Capítulo 1

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Narra Alice

Hoy amanecí sin ánimos. ¿Por qué? Pues porque hoy enterrariamos a mis padres y justamente hoy leeríamos el testamento.

Me levanté de la cama, me fui a bañar después fui al clóset, me puse un vestido negro pegado a mi cuerpo, unos tacones negros, me puse un poco de maquillaje y me hice un peinado recogido.

Baje a desayunar y me encontré a mis hermanas desayunando sin decir una sola palabra.

— Buenos días hermanas — dije tratando de darles una sonrisa.

Ellas me miraron y sus ojos demostraban tristeza.

— Buenos días — contestaron sin ánimos.

Me senté y una de las mucamas me sirvió el desayuno.

[...]

Después de unos minutos nos encontrábamos en mi camioneta llegando al cementerio.

Al llegar nos bajamos y vimos cómo había mucha gente que conocíamos, ocho hombres traían los ataúdes de nuestros padres. Empezamos a caminar hasta el lugar donde sepultarian a nuestros padres.

Cuándo llegamos dijeron unas palabras, nosotras no teníamos el valor suficiente para dedicarle unas palabras a nuestros difuntos padres.

Las personas sabían que estábamos dolidas. La más dolida fue mi hermana Irina. Ella es la menor de las tres y sabía perfectamente cuanto dolor sentía.

[...]

Pasaron horas y nos encontrábamos en la mansión junto al escribano.

El señor nos hizo reunirnos en el despacho de nuestro difunto padre. Nosotras fuimos y nos sentamos en uno de los sillones más grandes que había en el despacho.

— ¿Puede empezar a leer el testamento? — pregunte al escribano.

— No podemos comenzar, señorita Alice — contestó con respeto.

— ¿Por qué? — pregunto otra vez.

— Su difunto padre quería que alguien más este presente en estos momentos — termino de contestar.

Esto no me está gustando, sabía que algo estaba por ocurrir, pero no se lo que vaya a suceder.

Nos quedamos a esperar al Sr. Misterioso.

[...]

Pasaron unos cuantos minutos y sonó el timbre de la mansión. Por la puerta del despacho entró una de las mucamas.

— Señorita Alice — me llamó la mucama y la mire — Un señor está en la puerta. ¿Lo dejó pasar? — me pidió permiso.

— Claro, dejelo pasar y que venga de inmediato al despacho — le di la autorización.

La mucama salió del despacho diciendo "permiso", escuche la voz de un hombre. Algo que me sorprendió.

¿Acaso será que tenemos un hermano perdido?

Escuchamos unos pasos acercarse al despacho, nosotras nos levantamos y la puerta se habré dejando ver a un hombre muy apuesto.

La verdad no, me importaba mucho solo quería que comiencen a leer el testamento, pero debo de admitir que este hombre es muy atractivo.

— Buenas tardes. Soy Sebastián Reyes y lamento su perdida — dijo ese señor dedicandonos una sonrisa de lastima.

Era obvio todos nos miraban con lastima por lo de nuestros padres.

— Buenas tardes. Soy Alice del Junco y gracias por preocuparse — dije amablemente — Ellas son Lucía y Irina mis hermanas menores — las presenté.

— Un gusto — dijeron mis hermanas menores.

— El gusto es mío — dijo Sebastián.

— Tomen asiento — dijo el escribano.

Todos tomamos asiento. Ahora si creo que ya estamos todos presentes.

— Bueno comenzaré con mi labor de cumplir las últimas voluntades del Sr. Eduardo del Junco — dijo el escribano y comenzó a leer.

**Testamento**

Seguramente cuando estén leyendo este testamento, ya estaré muerto...

Yo decidí repartir mis bienes de la siguiente manera:

Le dejó el penthouse de Nueva York, valuada en cinco millones de dólares, a mi nena Irina.

A mi querida hija, Lucía del Junco, le dejó una de mis casas en Texas junto a una de mis cuentas en el banco, con la que cuenta cinco billones de dólares. Podrá disponer de ese dinero cuando guste.

Mi última voluntad es que mis demás bienes cómo la casa de Buenos Aires, mi casa de Colombia, mi rancho en Tijuana, la empresa, mis haciendas y demás propiedades, junto con toda la fortuna de la familia del Junco pase a manos de mi hija Alice.

Alice del Junco recibirá todos mis bienes y fortuna, deberá cumplir mi última voluntad.

Las condiciones para que ella reciba toda la herencia, absolutamente toda, es que se una en matrimonio con el Sr. Sebastián Reyes.

[...]

Después de que el escribano terminará de hablar lo miré con una expresión sería.

¿Casarme? No soy joven y quiero vivir mi vida. No quería estar atada a un hombre por el momento, quería casarme por amor, no por obligación. Esto debe de ser un error.

— Esto debe ser un error — dije completamente segura de lo que estaba diciendo.

— Completamente un error — me apoyo mi hermana Lucía.

— No, señoritas. Aquí dice muy claro que la señorita Alice debe unirse en matrimonio con el Sr. Sebastián Reyes — aclaró el escribano.

— ¿Puedo leer esa parte? — pregunte.

Quería saber si en verdad eso decía. No, estaba lista para casarme y menos con un desconocido. Una persona se casa por amor y no por obligación.

Tenía esperanzas yo, sabía que mi padre sería incapaz de que yo, me una en matrimonio con un completo desconocido.

— Por supuesto, señorita — termino de hablar el escribano para entregarme el testamento.

Leí y decía perfectamente que tenía que unirme en matrimonio junto al Sr. Sebastián Reyes.

Mi mundo se derrumbó. ¿Casarme? No, yo siempre decía que saldría adelante sola. No dejaría que un hombre me mantenga.

Yo quería vivir mi vida, pero al final me tendré que casar. ¿Por qué? Pues debe aver un motivo por el cuál me vaya a casar.

Ahora tendré qué casarme por obligación y con el cuál me casare será Sebastián Reyes.

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Bye :)

Soy la mujer del narcoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora