Camille había estado semanas organizado el baile en nuestro honor. Para cuando llegó el día ella y el Duque se habían encargado de que se esparciera el rumor sobre nuestra "gran historia de amor". Para el resto del mundo Dra y yo nos habíamos conocido en las Américas. Lugar en el que yo había estado durante los últimos años haciendo negocios y en el que mi esposa había acudido a una escuela de señoritas. Por lo que Camille contaba la gente lo había tomado bien y todos acudirían a la fiesta para saciar su curiosidad.
Yo me encontraba a las afueras de la habitación de Dra, llevaba casi media hora esperando a que saliera, pero al parecer ella no estaba lista todavía. Volví a llamar a la puerta algo impaciente. Esta vez una doncella salió al pasillo.
-Señor... parece que la señora Sant no acudirá al baile...- La pobre mujer parecía sufrir diciendo aquellas palabras.
-Yo me encargo...- Dije ingresando en la habitación de Dra. -Dra qué estupidez es esa de que...- Mi cerebro dejó de funcionar. Ante mí estaba la mujer más bella que jamás hubiera contemplado... tuve que parpadear un par de veces para reconocer a Dra en ella. Se encontraba elegantemente ataviada con un vestido que se ajustaba perfectamente a sus maravillosas curvas y dejaba entrever un escote que me hacía casi imposible levantar la vista de él.
-Princesa yo no... no puedo. -Al escuchar su voz mi vista subió de sus pechos a su rostro. Con el cabello recogido en un elegante moño y aquellos pendientes. ¡Oh Dios mío! - ¿Quieres cerrar la boca y escucharme?
-Lo siento... -Dije intentando recuperar la compostura. -¿Qué decías?
-No puedo bajar... No estoy lista, todo el mundo se va a dar cuenta de que no pertenezco a este lugar y ...- La verdad, dejé de prestar atención a toda aquella verborrea que salía por sus labios y no pude evitar acercarme a ella y besarla. Ella pareció sorprendida, pero pronto su sorpresa paso a enfado. - ¿Qué coño haces? -Dijo dándome un empujón.
-Bien, ahora que vuelves a ser tú. -Dije una vez su bocota rompió la magia del momento y yo volví a tener el control de mis acciones. -Vamos a bajar y darnos a conocer. No hace falta que seamos perfectos, tampoco puedes mostrarte tal y como eres, pero si cometes algunos fallos los pasaran por alto porque has sido educada en una escuela americana ¿Si?
-Me has besado... -Dijo con cara de perro.
-Supéralo... -Dije tomándola del brazo y arrastrándola al pasillo antes de que volvieran a ella los miedos.
Las personas que acudieron al baile parecían percibirnos más como atracciones de feria que como a seres humanos. Todos lucían deseosos de acercarse a nosotros para contemplarnos de cerca y después soltaban algún comentario al aire, como si Dra y yo no los escucháramos.
-Creo que le soltaré un puñetazo al próximo que mencione que mi piel tiene un tono muy peculiar... -Susurró Dra entre dientes.
-La gente no esta acostumbrada a que la piel de las damas reciba el sol, y la tuya lleva toda una vida acumulándolo. -Intenté justificar a aquellas personas.
-Te vas a poner de su lado... No sé si te has mirado al espejo, pero tú eres mucho más moreno que yo -Dijo con el ceño fruncido. – Buff.
-Señora Sant... -Se inclinó un hombre ante Dra. -Señor Sant. Veo que todavía no ha probado la pista de baile... ¿Señor Sant, le importaría si le robo a su esposa para una pieza? -Yo pensaba cederle a mi "esposa" más que encantado, pero la suplica en los ojos de Dra me hizo cambiar de opinión.
-Siento tener que decirle que no, mi esposa y yo pensábamos compartir la siguiente pieza. Si nos disculpa. -Añadí alejándonos de aquel caballero antes de que pudiera pedirle a Dra el siguiente baile. – Dra antes o después deberás bailar con algunos caballeros.
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La hipocresía del destino (2º Libro saga 'VERDADES OCULTAS')
Ficción históricaBeorn Sant siempre había sido un muchacho alegre, algo granuja y con un gran encanto que le había salvado de muchas riñas y castigos, pero dejarse llevar por sus sentimientos le hará cometer el error de su vida y lo peor de todo es que arrastrará a...