Escritora de destinos

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En realidad la casa era muy bonita, en el primer piso se encontraba el salón (obviamente), la cocina, el comedor y algunos baños, al igual que las habitaciones de los cazadores (como Dereck). En el segundo piso se encontraba la biblioteca, y el almacén, donde según Liz se guardaban todos los escrito que hacían ahí.

- es uno de los lugares más seguros de toda la mansión- aclaro Liz- lo que entra no sale bajo ninguna circunstancia.

- y ¿que importa? Son solo escritos, bocetos que seguramente no tienen ningún valor.- argumente.

-no es que no tengan valor, si no que pueden ser muy peligrosos en manos incorrectas.- dijo mientras me ensañaba las habitaciones de la segunda planta.

-son solo libros ¿no?

- ¿nunca te has percatado de que las historias que escribes nunca tienen un principio ni un final? - dijo mirándome y deteniéndose en seco.

- pues si, ¿pero eso que...?

- ¿nunca has visto como una de esas historias se hacia realidad?- dijo interrumpiéndome.

En cierto aspecto, si paso, una vez se me ocurrió (aunque no se por que) escribir sobre Jane, había escrito que sus padres no la llevarían de compras para la graduación de secundaria, y que tendría que ir con un vestido de su madre, y eso fue lo que paso; sin embargo ese día estuve tan muerta de risa que no me dio tiempo, hasta después, de espantarme por el parecido.

Liz pareció adivinar mi pensamiento.

- supongo que si, tienes suerte, no muchos podemos apreciar de primera fuente lo que nuestros escritos provocan.

- ¿por qué hacen esto?, ¿por qué escriben como si la vida se les fuera en eso?

- por que, si no es la nuestra, la vida de alguien si depende de eso.

-¿cómo? ¿A qué te refieres? ¡Podrían dejar de hablar con ambigüedades!

- Claris- dijo Liz, tomándome de los hombros para calmarme- lo que nosotros hacemos aquí es algo muy importante, nosotros tenemos... habilidades, por así decirlo.

- ¿cómo que habilidades?- pregunte inquisitiva- ¿de qué clase?

Liz parecía nerviosa, como si le quisiera hablar a un niño pequeño de la situación del país.

- mira- dijo al fin- digamos somos iguales a ti.

- ¿¡iguales a mi!?- conteste irritada- ¿cómo dices eso? ni siquiera me conocen.

-ah, ¿no?, déjame adivinar, normalmente siempre traes contigo una libreta y una pluma, las cuales solo usas cuando te pones nerviosa, aburrida, o simplemente por instinto, piensas que el destino es tanto lo que tu decides como lo que está predestinado, y crees que el hecho de escribir es tu forma de escapar de las decisiones que te afectan, tanto las que escoges como las que se te imponen.

Si dijera que estaba sorprendida, no se acercaba ni a la mitad, ¿aterrada?, si esa podía funcionar.

De pronto me sentí descubierta, puede que no hubiera pensado en eso antes, pero en realidad, en el fondo, sabia que lo que decía era verdad, si sentía eso, por mas que trataba de poner un pero a cualquiera de sus argumentos no podía

-¿cómo...? - dije sin poder terminar la oración.

- te lo dije, eres como nosotros.

"Hay una explicación por la que nunca puede escribir una historia completa, es por que el destino de los demás no lo eliges solamente tu.

- ¿a que te refieres? ¿Cómo que el destino?- dije pensativa, y al reflexionar un poco no pude evitar preguntar aterrada- ¿que son...?¿qué es lo que somos?

Liz me miro como si hubiera dado en el blanco.

- nos conocen como Escritores de Destinos - dijo - y tu eres una de nosotros.

Los 6 Originales I: Escritores de DestinosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora