Sebastian - Alicia Weber
— ¡Sebastian, la cena está lista! —Aquella suave voz femenina le resultaba familiar. ¿Do-donde estoy?, se preguntó a sí mismo. El olor de esos odiosos perfumes caros, la bonita y elegante pintura de las paredes con posters pegados a ella de películas slashers de la vieja escuela, la enorme habitación con los refinados y selecta colección de muebles que guardaban la ropa y relojes más caros, todo le parecía tan normal.
Muy confundido y con todos sus sentidos en total alerta, dio un brinco levantándose de su gran y cómoda cama que había sido hecha a su gusto y medida. Él sentía como si su cabeza, al igual que una televisión, se encontrara con una estruendosa y constante estática, mientras más trataba de recordar qué estaba haciendo y cómo llegó a ese tan familiar lugar, más extraño y confuso se le hacía todo, de lo único que estaba seguro era de que su nombre era Sebastian Aitor Walker.
Pero la tormentosa mente en blanco que crecía con cada segundo acabó, al igual que todos esos pensamientos y preguntas se disiparon cuando alguien entreabrió la puerta asomando tímidamente su cabeza.— Cariño, tu madre lleva llamándote hace como 10 minutos para que bajes a cenar. En verdad no me gustaría ser tú cuando se le acabe la paciencia —Esa voz tan dulce y reconfortante, aquellos ojos color miel, esa piel tan suave que podías sentirlo con apenas mirarlo, la perfecta y fina figura con unos carnosos labios, esa deslumbrante belleza que dejaba atónito a cualquier persona, incluso a las personas de la clase social más alta en donde la belleza es pan de cada día; aquella mujer...
— ¿Ma-mamá? —Luego de mucho tiempo, Sebastian volvió a ser un niño pequeño, se sintió a salvo y protegido en aquel fantástico mundo que era la niñez, mundo custodiado de manera celosa por sus amorosas madres.
Sin pensarlo mucho fue directo con los brazos abiertos y ojos llorosos a abrazar a su madre, pasó tanto tiempo que inevitablemente se había olvidado de su voz. Él necesitaba por sobre todas las cosas, volver a sentir aquella calidez, necesitaba oír de nuevo los cálidos latidos del corazón de su madre al abrazarla. Él necesitaba volver a sentir viva a su madre.— Hijo, ¿te encuentras bien?, la última vez que me diste un abrazo fue en... ¿primer grado? —"Todo fue un sueño, un simple mal sueño" pensó el chico, una pesadilla costaba recordar pero que por alguna razón aquel dolor tanto físico como emocional seguían perdurando aún estando despierto, pero, ¿en verdad importaba esa absurda pesadilla cuando tienes a la persona más importante de tu vida frente a ti?.
Apenas salir a toda velocidad al pasillo, las fosas nasales de Seb fueron bendecidas por el delicioso olor de la lasagna recién salida del horno, y como un niño pequeño cargado de alegría y energía, bajó las escaleras de su lujoso hogar con el viento golpeando su rosto junto con su madre quien trataba de seguirle el paso mientras suplicaba a su hijo que tenga cuidado y no corra al bajar las escaleras.
Sin tiempo que perder, el hambriento niño se deslizó por todo el gran salón pintado de un color blanco y cargado por pocos y extravagantes muebles que sostenían cuadros con imágenes de momentos felices de la pequeña familia, al llegar al extremo de la larga mesa agarró de inmediato un cubierto en cada mano, preparado para devorar su almuerzo.
Fue ahí, al verla saliendo de la cocina con su típico y horrible delantal, con una de sus manos trayendo la bandeja con la lasagna mientras que con la otra sostenía con algo de dificultad su celular; que el niño sintió reencontrarse con su otra madre, una mujer igual de bella, de rasgos finos y un cuerpo cubierto de hermosas pecas, con un largo cabello rojo llameante y unos hipnóticos ojos color azul grisáceos que parecían te tocaban el alma con apenas mirarte.
Seb no podía hacer otra cosa más que sonreír de oreja a oreja, su cerebro parecía había vuelto a expulsar serotonina luego de mucho tiempo. Todo era tan perfecto, todo se encontraba en su lugar, todo estaba bien.
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A.Z: El último Omega.
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