiéndonos del peligro en cada punto vital de nuestra corta historia; pero también, el miedo fue, es y será una de las mayores condenas de todos los seres humanos. Si te detienes a pensar todos los hechos históricos que marcaron un antes y un después en nuestra historia estuvieron motivados por el miedo, miedo a perder el poder, miedo a ser olvidados, miedo a morir..., es el ancla que nos mantiene en la miseria o aquel dichoso milagro que es capaz de salvarnos en el último momento, cuando hablamos del miedo no existen una escala grises ni puntos medios.
Era aquella emoción la que recorría por todos los músculos, venas y arterias de mi cuerpo. ¿Y si aquel grupo del hospital regresó buscando venganza?... no, imposible. Se habían oído algunos tiros pero cesaron minutos después, no hubo un intercambio de disparos y Alicia y los demás no se rendirían tan fácil, lucharían hasta el final.El humo de la bengala roja ya se disipaba en el cielo, el tiempo corría en nuestra contra, debíamos de tomar una decisión lo mas pronto posible.
— Noah, detente —Pasase lo que pasase con el tiempo aprendí a controlar o al menos fingir que controlo la situación, no perder la razón en este tipo de situaciones críticas es una de las reglas básicas si quieres sobrevivir en el fin del mundo— ¿Recuerdas el jeep negro que dejamos en el estacionamiento?, el que se suponía lo usaríamos solo en caso de emergencias —Noah mantuvo su rostro de confusión por algunos segundos hasta que sus ojos verdes, inundados de temor, se voltearon hacia las puertas principales del supermercado. En un pestañeo volvió a adentrarse al pequeño supermercado del que hace nada habíamos salido, perdiendose entre los pasillos en busca de la llave.
— Aunque no lo creas somos útiles, podemos-podemos servir hasta de carnada si es que eso les interesa —Apenas acabar la estúpida oración el chico de pelo negro golpeó a su amigo con una fuerte patada. Creo que las cintillas y las vendas en los ojos no fueron suficientes para que guardaran silencio, me limité a ignorar el comentario. Noté a el chico alto muy ansioso, como si quisiera decir algo importante pero no pudiese— Jake, solo suéltanos y te ayudaremos —El chico de pelo marrón claro seguía tratando de entablar una conversación conmigo, pero... ¿cómo sabía mi nombre?— no es lo que crees, necesita... —lo interrumpí al instante, no me encontraba de humor para tener una charla para conocer a nuevas personas.
— ¿Cómo te llamas? —Pregunté, me aseguré de transmitir todo mi malhumor posible a mis palabras.
— Ángel, un plac- —Responde algo entusiasmado el chico que no paraba de hablar.
— Ángel, no hagas que nos arrepintamos de haberlos dejado con vida.
Noah salió levantando el polvo y las bolsas vacías de basura con las llaves del automóvil en la mano. Ambos corrimos escoltando a Ángel y a su amigo hasta llegar al jeep descapotable color negro. Encendí el motor, tomé con fuerza el volante y llevé mi pie al acelerador, no me considero el mejor conductor ni mucho menos el más hábil pero a diferencia de Noah quien no tiene ningún tipo de conocimiento sobre conducción, antes del apocalipsis logré tomar un par de clases de conducción, .
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A.Z: El último Omega.
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