Capitulo 3

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Izumi corría de tal manera por el pasillo que Itachi asumió lógicamente que la perseguía un ejército de monstruos, de diablos... o quizá un asesino. Y podía llevar retirado más de siete años de las Fuerzas Especiales, pero había algunas respuestas que eran instintivas en él. De modo que se abalanzó hacia Izumi con intención de agarrarla, colocarla tras él y protegerla y se dispuso a enfrentarse a un serio peligro.

Estaba preparado para enfrentarse a cualquier cosa... excepto a que una estúpida mujer se arrojara a sus brazos. El abrazo fue tan exuberante como repentino. Y quizá Izumi pretendiera besarle en la mejilla, pero el caso fue que sus labios se posaron prácticamente a la altura de su boca. Y fue como el impacto de una bala.

A Itachi le habían disparado en dos ocasiones. Aquella era una experiencia imposible de olvidar. Pero no le había dolido ninguna de las veces, al menos en el momento del impacto. Había sido algo así como una quemadura repentina, como un estallido de penetrante calor.

Pero las balas no tenían nada que ver con Izumi. Itachi sabía que Izumi era un problema. Y también que apartar las manos de ella era la única forma de evitarlo. Pero al principio la agarró porque su cerebro todavía estaba respondiendo a la amenaza de peligro. En un primer momento, la adrenalina corría por sus venas a la velocidad de la luz. Una milésima de segundo después, la oleada de adrenalina fue saboteada por el incontenible fluir de la testosterona.

El larguísimo pasillo estaba a oscuras y tan vacío que los latidos de su corazón parecían resonar en medio del silencio. Y fuera cual fuera el motivo por el que Izumi lo había abrazado, de pronto, la escritora retrocedió. El terciopelo de sus ojos acarició los ojos de Itachi. La sonrisa que curvaba sus labios se suavizó. No dejó caer los brazos. No hizo nada de lo que habría hecho cualquier mujer en su sano juicio. Sino que se puso de puntillas y lo besó.

Izumi sabía como el viento de la primavera y como la inocencia. Sabía como nada de lo que había habido en la vida de Itachi desde hacía mucho, mucho tiempo... Sabía como algo que Itachi jamás había deseado o echado de menos, maldita fuera. Al menos hasta ese momento. La boca de Izumi era más suave que el trasero de un bebé, la fragancia de su piel era más saludable que el jabón de marfil y llevaba algo en la mano con lo que le rozó el cuello. ¿Un papel, quizá? Pero Izumi hundió de pronto la otra mano en su pelo y dejó que sus pequeños senos se aplastaran contra su pecho. E Itachi dejó de respirar.

De acuerdo, intentó decirse a sí mismo. No pasaba nada. Lo único que le estaba ocurriendo era un ligero exceso del flujo de testosterona. Solo era una cuestión de hormonas. Llevaba mucho tiempo célibe y, aunque Izumi le resultara insoportable, tenía que reconocer que era indiscutiblemente femenina. Era lógico que el deseo se desbocara: era una simple cuestión de biología.

Aunque en aquel momento nada terminaba de parecerle simple. Sus dedos parecieron encontrar sin su ayuda el camino hacia la castaña melena de Izumi. Una melena suave, sedosa... E Izumi abrió los labios al sentir la presión de su mano. Su lengua estaba húmeda, y era pequeña como un secreto. Y si aquella mujer sabía lo que significaba la palabra represión, no lo mostró en absoluto. Lo besó con abandono. Lo besó con una emoción sin mácula. Lo besó como si nunca hubiera montado en la montaña rusa y estuviera dejándose cautivar por aquella experiencia única.

Izumi podía conseguir que cualquier hombre se hundiera en arenas movedizas... Si el hombre en cuestión se lo permitía.

Itachi liberó su boca e intentó llenar de oxígeno sus pulmones. A continuación probó un movimiento más inteligente, como apartar las manos del cuerpo de Izumi y soltar un juramento.

Lo del juramento funcionó. Izumi abrió los ojos, fijó en él la mirada como si lo estuviera viendo tras el velo de la niebla y dejó caer lentamente las manos. Parecieron pasar un año o dos hasta que musitó:

Orgullo y seducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora