Llegó el momento de desembarcar, dejé que toda la tripulación lo hiciera antes que yo, deseaba disfrutar de ese ansiado momento. Poner los pies sobre tierra firma y dejar de sentir aquel balanceo que se había vuelto tan familiar fue de los más extraño. No pude evitar cerrar los ojos y disfrutar de aquello.
-Princesita si no vas a abandonar el muelle puedes volver al barco y tomar mi lugar. -Me grito alguien desde la cubierta.
Yo no me giré para ver de quién se trataba, sino que con paso firme me dirigí a entregar los papeles del capitán y así poder disfrutar de mi noche de libertad.
Entré en la oficina postal del puerto y el sonido de la campanita de la puerta avisó al encargado de mi llegada.
-Buenas tardes, el capitán de 'La Maldita' el señor Evans me ha pedido que le entregue esto. -Yo no sabía si debía irme sin más, por lo que esperé a que aquel hombre leyera el contenido de la misma.
- ¿A usted le parece bien? -Me preguntó.
-Perdone, pero no sé a qué se refiere.
-Parece usted un hombre capaz de tomar sus propias decisiones. Yo no quiero sonar impertinente, pero...
-Yo cumplo las ordenes de mi Capitán, y no creo que hacerle de recadero sea nada indigno. -Dije con firmeza, es verdad que con aquello no me sentía muy valorado, tenía 25 años y estaba haciendo la tarea de un niño de 10. No obstante, no pensaba malgastar mi única noche de libertad en casi seis años discutiendo con ese hombre.
-Bien, firme aquí para que quede constancia...
-Nunca había visto una oficina que se llevara con tanta diligencia. -Felicite al hombre. Llevar registro firmado de las entregas de las cartas era todo un formalismo y más si teníamos en consideración que estábamos hablando de la oficina postal de un puerto americano. -Me gustaría enviar estas cartas también. -Dije entregándole la correspondencia para mi familia.
La campanita volvió a sonar y una exuberante melena rubia apareció en mi campo de visión, lástima que perteneciera a Dra.
-Pensaba que ya estarías retozando con alguna puta. -Dijo sin rodeos. -Quizá ya no sepas como hacerlo después de tanto tiempo...
-¿Necesita algo más señor? -Pregunté haciendo caso omiso de las palabras de Dra.
-No, ya puede retirarse.... Supongo que usted es la joven que me envía el capitán. -Yo miré al anciano y después a Dra. ¿A caso el capitán la enviaba a hacer favorcitos especiales?
-¿Quieres que espere a que entregues tu correspondencia? -No sabía porque, pero mi caballerosidad no me permitía dejar a Dra a solas con aquel hombre, aunque viéndola pelear sabía de sobra que era más que capaz de defenderse por si misma.
-Por qué querría que me acompañaras a algún sitio. Sé de sobra a donde ir. ¿Te da miedo ir solito princesita?
-Espero que tenga un buen día señor. -Dije saliendo de aquel lugar con la conciencia tranquila. Si esa estúpida quería que se aprovecharan de ella por mí no había problema.
Deambule por las calles cercanas al puerto disfrutando de caminar. Incluso, aunque suene un poco loco, me puse a correr. Aquello se sentía tan bien. Cuando la noche ya estaba algo avanzada decidí preguntar por una posada. ¡Iba a dormir en una cama! Que aquello me hiciera más ilusión que cualquier otra cosa debería haberme hecho darme cuenta de que algo no iba bien en mi vida, pero el simple hecho de estar vivo ya era un regalo después de todo. Le había entregado mi vida al capitán a cambio de salvar la de mi familia, y a pesar de las estrecheces que había pasado y del hecho de no poseer las riendas de mi destino, no me arrepentía de ello.
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La hipocresía del destino (2º Libro saga 'VERDADES OCULTAS')
Historical FictionBeorn Sant siempre había sido un muchacho alegre, algo granuja y con un gran encanto que le había salvado de muchas riñas y castigos, pero dejarse llevar por sus sentimientos le hará cometer el error de su vida y lo peor de todo es que arrastrará a...