CAPÍTULO 4

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EL INTRUSO

KAYLA

Después del espectáculo que dió el chico les dije a Andrew y a Helen que me iba a mi habitación.

Para llegar tuve que pasar por su habitación e hice el máximo intento de no mirar, pero fue en vano. No me di cuenta que estaba parada delante de su puerta hasta que abrió y salió hecho una furia y chocó conmigo.

—Lo s-siento.—aparté la mirada lo más rápido que pude.

—A la próxima no te quedes parada como una tonta.—me lanzó una mirada de arriba abajo que casi me hizo temblar y se fue escaleras abajó. Escuché el portazo de la puerta principal. Eso fue lo que me hizo reaccionar.

Me sacaba de mis casillas, pero ¿que podía hacer yo al respecto? Lo acababa de conocer, pero aún así... ¿quién se creía para hablarme así?

Ojalá no le dé por amargarme la vida aquí

Por un momento llegué a pensar que hice mal en aceptar e ir a vivir allí. Todo se esfumó cuando me propuse en que no me iba a amargar mi existencia en esta ciudad.

Ya en mi habitación, le di un pequeño ojo a la estancia. La cama de matrimonio, ventanal que daba vista al patio trasero de la casa, el escritorio con su respectiva silla y el baño para mi sola.

Era bastante acogedor. Lo era toda la casa. Helen me dijo que la habitación podía decorarla a mi gusto. Esa mujer me transmitía mucha confianza.

Me tumbé en la cama y marqué el número del orfanato.

—Recepción del Little Darlings Orphanage. ¿En qué puedo ayudarle?—sonó la voz de la recepcionista.

—Hola. Soy Kayla Brown...

—¡Kayla! Cuanto me alegra saber de tí. ¿Cómo te va chica?

—Muy bien, gracias por preocuparse.

—Dime que te sucede.—de fondo escuché como tecleaba en su ordenador de mesa.

—¿Me podría pasar a Maddison Evans? Era mi compañera de cuarto.

—Claro. Espera un momento.

Espere un par de minutos hasta que sonó la voz de la persona que tanto eché de menos.

—¿Kayla?

—¡Maddi soy yo!—grité entusiasmada.

—Por fin das señales de vida, estaba temiendo por si tu avión se había estrellado.—dijo preocupada.

—No te vas a deshacer de mí tan pronto.

—Qué pena. Nah, es coña. ¿Cómo estás?

—Por ahora bien. Lo llevo lo mejor que puedo.—dije mirando hacia la puerta, pensé en lo que había ocurrido hace unos minutos en el pasillo.

—¿Por qué? Pero si estás en una casa de ricos.

—¿Que por qué? Mejor que no lo sepas.

—Venga ya, Kay. Encima que estoy sola, cuéntame las cosas—ya me la imaginé haciendo un puchero—. ¿Cuál es la razón?

—Jayden Jones. Esa es la razón.—contuve el aliento.

—¡No jodas! Al final voy a tener razón.

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