-1-

13.9K 473 232
                                    

Tome los talonarios de números que había reservado en la librería y al salir a la calle, el viento primaveral y abrazador rozó mis mejillas rosadas

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Tome los talonarios de números que había reservado en la librería y al salir a la calle, el viento primaveral y abrazador rozó mis mejillas rosadas. Mis piernas dolían por la fuerza que estabaejerciendo, más que un simple trote era una caminata rápida. El vestido verdoso y de tela gruesa que cubríamis piernas era una protección contra el frio que se aproximaba desde la lejanía,gritando que ya había recaído en una espera tardía sobre nuestras narices, y lodeteste. Aunque la temperatura alta no había zarpado del pueblo, y a pesar deque la estación de verano ya había cambiado hace un extenso mes, el frio recubríacada zona de Dudley invadiendo las almas desterradas y las personas descaradas.

Corría sobre la acera repleta de barro seco, escuchando como los coches recorrían la acera a altas velocidades, acelerando sin desistir. Una gran parte de mi prefería este tipo de sonidos estridentes, aquí no disimulaba y no podía pensar en nada más que obviar algunas personas que corrían de un sitio a otro, realizando su actividad física habitual, no sin antes chocar con tu hombro en el proceso.

Lo prefería antes que escuchar una sintonía aterradora, ver una escena común para mi entorno pero desgarradora para personas las cuales no lo tenían familiarizado. Mi padre era una buena persona, inculcaba citas bíblicas antes de la cena y rezaba por nuestro bienestar, pero en su vida diaria no aplicaba cada verso, aquellos mandamientos los cuales me sabía de memoria y con desconsuelo, lograba ver todas las noches como insultaba a mi madre sin descaro.

Él veía una sola mancha y su mente se transformaba en una nueva versión de si y tomaba lo primero que encontraba a la vista para romperlo contra la pared, pero jamás en sus quince años de casados le ha tocado una sola mísera hebra. Elevaba su voz, derramaba la comida servida y caliente sobre el suelo para luego salir por la puerta principal y desaparecer sin decir una palabra, dando a entender que volvería mas tarde de lo normal. Acudía muchas veces a un bar nocturno, pero jamás sabíamos que hacia allí o con quien entablaba conversaciones nocturnas.

La pobre mujer que me dio la vida quedaba devastada como el corazón de una muñeca de trapo, jamás maldecía, nunca insulto a su esposo en vano o le deseo la muerte, solo se limitaba a bajar la mirada y tomar sobre su mano un pequeño crucifijo el cual era de su propiedad, rezaba unos cuantos segundos en silencio y luego comía sin entablar una conversación con su única hija.

Solo una vez cuando era muy pequeña había intervenido en aquella discusión eterna y por desgracia, la suerte, o el todo poderoso como lo llamaba mi madre, no estuvo a mi favor. Pase horas sin poder pararme y manchas violetas me recorrían el delgado brazo, desde ese día mi madre me pidió jurar que jamás me involucraría en sus discusiones, pero no podía prometer aquello, no podía quedarme con los brazos cruzados observando escenas deplorable y por ese motivo, a pesar de que algunas manchas todavía hasta el día de hoy caminan por mi piel pálida, me involucraba.

Era absurdo como el terror que me recorría las entrañas no dejaba que acudiera a la policía por ayuda, entendiendo que mi propio padre es el mismo jefe de la única correccional del pueblo, haciendo que sea el secreto mejor guardado de nuestra familia y una tragedia que sucedía a diario.

Ruega Por Mí ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora