CAPITULO VII

124 17 16
                                    

Jeydre.

-Debes aprender a escuchar y debes mantener la boca cerrada cuando así amerite la ocasión. Si callas aprendes, si observas planeas, si eres paciente y cautelosa nadie sabrá que estas delante de ellos -dijo una voz masculina mientras visualizaba el bosque con un acantilado a mi izquierda.

-Pero es...-contesto una niña.

-Pero nada -interrumpió el hombre-. Debes estar atenta hija. No podré estar a tu lado siempre, no podré estar siempre que me necesites-hizo una pausa- Tienes que adaptarte a tu entorno, eres tu contra lo demás, siempre. No importa quien diga que siempre estará o lo mucho que alguien te prometa que te respaldará, porque solo será eso, palabras y promesas vacías. Eso no tiene que darte seguridad porque nunca bastará. Jamás sabrás en realidad si esas palabras serán ciertas o no, en cambio, si te preparas nadie se atreverá a hacerte daño. Las personas vienen y van, pero tú...tú siempre te tendrás a ti misma.

-No quiero matar un ciervo-dijo la niña sollozando.

-El ciervo intentará matarte a ti si no lo haces.

Mis alertas se despertaron visualizando al gran ciervo que corría con ferocidad por el bosque en dirección a la niña. Intenté correr hacía ella, pero no lograba mover ni un solo músculo. Parecía como si mis pies estuviesen anclados a la tierra. No podía moverme.

-¡Papá! -gritó la pequeña y vi al ciervo aproximándose a ella de manera furiosa.

Desesperada, seguí intentando mover mis piernas hasta que éstas lograron obedecerme. Comencé a correr con una velocidad que no creí que existía mientras a lo lejos podía visualizar la silueta de un hombre mirando a mi dirección.

Sus ojos de colores diferentes me observaban detenidamente.

Corrí y corrí. A medida que yo iba acercándome, el ciervo lo hacía aún con más velocidad.

-¡CORRE! ¡MUÉVETE! -le grité a la pequeña.

Parecía que no me escuchaba porque por más que le grité, ella continuaba estática dándome la espalda. El ciervo estaba cerca y yo también. En un movimiento salté cubriendo a la niña con mi cuerpo y quedando frente a ella para que el ciervo no le hiciera daño en el impacto.

Ningún golpe llego.

Levanté mi vista confundida y la dirigí a mi espalda encontrándome con la cabeza del ciervo a centímetros de mi rostro. Petrificado.

El ciervo estaba totalmente hecho piedra.

Dirigí mi mirada a la niña que ahora tenía su cabeza hacia abajo y no me permitía verle el rostro.

-Estás bien ahora-susurré apartándole el cabello del rostro.

Poco a poco ella levantó su vista y me encontré con unos ojos que ya había visto antes. Eran mis ojos...la niña era yo.

-Todo ha comenzado Jeydre, pronto volverás -dijo la misma voz masculina de hace unos momentos.

Desperté de golpe y salí rápidamente de la cama agarrando mi pecho que ahora se encontraba subiendo y bajando de manera veloz, mi respiración estaba agitada y yo estaba sudando.

Inhalé aire lentamente, pero parecía ser que no terminaba de entrar por completo a mis pulmones. Mis manos temblaban y por más que trataba de calmarme no podía hacerlo.

Tenía que salir de aquí.

Tomé un pantalón de piel y mi camisa de algodón comenzando a cubrir mi piel desnuda. Salí de la habitación a paso sigiloso cuidando no despertar a nadie.

E V A R B ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora