CAPÍTULO 2

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LA DESPEDIDA

KAYLA

Llegó el día.

Aquella noche Maddison me ayudó a preparar todas mis pertenencias en un macuto que nos dieron hacía ya un tiempo.

Cuando lo tuvimos todo listo recorrimos todo el edificio de esquina a esquina.

Fuimos al patio donde aún quedaban niños por entrar dentro. Me recordó cuando, jugando un día en ese mismo sitio a la hadas, juramos no separarnos jamás. Teníamos seis años.

Esa simple frase nos hizo llorar a mares a las dos.

Más tarde, fuimos pasillo por pasillo, puerta por puerta, despidiéndome de todos mis amigos y compañeros que llevaba conviviendo con ellos diecisiete años.

No sé cuanto tiempo pasé haciendo eso pero no me arrepentí de hacerlo.

No podía irme sin despedirme de todos ellos, no los iba volver a ver jamás.

O eso creía.

Después de todo aquello, Maddison y yo estuvimos charlando, llorando, bailando..., millones de cosas que podía hacer con ella.

Hasta que vimos amanecer.

~

El reloj de mi mesilla de noche marcaba las 07:12.

Me duché y me puse unos pantalones cortos, mis deportivas y una sudadera de mangas largas.

En las mañanas de verano todavía hacía fresco en Londres, aunque estuviésemos a principios de agosto.

Maddison estaba sentada en su cama mirando a todos lados menos a mí.

Esto le dolía más a ella que a mí misma.

Estaba vestida con su chándal favorito en mi honor. No teníamos mucha ropa y la poca que teníamos la compartíamos entre las dos, aunque eso nos costase demasiadas peleas.

Al hacer la maleta le dejé con casi toda la ropa que tenía en el armario.

—¿Con ganas de irte Kay?

—No te quiero dejar aquí.—le dije haciendo pucheros.

—Eh, no vayas a llorar ahora—me dijo acercándose para abrazarme—. Es ahora o nunca, no se te va a volver ofrecer una oportunidad como esta.

Pensé en lo que me dijo, todavía tenía tiempo de echarme atrás.

Pero sabía que tenía razón, siempre la tenía. Por eso cada vez que peleábamos Maddison tenía la última palabra.

—¿Me acompañas al vestíbulo? Es donde me esperan—el Señor Wilson me avisó que él y mi nuevo padrastro,no sabía si llamarlo así, me esperarían abajo.

—A donde tú me pidas.—salió de la habitación a la vez que me dió una palmada en el trasero.

Me reí con ella hasta que mi risa se apagó cuando me quedé hipnotizada mirando el que a partir de ahora ya no sería nuestro cuarto.

TODO POR NOSOTROSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora