Un libro.

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Cap. 9

Pasaron casi catorce días desde que la rutina se repitió. El mafioso visitaba por la mañana al castaño, le llevaba algo dulce y ligero para luego discutir sobre lo que podía y no hacer. Fueron dos semanas dónde tardaba horas en sus asuntos y al volver se encontraba con un ramo de flores y una bandeja de comida japonesa que ordenaba para su víctima.

En algunos días llego a golpearlo por no querer probar lo que llevaba para él, le remarcaba constantemente que era un juguete y podría quizás aspirar a ser una mascota. No tuvo sexo con él, bastaba para excitarse el maltrato psicológico que causaba en el menor. Siempre podría masturbarse un poco, tomar un baño y dormir.

Por otra parte, esos días fueron el mismo infierno para el castaño, no tenía una pizca de hambre pero igual comía. Le ponía ansioso no tener sus libros, no poder escribir los sentimientos que se acumulaban en su pequeño ser. Sintió los golpes contra sus mejillas un par de veces, se grabó las reglas que el mayor le daba y con el corto tiempo entendió que no había nada más para él. Esa era su nueva vida ahora y debía aprender a sobrevivir. Paso las últimas noches pensando en que si se podía comportar más sumiso podría obtener algunas cosas, ese fue su plan maestro.

A la mañana siguiente escucho la puerta, está vez el poeta se levantó para sentarse a la orilla de la cama y esperar al mayor con calma. Comenzaría a ganarse su confianza y luego tal vez pedir ayuda, escapar o al menos salir al jardín y respirar aire fresco. Extrañaba incluso eso. El mafioso entro con una bandeja que tenía comida y también un libro, él no conocía de géneros literarios pero recordó que en su cita del café el menor sonaba y olía a ratón de biblioteca.

Le dejo la bandeja donde siempre, se sentía extrañado de que el menor no estuviera reclamando nada, como usualmente. Le gustaba sus sumisión, le gustaba la calma y poder aprovecharse de él, como toda una relación de poder.

- ¿Te comió la boca el ratón? -Preguntó el de cabellos negros, con un tono a penas juguetón.

- No, pero decidí que no quiero pelear más, abusa de mí. -El menor hablo con sinceridad, ocultando simplemente su objetivo sin embargo aquello sono como un reto para el más alto.

- Hoy no tengo prisa, hoy sí puedo usarte como se debe.

El mafioso no dejo que el menor probará un bocado del postre de zarzamora, simplemente se avalanzo contra él, recostandolo en la cama y acomodándose entre sus piernas. Con habilidad comenzó a desnudarlo, no fue gentil al igual que la última vez. Casi arranco toda su ropa, el nipón lucho a penas, por instinto y miedo.

El más alto solo necesito bajarse el pantalón junto a su bóxer hasta sus rodillas, dejando libre su erección. De esa forma y con el menor temblando de miedo, desnudo, comenzó a tener sexo con él.

Gracias a que habían pasado días desde que follaron, el mayor tenía mucha energía y estaba lleno de lascivia, lo penetró una y otra vez hasta que se cansó, sin tener tacto o tan siquiera pensar en si el menor disfrutaba solo un poco. Fue rudo, lo hizo cambiar de posición de nueva cuenta le había dejado el cuerpo lleno de marcas violetas. Le gustaba, se sentía tan adictivo ver ese color mezclado en la piel ajena.

Después de varias corridas lo dejo, sus grandes manos quedaron marcadas en sus muslos, pues los había sostenido para acomodarse mejor. El menor no se desmayo esa vez, pero se volvió a quedar sin voz, se sintió perdido y ausente.

El mayor lo acomodo y lo cubrió con las cobijas, sin algún sentimiento salió de esa habitación dejando la puerta cerrada pero sin llave, como los otros días.
Se recargo en la puerta desde afuera para fumar un poco y relajarse. Estaba pensando en lo bien que se sintió, en lo mucho que disfrutaba de verlo llorar, simplemente le gustaba.

Por un momento sonrió. Había adivinado lo que sentía, le gustaba. Era una forma brusca y bizarra de querer, pero sentía algo por él. Tras terminar su primer cigarrillo se acomodo la ropa, dejando su cinturón desabrochado. No saldría, estaba saciado y tenía un mejor humor. Se quedó alrededor de una hora parado contra la puerta, fumando y pensando en que las flores que le daba a diario significaban algo o simplemente se las daba por lastima.

El nipón cuando reaccionó comenzó a llorar, por más esfuerzo que hiciera no le gustaba ser follado de esa manera. A duras penas logro arrastrarse hasta el baño de la habitación, no había espejos, solo una bañera, una taza de baño y un lava manos, eran de mármol elegante pero se sentía muy simple. Tomo las últimas flores que le regaló el mafioso y quito pétalo por pétalo, dejando estos caer en el agua que comenzaba a llenar la tina. El menor se adentro, se sumergió y dejo que su cuerpo descansará en el agua tibia hasta que se volviera fría.

Paso casi una ahora ahí, inmóvil, observando la pared blanquecina. Pensó que sería más difícil de lo que imagino sobrevivir ahí, pero que podría hacerlo. Cuando salió camino desnudo y descanso de vuelta a la cama, dejando un rastro de gotas por el suelo. Tomo una toalla del armario simplista que estaba frente a la cama y se seco, con cuidado y acariciando sus heridas. Para cuándo se vistió y decidió probar el té que estaba en la bandeja que su captor dejo en la mañana notó el libro. Sonrió para si mismo y lo tomo entre sus manos, era uno de sus favoritos. Demian, de Herman Hesse.

Comenzó a leer una vez que quito las cobijas llenas de semen. Las dejo en el suelo y se acostó en el colchón desnudo, mientras pensaba en lo relajante del baño y en como podría luego, seguir su plan de sumisión.

Lealtad ↻ JaeTa. 『 JaeHyun x Yuta 』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora