IX

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Nos costó más de lo que me hubiera gustado llegar a Londres, pero una vez allí dar con alguien que pudiera resolver nuestros problemas fue sencillo.

-Miren, les repito que el documento es totalmente legal. Un capitán puede llevar a término enlaces en alta mar. -El hombre había intentado hacernos entender que no había nada que hacer, pero Dra y yo no nos conformábamos con menos que la anulación de aquello.

-Lo que creo que no ha comprendido es que no firmamos los papeles en alta mar, sino en el puerto... eso debería tenerse en consideración y además ninguno de los dos era consciente de que lo que firmábamos eran los documentos de nuestro enlace. -Volví a insistir.

-Miren señores Sant. -Respondió aquel hombre algo hastiado. – Como yo lo veo no hay mucho que hacer... todo está en regla por lo que tienen dos opciones para dejar de estar casados. -Yo puse toda mi atención en las palabras que ese hombre iba a pronunciar. – Si no han consumado el matrimonio y un médico es capaz de ratificarlo y hacer un juramente ustedes serán libres.

-¿Y la otra alternativa? -Pregunté sin poder ocultar el sonrojo que había aparecido en mi rostro.

-Usted puede pedir el divorcio... pero careciendo de título o de contactos y sin una razón de peso dudo mucho que se lo den.

-¡Joder! -Exclamó Dru. El hombre la miro con desaprobación.

-Siento decirles que no puedo hacer más por ustedes. -Dijo invitándonos a irnos.

Salimos de aquel lugar con el alma en los pies. Ninguno de los dos parecía saber que decir sobre aquel tema.

-Supongo que aquí se separan nuestros caminos... -Dije al salir a la transitada calle. -Quizá debamos seguir casados, pero no por ello tenemos que compartir nuestra vida. Eres libre de hacer lo que te plazca... yo me voy a ver a mi familia.

-Me vas a dejar aquí sola...-Dra parecía algo desorientada. -¿Qué coño voy a hacer? ¿A dónde voy a ir?

-¿No tienes un testamento que cobrar...?

-Quedan más de siete meses para que cumpla 21... y no conozco a nadie fuera de 'La Maldita'. -Dijo frunciendo el ceño. Conociéndola aquella era su forma de pedirme ayuda.

-Esta bien...-Dije finalmente. -Seguro mi familia puede aceptar una desgracia más...

....................

Londres no se encontraba muy lejos de mi hogar, por lo que en poco más de unas cuantas horas divisé la casa de mis padres a lo lejos. Yo intenté adecentarme y tragué con dificultad. No sabía muy bien cómo reaccionarían al verme. La última vez que había intentado volver a casa las cosas no habían salido bien.

Tras arruinar a mi familia y antes la desesperación de no encontrar una solución decidí volver a casa. Volver a las tierras que me habían visto crecer para llevar aquella desgraciada noticias mis padres fue muy duro, tanto que no pude tomar el camino que me llevaría hasta mi hogar, sino que me dirigí a una taberna. Allí bebí y cómo no, inicié una pelea y terminé arrojado en la calle.

-Señorita Sant.- Escuche que decía una voz.- No se acerque a ese hombre, no merece que lo atienda...

Intenté abrir los ojos, pero apenas tuve fuerzas para contemplar la figura borrosa de una jovencita que se inclinaba junto a mí.

-Pobrecito...- aquella voz ¡Era Aroha! Intenté incorporarme, pero sólo logré resbalar y volver a caer bocarriba. No podía permitir que me reconociera. -No se preocupe, no pienso hacerle daño...- Ella acercó algo a mi rostro y comenzó a curar mis heridas.

Me relajé al comprobar que mi barba de meses, los golpes y la suciedad me harían parecer un pordiosero, por lo que mi pequeña hermana no parecía capaz de reconocerme. Aroha terminó de coserme la ceja y pidió que me llevaran al refugio. Cuando volví a despertar me encontraba en un cenador que parecía haber sido transformado en una especie de estancia para desamparados, a mi alrededor habían muchas personas tumbadas. Me incorporé con cuidado... no podía permitir que mi familia terminara viviendo en un lugar como aquel. En ese preciso instante tomé la decisión de hacer cualquier cosa por salvar a mi familia del fututo al que yo les había obligado a encaminarse.

