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Haruka podía escuchar el sonido de su respiración agitada, siguió corriendo hasta que logró perder de vista a Subaru.
Le había visto.
Le había visto aquella mirada que tanto detestaba; una mirada de pena.
Sintió como un enorme peso caía sobre su cuerpo, se sentía tan mal...
Aunque, sentir la fuerte brisa chocar contra su rostro, le trajo nostalgia. ¿Cuando había sido la última vez que corrió de tal forma? Estaba mal, lo sabía perfectamente. Pero en aquel momento no podía pensar con claridad, solo quería huir lo más lejos posible.
En eso un dolor punzante en el tobillo le obligó a frenar en seco, la joven pelinegra se agachó sujetando su tobillo. Sobó la zona con la palma de su mano, cerrando los ojos con fuerza al ser incapaz de moverse más.
— ¡Ugr!- Se quejó, sintiendo la zona del talón de Aquiles muy caliente. Se estaba comenzando a inflamar.
Agradecía el haber perdido de vista a Subaru hace rato, no le quería ver. No de nuevo. En especial en tal estado tan deplorable y humillante. Quiso llorar, pero se mordió la lengua evitando hacerlo. Finalmente se desplomó en el piso, sin poder mover algún músculo. Las personas a su alrededor se alarmaron, algunas llamaron a la policía, otras a la ambulancia. Y mientras se acercaban a auxiliar a la joven, Haruka soltó un último suspiro, antes de caer desmayada.
...
Se acomodó en su lugar con destreza, respetando así la línea de salida. En ningún momento miró a sus oponentes, solamente tenía en mente correr lo más rápido que sus piernas podían. Al escuchar el pitido del silbato, comenzó a correr con rapidez logrando rebasar a varios contrincantes. Controló su respiración, no se quería agotar antes de llegar a la meta.
Ya estaba cerca, la meta era suya. Pero justo cuando estaba a unos cuantos metros de la cinta, su pie dolió como los mil infiernos, provocando su caída al suelo. Escuchó la conmoción del público, miró a sus compañeras quienes comenzaron a hablar entre ellas. Hablaban tan alto que Haruka les podía escuchar.
— ¿Porqué no se levanta?
— Pobrecita.- comentó otra.
— No se levanta porque es una cobarde.
— Sí, eso es lo que es; una cobarde.
Se cubrió los oídos, frunciendo el ceño muy dolida. Aquellas palabras le herían más que aquella lesión en su talón.
...
Cuando abrió los ojos se dió cuenta que estaba sudando frío, alzó la mano, siendo ésta tomada por una mano más grande. Miró a la persona quien le había tocado, viendo a Ukyo sentado a un lado suyo.
