CAPITULO XVI

43 5 1
                                    


ATENEA.

Ares puede ser dos cosas.

Una persona inteligente.

Y un completo idiota.

No hay punto medio, es una cosa o la otra. Algunas veces se dejará llevar por su intuición y otras, por su impulsividad. Desde un principio le dije que Jeydre iba a ser un tanto complicada y desde la pelea de la convocatoria por su hermana, sabía que todo sería gris.

Jeydre Riskagni está aquí por un motivo.

Había tres cosas que Hades me pidió hace décadas y apoyándolo accedí a cumplirlas.

La primera, que cuando Ares reformara su tropa, debía apoyarlo, cosa que hice y Azkru se fundó. La segunda, que cuando una mujer mortal se metiera con alguien del Olimpo, la castigara. Cosa que hice y terminé maldiciendo a una joven.

Y la tercera la tercera cosa que el Dios del inframundo me pidió, era que protegiera a la chica que me hiciera dudar de mi inmortalidad.

¿La razón? Su padre. Un ser igual de poderoso que uno de nosotros.

Yo no tengo descendencia, y aunque quisiera, no podría.

Aún recuerdo las burlas de Poseidón por no tener un hijo, y este momento me parece tan satisfactorio para mí. Mantengo la seriedad, pero lo que quiero hacer es reírme a carcajadas.

Lo que se debe arreglar, se arreglará. Pero darles tantas vueltas al mismo asunto me tiene mamada.

No se puede tapar el sol con un dedo y no soy idiota como para no darme cuenta que Ares está protegiendo a la hija de la mujer dañé, no soy idiota para no saber que Poseidón quiere acabar con Evarb, y esto último es algo que no permitiré.

Camino lentamente hacía Jeydre con la mirada sobre ella, sé que no es idiota y no se va a acobardar, no cuando ésto es un arriesgue grande para ella.

—¿Es esto cierto Jeydre? —pregunta Zeus casi en un reclamo.

Se toma unos instantes antes de responder y por unas milésimas de segundos mira a Ares, quién estoy segura le hará saber que siga la corriente de la situación.

—Lo es—contesta seca—. Ella es mi madre.

—¿Cómo mierda es esto posible?—Poseidón se levanta de su trono y camina hacia Jeydre enojado.

Me interpongo en su paso y lo encaro.

—Dejemos el como y centrémonos que está aquí—respondo entre dientes—. Y mientras esté aquí, ella es mi problema—dejo claro—, y mientras sea mi problema ELLA NO SE IRÁ.

—No pensé que fueras a caer tan bajo, hermanita—burlón, comienza a hablar el Dios del mar—, ya veo el porqué de las intromisiones con la crianza de mi hijo querías que tu engendro fuera la única.

—Cuida lo que dices y la manera en qué lo haces—contesto—. ¿Celoso porque tú hijo no es el único semidiós?

—Aquí no venimos a pelear entre nosotros, hermanos—amablemente se mete Zeus—. Como madre nos dijo una vez, cualquier descendencia nuestra será bien recibida, así que bienvenida sea Jeydre al linaje del Olimpo—hace una pausa mirándome—, está de más decir que debes enseñarle las normas y decretos que tenemos, Atenea.

—Lo haré. Sólo necesito tiempo para ello.

—Lo tendrás—responde Artemisa—. Y también necesitamos tiempo nosotros para confiar en ella, sabes cómo somos en ese asunto.

—De acuerdo—se adelanta a responder Jeydre y hace una pausa intercambiando miradas con Ares—, aunque en realidad, mientras ustedes confían en mí, necesito hacerme a cargo de una situación.

E V A R B ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora