Sebastian
Ya con las misiones claras nos dividimos en dos grupos como habitualmente lo hacemos, Jake equipado con su Magnum y Noah con su arco de poleas fueron para el noreste a por las últimas provisiones que quedaban almacenadas en el pequeño supermercado abandonado, mientras que Alex y yo iríamos en búsqueda de gasolina para la avenida del sur, considerada como la más peligrosa de todas.
El desastre e incertidumbre que dejó a su paso la Primera Ola hizo que muchos sino es que todos los supervivientes que quedaron en las grandes ciudades creyeran que la Avenida Sur era un boleto de salida, cuesta entender como nadie pensó que con todas esas personas desesperadas tratando de huir no habría un gran embotellamiento de varios kilómetros. Ese día solo bastó un infectado para que en un abrir y cerrar de ojos una sangrienta masacre se desatara en donde miles de personas murieron.
Fue en esa masacre en donde se formó la temible "Gran Horda del Sur", una enorme horda de miles de errantes y corredores que vagan juntos sin rumbo por esa gran y extensa avenida, no conocemos la ubicación exacta de la horda pero suponemos que se dirigen a los Estados Unidos. Pero no descartamos la pequeña aterradora posibilidad de que miles si no es que millones de muertos invadan nuestro territorio de la nada, en ese escenario solo nos quedará morir con la impotencia de que no podamos hacer absolutamente nada para evitar nuestras muertes.Antes de salir fui a la armería, al entrar el raro pero característico olor a armas (el cual parezco percibir solo yo) y olor a pintura fresca inundó mi nariz.
Nuestra armería nunca se caracterizó por ser de gran tamaño, aunque jamás nos vimos en la obligación de agrandarlo ya que nuestra comunidad nunca... perdón, casi nunca... se vio forzada a luchar por recursos ni a pelear contra enormes hordas, podría decirse que vivimos en paz con los recursos necesarios, alejados de las grandes ciudades y pueblos en donde la muerte está casi asegurada, por esta razón siempre logramos defendernos con algunas pistolas y contados rifles de asalto.
Actualmente poseemos seis fusiles de asalto, tres sin balas, once pistolas, un arco que siempre lo lleva Noah y una ballesta que usualmente utiliza Alicia. Todas estas armas son protegidas en una habitación segura y vigilada las veinticuatro horas al día dentro de nuestra comunidad.
Hice una rápida inspección con la mirada de todas las armas que se encontraban en los robustos estantes de metal recién pintadas, no estaba seguro de qué llevar, ¿valdría la pena cargar con un fusil de asalto a una misión sencilla y de rutina?, digo, sé que soy capaz de acabar con 100 corredores con una pistola y un cuchillo. Cuando me decidía tomar una simple beretta, una especie de presentimiento o punzada arriba de la nuca me aconsejó que tome prestado uno de los rifles de asalto que dejaron el grupo de Daniel, al final fue Alex el que escogió dos humildes Berettas una color negra y la otra plateada con una empuñadora color marrón claro que se asemejaba al cuero.— ¿Sabes que puedo solo, verdad? —era una misión que podía complicarse si se presentaba cualquier tipo de inconveniente, y a mi en verdad no me gusta complicar las cosas y mucho menos andar de niñero. Jake y Noah se habían ido hace ya media hora, necesitaba apresurarme en salir ya que el camino que me tocaba recorrer era mucho más largo.
— Lo sé, pero llevo un tiempo sin salir. Tampoco te vendría mal una mano, ¿no? —me limité a contestar con una pequeña sonrisa amistosa algo forzada y preparé la mochila con el bidón. Alex seguía atando sus cordones mientras mascaba de manera algo molesta una goma de mascar.
— Seb, prométeme que esta vez si tendrás cuidado —Alicia se encontraba apoyada por el portón esperando a abrirlo una vez estemos listos. Su lacio cabello rubio que parecen estén bañados en el oro más puro ondeaba gracias a la brisa del atardecer. Soltó una risa al darse cuenta que mi mirada se perdió en sus dulces e hipnotizantes ojos color azul cielo, de inmediato sentí como mi rostro se convertía en un tomate de la vergüenza. Estuve enamorado de ella desde el primer momento en que llegó y me gusta creer que el sentimiento es mutuo... aunque nunca di el primer paso, obviamente no es por miedo a que me rechace, solo que siento que aún no es el momento...
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A.Z: El último Omega.
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