Capítulo 5

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Cualquiera encontraría irónica la situación, pensó Itachi. Él, que pretendía que Izumi saliera en el primer vuelo hasta Minnesota, era el que estaba montado en el avión, y solo.

El sol comenzaba a asomar por el horizonte cuando salía del aeropuerto de Minneapolis‐St. Paul, cargando con el ordenador portátil, la bolsa del equipaje y un humor de perros. Itachi nunca había necesitado dormir mucho y la cabezada que había echado en el vuelo lo había refrescado.

Había considerado la posibilidad de llevarse con él a Izumi cuando había hecho los arreglos para el viaje, pero esta estaba tan agotada que sospechaba que se pasaría durmiendo todo el día.

Además, estaba muy segura en aquel hotel de Los Ángeles. Le había metido una nota por debajo de la puerta para decirle que se había marchado. Pero, definitivamente, su destino no era asunto de aquella castaña cabezota.

Aunque sí era asunto de su querida mamá, pensó. Menos de una hora después, había abandonado su Lexus negro, porque por nada del mundo dejaría abandonada a su antigua Morgan en el aparcamiento de un aeropuerto, había tomado un rápido desayuno y estaba cruzando las puertas del edificio de Haruno Cosmetics. Un guardia de seguridad le pidió que se identificara antes de permitirle el acceso al ascensor privado, el único que llegaba al piso en el que estaban los laboratorios de pruebas y el despacho de Tsunade Haruno.

Sobre el papel, era Obito Haruno el que estaba asumiendo los costes del trabajo de investigación, y mientras Obito continuara en la cárcel y sin posibilidad de salir bajo fianza, los cheques los firmaba Kakashi Hatake, el abogado de la familia. Se esperaba que Itachi diera los informes y los resultados de la investigación a Obito y a Kakashi, y así lo hacía. Pero trabajar con los Haruno no resultaba sencillo, e Itachi siempre había comprendido quién era la que movía los hilos en la familia.

Y Tsunade esperaba estar al corriente de cualquier acontecimiento que pudiera afectar a su clan. Ella prefería el contacto regular cara a cara, a las llamadas telefónicas y estaba dispuesta a pagar generosamente las molestias que eso podía suponer con tal de hacer las cosas a su modo.

Pero hubiera o no dinero de por medio, Itachi habría estado dispuesto a ponerse a su servicio.

Aquella mujer le gustaba. Su primer contacto con la familia Haruno lo había hecho para investigar la supuesta muerte de Tsunade. Su avión se había estrellado en la selva cuando un secuestrador había intentado matarla. Se había encontrado un cadáver y todo el mundo había dado por sentado que era el de Tsunade. Pero, en realidad, Tsunade Haruno había conseguido saltar del avión antes de que se incendiara y había sido rescatada por una tribu de la zona. Una vez recuperada de sus heridas, había planificado cuidadosamente su vuelta a Minneapolis y había llegado justo a tiempo para la lectura de su testamento. Temiendo que sus enemigos intentaran matarla otra vez o utilizar a su familia en contra de ella si se descubría que no había muerto, había decidido permanecer oculta. Solo se había puesto en contacto con Kakashi Hatake, que además de ser el abogado de la familia, era también un buen amigo. Tsunade había pasado los dos años siguientes observando a su familia en la distancia y ejerciendo de vez en cuando el papel de casamentera. Pero a pesar de todas sus maniobras, no había podido evitar que su hijo mayor fuera acusado de asesinato.

Durante su primera reunión, Tsunade se había ganado el respeto y la admiración de Itachi. A pesar de que había rasgos de su personalidad que su hija compartía con ella, Tsunade Haruno era una mujer muy racional y fácil de tratar. Un hombre siempre sabía a qué atenerse con ella.

Tsunade, cosa que a Itachi no lo sorprendió en absoluto, estaba en pleno funcionamiento a las siete de la mañana. Antes de que Itachi hubiera tomado asiento ya había hecho llevar el café a su mesa. Teniendo en cuenta que era ella la propietaria de aquel imperio cosmético, su nuevo despacho era indiscutiblemente funcional, en él no había prácticamente nada superfluo. Las paredes eran de madera de teca y el suelo estaba cubierto por una lujosa alfombra oriental, pero el escritorio y los muebles eran muy sobrios y Tsunade llevaba puesta una aséptica bata de laboratorio.

Orgullo y seducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora