Melizabeth en Hogwarts - Especial del mes de las Brujas

4 Cazando una criatura mágica

Ahora sí, hay algo más ahí, fufufu *u* Vamos a ver cómo les va a Eli y Mel en su tercer año de escuela. 

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Era el inicio del tercer año de Meliodas en Hogwarts, y había algo que lo tenía molesto. Muy molesto. Desde el primer año, Elizabeth Liones había sido el principal blanco de sus travesuras. Su color de pelo, su timidez, y hasta su estatura, todo en ella hacía a la adorable Gryffindor su conejillo de indias favorito. Pero ya no podía ser así. Porque ahora, él ya no era el único que acosaba a la hermosa albina.

En el poco tiempo que habían pasado sin verse durante las vacaciones de verano, la chica había dado un estirón que la convirtió, súbitamente, en una de las niñas más atractivas de la escuela. Era más alta que él, había comenzado a dejarse el pelo suelto y, lo más impactante de todo, estaba desarrollando unas curvas que tenían babeando a chicos de todas las casas. Era como si le hubieran hecho un hechizo engorgio a su pecho.

Él jamás lo hubiera reconocido, pero aquel malestar en el estómago, aquella sensación de ira constante y la frustración que lo siguió durante las primeras semanas de clase tenía un solo nombre: celos. Sin embargo, el genio de Slytherin jamás había tenido que experimentar nada similar, y como no entendía qué era lo que le estaba pasando, hizo lo mismo que cualquier otro miembro de su casa haría: vengarse aún con más saña de la persona que le causaba conflictos.

Esto también fue complicándose con el paso de los días, ya que en su camino se interponían muchos "caballeros andantes" tratando de defenderla con la esperanza de que, al hacerlo, pudieran ganar su corazón. Por supuesto, ninguno había podido hacerle frente al rubio, pero como además la misma Elizabeth tampoco estaba reaccionando de la misma forma a sus bromas y burlas, la conclusión fue que él terminara sintiendo por ella algo cercano al odio.

—¡Ánimo jefe! —Le dijo un día su amigo mientras le pasaba una rebanada de pastel de carne y riñones—. Hay muchas otras cosas divertidas que promete este año. Por fin nos dejaran ir los fines de semana a Hogsmeade. Y no sé si será solo mi impresión, pero creo que una de las gemelas te está echando el ojo. —Ambos voltearon a ver al mismo tiempo a la chica de trenza morena que estaba al otro lado de la mesa, pero a pesar del evidente sonrojo y risitas nerviosas que salieron de ella, Meliodas no se sintió ni un poco contento.

—Eso no me interesa Ban. Vamos, mejor acompáñame a asaltar la despensa del profesor de pociones y preparamos forúnculos instantáneos. —En efecto, fueron por provisiones a la mágica alacena, pero por más que su brebaje para hacer crecer barros le quedó perfecto, al final Meliodas no se atrevió a dárselo a Elizabeth. Su belleza era demasiado perfecta como para tratar de arruinarla.

Después de alterarla y dársela a King para que se convirtiera en un viejo gordo, pasaron muchos días hasta que hubo algo que pudiera hacer verdaderamente feliz a Meliodas. Los entrenamientos de quidditch lograron quemar un poco su exceso de energía, no por nada era la estrella del equipo. Sin embargo, como cierta chica no estaba ahí para llevarle zumo de calabaza al terminar, el ejercicio estaba perdiendo su gracia. Y luego, comenzaron sus extraños comportamientos.

Últimamente se la veía misteriosa, siempre buscando algo en la biblioteca, y con excepción de su amiga Diane, había comenzado a andar sola por los pasillos todo el tiempo. Meliodas se moría de ganas por saber qué es lo que pasaba con ella.

—¿Qué estará tramando? —Le comentó un día a su mejor amigo—. Ya ni siquiera va con la gigantona, ¿acaso quiere quedarse completamente sola para navidad?

—Bueno jefe... eso no es del todo cierto —Meliodas se volteo a verlo, consternado por el tono que usó, y luego el ojirojo se alzó de hombros como restándole importancia—. Últimamente se junta mucho con un tal Arthur Pendragon. El mocoso también es de Gryffindor, y todos creen que es un genio en cuanto a cuidado de criaturas mágicas se trata.