CAPITULO VIII

138 19 9
                                    

Jeydre.

Jey Jey.

Solo una persona en este mundo me llamaba de esa manera y no era en absoluto el hombre frente a mí. El simple diminutivo de mi nombre y de esa forma solo se lo permití a una persona.

Solo dejaba que mi madre me llamara así.

Escuchar a Ares decirme de esa manera me hizo sentirme expuesta ante él y de una u otra forma cada vello en mi cuerpo se erizó por completo al escuchar después de muchos años la manera en que mi madre me decía.

Algo sabe o es una absoluta y jodida coincidencia. "No eres la única con secretos Jey Jey" habían sido sus palabras hace un momento, pero qué podría saber él si es prácticamente imposible que...

Bloqueé mi mente ignorando cualquier presentimiento y oculté cualquier emoción en mi rostro. Me limité a dedicarle un asentimiento de cabeza y me paré dirigiéndome hacia la puerta, pero su voz ronca me hizo detenerme nuevamente.

—Cada vez tus peleas duran menos que la anterior—hizo una pausa llegando a mi lado. Sus ojos verde dorado me reparaban como si buscaran algún tipo de reacción o respuesta, incliné mi cabeza hacia atrás cuando él se acercó aún más y por un segundo estoy casi segura que miro mis labios antes de decir: —estoy verdaderamente ansioso de saber que sucederá en la siguiente.

Retrocedió dándome una sonrisa fugaz y abrió la puerta para mí.

Salí de ahí disparada sin ningún rumbo en específico percatándome que estaba en el templo del Olimpo donde jamás había estado antes y sería difícil encontrar nuevamente la salida ya que había salas, puertas, jardines estatuas y fuentes por doquier.

Di con un pequeño jardín perfectamente podado y cuidado que llamó mi atención. Me dirigí hacia él reparándolo con la vista y cruzándolo para encontrar una salida. Pasé por un par de salas del otro lado y en cuanto crucé uno de los pasillos, una puerta llamo mi atención. Me detuve por completo regresándome lentamente al pasillo anterior reversando mis pies.

Giré poco a poco mi cuerpo hacia la gran puerta que se encontraba a unos metros de distancia. Por encima de esta, unas letras resaltaban con colores dorados donde se leía la palabra "Μουσείο". Me esforcé por querer entenderlo, pero era una lengua que no reconocía.

Reparé con la vista mi alrededor y no había absolutamente nadie custodiando dicha puerta. Caminé lentamente hacia ella como si mi cuerpo fuera un imán y lo deseara por sí solo.

Una intriga se adueñó de mí y como si algo me llamara en ella, tomé ambas manijas dispuesta a descubrir lo que dicha sala protegía, pero fui detenida por una voz antes de que la puerta accediera.

—¿Se te ha perdido algo?

Salté de golpe alejándome por completo de la puerta mientras la vergüenza me invadía y sentía la sangre subir por mis mejillas.

—Lo siento señor —me sinceré y posé la vista en el Dios frente a mi mientras mi corazón comenzaba a acelerarse.

—Nada de señor—se acercó— puedes llamarme Poseidón sin problema, creo que no nos habían presentado aún — estiró su mano hacia mí que no dude en tomar— ¿eres Jeydre cierto?

—Si señ... Poseidón —me autocorregí apretando mis ojos.

—Al fin nos presentamos. Debo decir que me alegra tenerte con nosotros, aunque si te soy honesto —se acercó a mi oído— estoy intrigado en saber hasta cuando le durará el interés a Ares por su tropa... ya sabes Ares es indeciso, un día quiere algo y al otro lo cambia por completo—se alejó soltando mi mano—cuando eso suceda debo admitir que Atenea con gusto te daría un espacio en su tropa.

E V A R B ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora