Un chico sin pudor

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Como me había prometido, o quizás sea más exacto decir, amenazado, León me llevó a un centro comercial después de comer

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Como me había prometido, o quizás sea más exacto decir, amenazado, León me llevó a un centro comercial después de comer. No quise insistirle más en el hecho de que no necesitaba ropa, ya que tras la visita de Atenea, parecía más triste y preocupado de lo normal. Tampoco quise molestarle con mi miedo al coche, y aunque me monté preocupado, cuando su mano se posó sobre mi muslo, supe que estaría protegido; que nada malo me pasaría si le seguía, si dejaba que él me protegiese.

El centro comercial era un amplio espacio lleno de tiendas, que a diferencia de las bibliotecas, tenías que pagar con dinero para llevarte sus productos a casa. No importaba cuanto caminasemos, aquel edificio de vigas y suelos blancos, con cristaleras en su techo que dejaban pasar la poca luz que procedía del cielo nublado, no parecía terminar nunca. Entendí entonces, en aquel extraño lugar, por qué era tan importante para León su ascensión y el dinero que le darían por esta; había muchas tiendas que vendían muchas cosas distintas, y aunque no sabía que uso tendrían algunas de ellas, había otra que me fascinaban.

-¿Qué pasa, Elio? -me preguntó León, mientras sentí como su mano tiraba de la mía.

Me había parado en seco, mirando uno de los tantos escaparates que había en aquel lugar, en él tenían expuestos un montón de accesorios, collares y pendientes hechos de oro y plata. Nunca había visto tanta riqueza aunada en un lugar; suponía que solo los reyes podrían obtener aquel tipo de objetos, pero parecían estar disponibles para todo el mundo.

-¿Quieres que te compre algo de ahí? -preguntó León, parándose conmigo cerca del escaparate.

De repente el concepto del dinero volvió a mi mente; quizás cualquiera podría comprar aquellas riquezas, pero no todo el mundo podría permitírselas. No quería que todo el dinero de León se acabase por comprarme algo que no necesitaba, así que sin mediar palabra, le agarré con fuerza de la mano e intenté alejarle de la tienda; al ver que no avanzaba conmigo, me giré para mirarle. Sus ojos desprendían una presencia amenazante y se clavaban sobre los míos.

-¿Qué te pasa hoy? ¿Se te ha olvidado cómo hablar?

Negué con la cabeza.

-No -dije rápidamente al ver que tampoco había contestado verbalmente a aquella pregunta.

-¿Entonces qué te pasa? ¿Te has enfadado porque te he traído a comprar?

-No es eso -le dije con un hilo de voz, intentando, una vez más, alejarle de aquel lugar.

-Venga, te compraré un colgante para que me perdones. Ven -dijo tirando de mí, y ya que su fuerza era mucho superior a la mía, consiguió arrastrarme.

Me frené con mis talones, casi cayendo al suelo por ello, mientras que conseguía sacar mi voz, que como León, creía que se había perdido.

-¡No! ¡No quiero que te gastes tu dinero en eso! ¡No lo merezco! -le espeté sin ser consciente de lo que estaba diciendo.

Bastión de TormentasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora