CAPÍTULO 5

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EL IRRESPETUOSO

KAYLA

No me podía quitar de la cabeza el encuentro de mi habitación.

Tenía claro dos cosas: yo no era así de valiente y fue una situación un tanto rara, ¿quién se metía en habitaciones a mitad de la noche?

Los ladrones. Claro, pero estaba segura de que la persona que entró no era ningún ladrón.

No sé qué me pasó cuando pensé que era buena idea dejar caer la toalla.

Por otra parte me gustó sentirme así de empoderada y provocar esos efectos en Jayden, siendo sincera. ¿A quién no?

Eres una bipolar.

Pasaron los días y no me lo encontré por ningún lugar de la casa. Que raro. ¿Dónde estará? ¿Me estaba evitando? ¿Se habría ido con alguien por ahí? Espera un momento, ¿Jayden tenía novia? No sabía la respuesta a esa pregunta, no era posible que tuviese novia. A ver, no tenía mucha lógica que entrase aquel día en mi habitación a mitad de la noche.

Pero bueno, ¿qué esperaría de él? Tampoco sabía como era y no tenía intención de saberlo. ¿O sí?

Uno de los siguientes días, estaba desayunando sola en uno de los taburetes de la isla de la cocina y escuché unos pasos que provenían de la entrada de la casa. Supuse que eran Andrew, Hellen y Abby que habían salido a dar un paseo en bici, porque de él no sabía nada.

Pero como siempre me pasaba mis suposiciones eran un fracaso.

Apareció Jayden por la puerta de la cocina.

Aleluya.

A mi mente volvieron las imágenes de la otra noche. Quería olvidarlas pero no podía.

Pasó por delante mía sin mirarme. No me lo esperaba, creía que nada más verme me iba a recordar lo que pasó. Pero me quedó claro una cosa: actuaba como si nada hubiese pasado, y eso me molestó no sé por qué.

Yo sí que lo sé. Uf, ahora mismo apagaría la voz de mi cabeza.

—Que respetuoso.—dije en tono sarcástico y seguí con mi mirada fija en el cuenco con cereales.

—¿Qué quieres?—cogió una botella de agua de la nevera.

—Eh, baja los humos—evanté mi mirada hacia la suya—. Es de mala educación no saludar cuando se entra a un sitio en el que hay gente.

—¿Quién te crees que eres para decirme lo que tengo que hacer?

—Nadie—levanté mis hombros en un gesto despreocupado—. Solo quería que lo recordases para la próxima vez que nos crucemos.

—También recordaré nuestro pequeño encuentro de la otra noche.—dijo mientras bebía agua con su mirada fija en mí.

Y yo que creía que no se acordaba de ese pequeño momento. Mierda.

Me quedé callada, no sabía que decir.

—¿Qué pasa? ¿Te ha comido la lengua el gato?—puso una sonrisa ladina.

Me levanté y llevé el tazón de cereales al fregadero para lavarlo. Noté su aliento en mi nuca.

Jooooder.

—¿Quieres sentir lo de aquella noche?—me preguntó.

Claro que sí. ¿Que acabo de pensar? No no, claro que no.

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