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Más de tres meses habían transcurrido, su amistad con Yuusuke y Ema había progresado bastante, junto con la castaña eran un dúo inseparable. Los hermanos Asahina aceptaron el hecho de que su pequeña hermana ya había elegido al dueño de su corazón, y solo les quedó desearles lo mejor del mundo.
Era un fin de semana, la mayoría no trabajaba pero había cierto pequeño idol que estaba de gira desde hace más de un mes. Estaban sentados en el gran sillón de la sala, mientras la tele hacía bulla de fondo en la conversación que estaban teniendo.
— Masaomi-san, ¿Desea más palomitas?- Preguntó extendiendo el bowl de maíz, el mayor agradeció y agarró un puñado con su grande mano, Ema, quien estaba a su lado izquierdo se apoyó en ella para así agarrar también un poco. Posteriormente reposó su cabeza en el hombro de la mayor, sacándole así una tenue sonrisa. Sin querer cruzó miradas con un joven de cortos cabellos naranjas, quien según los habitantes de aquella residencia era muy extraño verlo por ahí, como si fuera un niño desvió su vista al televisor, como era costumbre la fémina de oscuros cabellos arqueó una ceja algo confundida, sin embargo lo dejó pasar.
"Ding, dong."
El timbre suena, Ukyo se levanta de su asiento y va a abrir la puerta, cuando una voz femenina comenzó a resonar por todo el lugar.
— ¡Haru, Haru, Haru-chan!~ Luz de mi vida, fuego de mi corazón.- Una adulta de cortos y verdes cabellos hizo aparición dando pequeños saltos al ver a la susodicha, un confundido rubio iba detrás de ella algo rendido por aquella actitud tan hiperactiva que esta tenía. La misteriosa mujer, cuando estuvo frente ella le abrazó alzándola del suelo y dando una vuelta sobre su propio eje.
— ¿Qué haces aquí, Nana?- Su voz apenas salía, le estaba apretando con demasiada fuerza. La antes mencionada le bajó del aire y tomó sus manos juntándolas en el proceso, una radiante sonrisa permanecía intacta en su expresión.
— ¡Ya te dije que no es Nana, es Naa-chan para ti!- Ante las palabras de la mujer Ema abrió los ojos algo sorprendida, agachó la mirada sintiendo como una pared comenzaba a crecer entre Haruka y ella misma. Ellas dos tenían la suficiente confianza como para llamarse por apodos. Sintió un poco de celos al verlas tan unidas.
— Naa- chan, es de mala educación entrar a una casa ajena sin saludar.- Regañó, volteó su cuerpo al sofá e hizo una reverencia pidiendo perdón en su lugar. Nana podía ser mayor que ella por cinco años, pero su actitud infantil no le daba aquel aire de madurez.
—No te preocupes Haruka- san, se ve que tú amiga es muy energética.- Comentó un rubio de azules ojos, la susodicha se tranquilizó al oír aquello. Sonrió y Ukyo pudo sentir como el corazón se le derretía, tosió para disimular aquello y siguió con su rostro apacible de siempre.
— ¿Ella es tú amiga?- Indagó un hombre de cobrizos cabellos, se levantó y a paso rápido se acercó hacia ella.
— ¡Ah, Hikaru-san! Ha pasado demasiado tiempo, he leído tú nuevo libro, ¡Amé el conflicto que se armó por la protagonista! Sin duda alguna tus personajes lograron transmitir correctamente sus sentimientos.- Comenzaron a hablar como si fueran amigos de toda la vida, Haruka rodó los ojos divertida y les comentó que Nana era una mangaka, posiblemente se conocieron por aquel ámbito.
