Una pelinegra se agarró de los cabellos con fuerza, aguantando las lágrimas que amenazaban con salir de sus ojos. Una señora mayor se acercó a ella, intentando abrazarla, sin embargo fué rechazada por su propia hija.
— Haruka, cálmate.- Incluso su madre estaba asustada de ver a su hija así, normalmente ella era más serena, solía controlar sus sentimientos y siempre actuaba con raciocinio. Pero ahora, después de la cirugía se derrumbó, expulsando toda la tristeza que guardaba en su interior. No habló, tampoco le miró, solo se centró en como un descuido de su parte le había arruinado su vida. Ya no se sentía confidente, aunque podía ir a terapia las probabilidades de que el tendón se vuelva a desgarrar eran altas, ¿Qué sentido tenía volver?
Odiaba ver la cara de pena de sus compañeras.
Odiaba que le vieran en ese estado.
Odiaba estar en el hospital.
Haruka calló rendida en la camilla del hospital, tocó su frente y respiró hondo.
— Estoy bien.- Mintió.
...
Cuando Haruka bajó de las escaleras, sintió un peso sobre su cuerpo; era Ema, quien al verla se había lanzado sobre ella dándole un fuerte abrazo. Hablaron un momento hasta que la pelinegra decidió contarle sobre aquel beso que se le fué robado la noche de ayer. Quería un consejo suyo. La castaña abrió los ojos sorprendida, arrastrando a la mayor a su cuarto para tener más privacidad.
— ¿¡Hikaru-san fué el primero!?- Finalmente rompió el silencio. Ema estaba sorprendida cuando oyó aquellas palabras, se lo esperaba de Tsubaki, Azusa o incluso Fuuto. Pero normalmente Hikaru era más de observar que de actuar. Iniciaron una cálida plática sobre temas amorosos, Haruka reía ante lo dicho por Ema y viceversa. Fué entonces, que la menor notó algo en el talón ajeno. Nunca lo había notado debido a que las uñas de los pies de la mayor estaban pintados de un color morado claro, robando así la atención de quien mirase su pie.
Era una cicatriz grande, tenía forma de un cienpiés y la piel estaba hecha keloide (aunque de forma muy baja) La menor frunció el ceño algo extrañada, preguntándose el porqué no se había dado cuenta antes. O mejor dicho: ¿Porqué antes no agarró el valor de preguntarle? Haruka notó la mirada indiscreta sobre su cicatriz, pero no se enojó. Puso la zurda encima de la mano contraria como si le estuviera diciendo que estaba bien.
— Lo siento, no fué mi intención incomodarte.
— No te preocupes, suele pasar.
Pero aquello no impedía que Ema se recriminara por andar de metiche en asuntos que no eran suyos, sin embargo Haruka conocía a Ema, y sabía que sus intenciones no eran malas, la expresión de la fémina de ojos marrones era más de reprimienda hacía ella misma.