-¿Vas a llamar o qué? -Preguntó con voz cansina Dra. Nos encontrábamos plantados ante la puerta de la casa de mis padres. Aquel lugar con el que había soñado durante los últimos años a bordo del barco, pero me veía incapaz de plantarme ante mis seres queridos como si nada.

-¿Quieres callarte? Suficiente con aceptar que me acompañes... pero no pienso... -Mi reprimenda se vio interrumpida por una voz conocida.

-¿Puedo ayudarles en algo? – Una señora Terry más canosa de lo que podía recordar se encontraba ante nosotros. Ella parecía mirar con desconfianza a Dra, y después de todo quién no lo haría, vestía como un mozo de cuadras. Pero de pronto un brillo intenso apareció en sus ojos. -¿Señorito Beorn?

-Señora Terry... está usted tan encantadora como siempre. -No me sorprendió que ella se abalanzara sobre mí y me rodeara con sus brazos. Al fin y al cabo, ella era como de la familia. -¡Por fin nuestras oraciones han sido escuchadas! – Dijo entre sollozos de alegría. -Sus padres... -Dijo recordando de pronto que no estaba ahí sólo por verla a ella. – Señorito su padres está ...

-¿Señora Terry qué está sucediendo? – Me giré al escuchar la voz de mi madre y no me avergüenza ni un poco decir que mi visión se empañó y no pude contener las lágrimas que brotaron de mis ojos.

-Madre... -Dije casi en un susurro. Ella tardó unos segundos en reaccionar, pero después corrió a mi encuentro. Los dos lloramos de felicidad. Cuando recuperamos un poco las formas le pregunté por mi padre y ella sonrió débilmente.

-Tu padre está muy enfermo... pasa días enteros durmiendo... pero seguro le anima escuchar que has vuelto. Aunque estás tan diferente... te pareces mucho a él, tan grande y moreno... Vamos... -Añadió tomando mi mano y guiándonos a sus habitaciones.

El alma se me cayó a los pies al contemplar el estado en el que se encontraba mi padre. Él siempre había sido un hombre de carácter tranquilo pero muy activo. Verlo tumbado en la cama, tan desmejorado...

- ¿Qué le ocurre? ¿Cuánto lleva así? -Pregunté en apenas un hilo de voz.

- El doctor dice que simplemente es la edad... pero la verdad es que cogió un fuerte resfriado hace un par de años y no volvió a recuperarse.

- Siento todo el sufrimiento que os he traído. -Dije después de unos minutos de silencio.

- No te voy a mentir hijo... hubo días en los que yo misma te habría dado una buena reprimenda, pero el no saber si estabas bien era mucho peor que el sentirnos traicionados. ¿Dónde has estado?

Ambos nos sentamos entorno a mi padre y comencé a narrarle mis desventuras. Obviamente salté algunas partes, pero en groso modo logré que entendiera el porqué de mi desaparición por tanto tiempo.

-Entonces ahora... Si hubiéramos sabido... Siento tanto lo que has tenido que pasar hijo mío.

-Más siento yo mis acciones madre, pero ya he pagado por ello y me alegra saber que el capitán cumplió con su palabra... Aunque por lo que dices tardó un poco más de lo que a mí me hizo saber. -Según lo que mi madre me había contado las deudas que yo había dejado no desaparecieron hasta casi un año después de que yo embarcara.

Cuando volvimos al salón y vi a Dra intentando mantenerse recta en el sofá recordé que había algo más que todavía no le había dicho a mi madre.

-Madre ella es Alexandra Sant... -Mi madre me miró con los ojos como platos. -Mi esposa.

-Es un placer conocerla... -Respondió Dra. Mi madre no disimuló su escrutinio.

-Las circunstancias en las que hemos llegado aquí no han sido las mejores madre.- Intenté excusar el aspecto de Dra.

-¿Amas a mi hijo? -Aquello me sorprendió, pensé que mi madre preguntaría cuándo nos habíamos casado, dónde nos habíamos conocido, pero aquello...

-Creo que es hora de que nos retiremos madre. -Intervine evitando que Dra pudiera decir nada. -El viaje ha sido más que pesado y cargado de sorpresas. Ya tendremos tiempo de hablar. 

La hipocresía del destino (2º Libro saga 'VERDADES OCULTAS')Donde viven las historias. Descúbrelo ahora