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La noche pareció ponernos en un pedestal y darnos una segunda oportunidad

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La noche pareció ponernos en un pedestal y darnos una segunda oportunidad. Dante conducía el vehículo sobre la ruta correspondiente con tanta celeridad que por momentos mi mano debía aferrarse sobre la cuerina desgastada del asiento. Baje un poco la ventanilla, solo unos diminutos centímetros bastaron para que el viento nocturno me golpeara el pecho con brusquedad, consiguiendo que mi corazón descendiera la velocidad de su palpitar. No podía negarlo, estaba alterado por las personas que nos habían perseguido.

Leviatán debía entregar esta noche un par de bolsitas mágicas a unos compradores que estaban de paso por zona y por casualidad, nosotros también. Por suerte, ellos se hallaban en la ciudad vecina del pueblo de Dubley y sin dudar, Levi insistió en que sería más dinero para subsistir. No contaba con que personas que ansiaban mi cabeza a toda costa estarían en ese lugar. No entregó su recado, pero ellos tampoco pudieron cazarme. Ambos muchachos dieron retorno tan rápido que cuando me di cuenta de que aun seguía respirando, me quede mirando por la ventanilla hacia el exterior hasta llegar a la plaza, lugar donde Lilith y Belia nos estaban esperando.

El ruido del motor en marcha era sinfonía abrumadora, pero gracias a los pequeños parlantes que aun servían en la camioneta que emitían música de rock de la radio local, se volcaba dentro de las cuatro paredes. Nadie contradijo las canciones que concluían y volvían a empezar, todos se hallaban en su espacio personal observando por la ventanilla húmeda, aunque un tanto sucia, hacia el exterior.

Nadie quería lanzar una sola bocanada al aire que retenía el ambiente cálido del interior, sus cuerdas vocales parecían haberse mutado y sus presencias eran fantasmas físicos.

Leviatán le lanzaba miradas indiscretas a Dante, el cual conducía consumido por la cólera y al parecer, se había retractado de lo que había hecho con anterioridad. La forma en la que casi golpea a su compañero no había sido del todo juiciosa y por ese motivo, no decía nada al respecto. Quizás Levi aun sentía culpabilidad por una situación que no había visto venir. No había tenido la culpa de todo lo que había sucedido durante toda aquella sombría travesía.

Pero tan solo recordar como esos hombres se hallaban junto a los compradores, la forma en la que me miraron y sus piernas se movilizaron por la tierra húmeda hasta solo tenerme a centímetros de sus garras lograba hacerme temblar.

Lilith, quien se hallaba en la parte trasera, sostenía las latas de cerveza sobre sus manos y sus ojos se posicionaban fijamente en el parabrisas delantero completamente introducida en sus pensamientos. Quizás pensando en miles de posibilidades de lo que nos deparaba el futuro y comprendía que en solo minutos me preguntaría sus dudas, las mismas que yo me consultaba desde que me subí a esta camioneta.

¿Debíamos escapar una vez más?

Todos habíamos huido del peligro con una ardua emoción en el pecho, uno que nos dejo razonando sin descanso. Tal vez fue la naturaleza con que tomaba este tipo de situaciones, lo cotidiano se que había vuelto mi día a día que aquella frustración que había concebido en nuestra huida se esfumó al segundo en que mis manos se posaron sobre el pequeño y delicado cuerpo de Belia en aquel callejón.

Ruega Por Mí ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora