CAPITULO VI

131 21 13
                                    

Jeydre

El caos de hace unos momentos ya no existía más. En cambio, un gran silencio inundaba Evarb.

Podía ser consiente de mi respiración agitada pero no lograba escucharla.

Observaba los altos pinos moviéndose con la ferocidad del viento que, de un momento a otro se hizo presente. Las dos espadas frente a mí se mantenían estáticas esperando cualquier ataque de las dos chicas frente a mí.
Sabía que la gente estaba parloteando y que gran parte gritaban en mi contra; pero simplemente sus voces estaban silenciadas. No podía escucharlas. Era como si mi sentido auditivo hubiese sido apagado y en cambio, activado un modo de defensa.

El líquido carmesí corría por mis brazos deslizándose con viveza y de manera tortuosa, 《 de verdad dolía》.

Momentos atrás hicieron cortes en mis brazos que no pude detener. Lograron hacerme heridas profundas que poco a poco estaban debilitándome.

A mis pies había sangre, más de la que yo había visto en toda mi vida.

Pero no era mía. La sangre no era mía.

Mi rostro comenzaba a hincharse por el golpe que Darla me había dado hace unos instantes, pero a pesar de mis heridas, estaba bien.

Yo estaba bien.

Nada a comparación de las dos personas frente a mí. Ambas sangraban y bajo ellas tenían un pequeño charco de sangre que cada vez se hacía mayor. Tanto Darla y Arline se encontraban jadeando. Incluso podía darme cuenta que muy apenas y con dificultad podían mantener sus armas arriba. Ambas se daban miradas rápidas preguntándose quien iba a ser la siguiente en atacarme. Ninguna quería acercarse ya.

Arline sabía perfectamente a lo que la llevaban sus acciones y no le importó. Ella sabía perfectamente a qué alcances podía a llegar y decidió ignorarlo. Sabía que me iba a enojar y que a nadie le iba a gustar, pero aún así, no se la pensó dos veces.

Y por eso no voy a tocarme el corazón con ellas.

Todo acto malévolo tiene su consecuencia y su karma.

Hoy estoy siendo esa consecuencia y ese karma.

Arline y Darla eran buenas peleadoras, no podía negarlo. Pero su principal error fue su egocentrismo y sus ganas de dárselas de todas las puedo.

Su objetivo se basó en querer tirar a matar provocando que ellas mismas se cansaran.

Mi objetivo fue desgastarlas, dejarlas pensar que podían hacerme daño y después, regresarles cada uno de sus movimientos.

No me interesaba acabar con ellas pronto. La muerte es algo sencillo, pero la tortura antes de ese término, es algo que se saborea poco a poco.

Toda la atención estaba puesta en nosotras, como si fuéramos un espectáculo el cual todos debían presenciar y el público estaba atento a cuál sería el próximo movimiento.

A comparación del inicio de la pelea donde cada una se daba pase para atacar individualmente, ésta vez, ambas caminaron hacia mí a paso decidido dispuestas a atacarme en conjunto.

Las dos me atacaron con sus espadas obligándome a soltar una de las mías para concentrar toda mi fuerza en una sola.

Trate de detener el impacto con el metal de la mía y aunque el tiro siguiente logré esquivarlo, la empuñadura de una de las armas me dió en el rostro haciéndome caer sobre mi cuerpo mientras que ambas palmas de mis manos evitaban que mi cabeza rebotara sobre el piso de piedra.
Parpadeo un par de veces por el golpe tratando de volver a mis sentidos nuevamente, todo a mi alrededor se ve borroso y pareciera que todo se vuelve más lento en cada pestañeo que intento dar.

E V A R B ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora