✨💙La Persona Correcta En El Momento Equivocado💙✨

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Pov. James

Llegué a Manhattan desde Inglaterra tras un viaje en transatlántico de 13 horas. Evan y yo descendimos del barco, sumergiéndonos en la diversidad de la gran ciudad. Había gente de todo tipo, desde clases altas hasta las más humildes. Haber compartido esas 13 horas con una variedad tan amplia de personas, la mayoría de las cuales carecía de educación, me hizo reflexionar.

—Joven James, ¿desea que suba sus maletas al auto que envió su padre? —preguntó Evan.

—Sí, hazlo —respondí de manera fría.

Seguí a Evan apresuradamente hacia el auto que nos llevaría a la residencia de la familia James en Manhattan. Subí al vehículo mientras Evan ocupaba el asiento del copiloto.

—Demonios, quiero quitarme el olor a clase baja —mencioné cruelmente.

—Joven James, no sea cruel —me reprendió Evan.

No me importó.

El trayecto transcurrió sin palabras ni objeciones, y finalmente llegamos a la mansión. Evan abrió la puerta del auto y yo bajé. Al llegar a la entrada de la casa, Evan abrió también la puerta de la residencia. Quedé maravillado al contemplar su impecable estado, a pesar de los años sin uso.

-Lleva mis maletas a la habitación principal -le ordené.

-Sí, joven James -respondió, y subió con mis maletas.

Me dispuse a recorrer la casa, nunca antes había estado allí. No se sentía un calor de hogar, sino más bien una sensación de desolación, algo a lo que ya estoy acostumbrado. Llegué a mi habitación: una cama en el centro de la habitación, con mesitas a cada lado. Estaba iluminada por un ventanal decorado con cortinas azules. Había un tocador con espejo, un armario amplio y una alfombra que cubría todo el suelo alrededor de la cama.

-Su ropa está guardada -me informó Evan, sacándome del trance.

-Ah, sí, gracias. Puedes irte -le dije mientras asentía. Evan salió de la enorme habitación, dejándome solo y cómodo.

Días después, recibí una carta de mi padre.

-Joven James -me extendió la carta.

Leí la carta, y mi expresión cambió a una de furia.

-¡Explica esto ahora, Evan! -exigí, apretando la carta en mi mano.

-Su prometida vendrá a Manhattan. Su padre aceptó ese matrimonio -respondió Evan.

-¿A cambio de qué?

-No lo sé, Joven James.

-Investiga, no me des esa odiosa respuesta -ordené, azotando mi mano contra el escritorio.

Evan salió de la oficina.

-Estúpido, eso es lo que eres -dije, tirando la foto enmarcada de mi padre.

Salí azotando cada puerta y comencé a caminar por todo el jardín mientras golpeaba las flores con el bastón. Luego, abrí la reja de la casa y salí.

Llegué a la plaza de la ciudad, detestando a la gentuza de este lugar. El tráfico era horrible y golpeé a alguien accidentalmente.

-¡Fíjate, imbécil! -le espeté al individuo.

-¡Vaya a decirle imbécil a su abuela! -respondió, dispuesto a golpearme.

-Derek, vámonos -intervino alguien que estaba a su lado.

Seguí caminando, intentando esquivar a la gente mientras observaba a mi alrededor. Finalmente, llegué a un circo. Qué desagradable, tantas rarezas. No había tanta gente, así que me acerqué un poco, pensando en el compromiso. Sin embargo, algo llamó mi atención. Volteé y vi unos ojos del color de un rubí, brillando con intensidad. Todo a mi alrededor desapareció, las voces de la gentuza y los sonidos de la calle se desvanecieron.

Concentré toda mi atención en aquellos ojos rubíes, que tenían un hermoso brillo que ocultaba la tristeza que contenían. Me golpeó una oleada de realidad cuando esos ojos desaparecieron y la gente comenzó a llegar. Preferí salir de allí.

Al llegar a casa, ordenaré a Evan que busque a esa chica de ojos rubíes. Al entrar, el compromiso ya no estaba en mi mente, solo aquellos ojos. Suspiré profundamente.

Entonces, en medio de mi ensimismamiento, resonaron en mi mente las letras de una canción que alguna vez escuché. "Yo no tengo la culpa de haberte visto tarde al pasar, de que el viento no nos puso en el mismo lugar..." Las palabras parecían describir mi situación de manera perfecta.

Era como si la canción capturara mi sentimiento en ese momento. No era culpa de ninguno de nosotros el haber llegado tarde o no haber coincidido en el mismo lugar. No podíamos cambiar el pasado ni borrar las experiencias vividas. Éramos la persona correcta en el momento equivocado.

Y, a pesar de todo, ella seguía siendo lo más bonito que me había pasado.

-Joven James, me tenía preocupado -me dijo Evan.

-Sí, como sea, olvida el compromiso. Te ordenaré otra cosa -exclamé.

-Dígame -respondió.

-Busca a una chica de ojos rubíes -ordené.

-Sí, señor. ¿Algún otra característica? -preguntó.

No me di cuenta. Solo había visto sus ojos, así que simplemente negué. ¡Soy un imbécil por no haber observado más características en ella!

Lo vi salir y solté un suspiro. Yo y mi enorme torpeza y distracción. ¡Brillante, Bon, brillante!

Existen muchas personas en Manhattan, y yo solo me fijo en sus ojos. Aunque Evan siempre ha logrado darme lo que le pido incluso con poca información, pero esto, esto es otro límite. Una chica de ojos rubíes me hace preguntarme cómo serán sus cabellos, su piel, el timbre de su voz, su posición social y, sobre todo, si amará el arte.

Dejé de lado todo eso y me dispuse a trabajar. Tenía demasiado papeleo aquí y tendría que ir a la compañía a revisar que todo estuviera en orden.

Una de las sirvientas llegó con un carrito de té, o al menos eso parecía.

-¿Qué es eso? -pregunté.

-Té hecho en casa, señor James -respondió.

Lo probé. No sabía mal, de hecho, era delicioso.

-Puedes retirarte. Y dime, Bon el señor es mi padre -le indiqué.

Ella asintió y se retiró.

-El mejor té que he probado -murmuré para mí mismo.

Nunca admito las cosas en público, pero qué mejor momento para hacerlo que estando solo. Seguí trabajando mientras tomaba el té.

-Joven James -entró Evan.

-Habla rápido -dije, mientras leía un documento.

-¿Dónde vio a la chica? Me serviría saberlo -preguntó.

-En un lugar lleno de fenómenos -respondí sin más.

-Para usted, todos los de clase media y baja son fenómenos -replicó.

-En un maldito circo -concluí.

-Me retiro -anunció Evan antes de salir de la habitación.

Se fue, dejando que el silencio volviera a reinar en esta sala. Extraño los cuadros de mi madre; al menos le daban algo de vida a la casa.

Seguí revisando la documentación: papeles, más papeles y aún más papeles. Facturas, costos, más papeles sin importancia y más costos.

Maldito viejo, nunca te has pasado por aquí —pensé.

Hay papeles que datan desde 1886 hasta 1910. Este viejo jamás ha pisado tierra americana. Nos mintió a mi madre y a mí.

Dejé esos papeles de lado y seguí imaginando cómo sería aquella chica.

—Concéntrate, Bon, concéntrate —me repetí una y otra vez.

Ella es la persona correcta en el momento equivocado. Apareció en el momento más inesperado. Pero tal vez sea mi oportunidad de librarme de ese estúpido compromiso impuesto por mi padre.

✨ Rewrite the stars BxB ✨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora