Capítulo 12

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Cuando su secretaria la localizó en el laboratorio, Tsunade Haruno acababa de dar por finalizada una reunión con dos de los químicos que trabajaban para ella. Estaba de un humor exultante: por fin se habían resuelto con éxito las últimas pruebas para la obtención de la fórmula del secreto de la juventud. Y cuando su secretaria le comunicó que Itachi Uchiha estaba en el vestíbulo, se mostró encantada de poder tomarse un descanso.

— ¡Qué sorpresa! —exclamó al encontrarse con Itachi en el vestíbulo—. No puedo creer que no hayas subido directamente a mi despacho. Deberías saber que no necesitas andarte con ceremoniales conmigo.

—No estaba seguro de sí debía o no seguir el protocolo ahora que ya no trabajo para ti.

—Déjate de protocolos. Te he echado de menos, Itachi.

—Vaya, eso sí que es un alivio. Había muchas posibilidades de que sintieras exactamente lo contrario. Siempre que he tenido que estar cerca de ti ha sido por culpa de algún secuestro, intento de sabotaje o asesinato.

Tsunade advirtió el humor de su voz y reconoció su irónica sonrisa. Pero había algo diferente en su mirada. Intentando averiguar lo que era, lo condujo hacia su ascensor privado.

—Admito que me encantaría pasar una larga temporada sin problemas, pero echo de menos hablar de vez en cuando contigo. Y también Kakashi.

Tsunade era consciente de que su voz se suavizaba cada vez que mencionaba al que durante largos años había sido abogado y amigo de la familia. Uno de aquellos días, probablemente necesitaría comunicarle a su familia la profundidad de sus sentimientos hacia el abogado.

—Todavía no me has dicho por qué has venido —dijo mientras hacía pasar a Itachi a su despacho—. Sé que no eres muy aficionado a la cháchara, pero no sé qué asunto podemos tener entre manos. Estoy segura de que no te dimos un cheque sin fondos —añadió con ironía.

—Oh, claro que no. De hecho, fue un cheque muy generoso, Tsunade.

—No fue en absoluto generoso. Soy una mujer extremadamente inteligente, querido. Jamás doy dinero a cambio de nada. Te ganaste cada penique.

Itachi ignoró aquel cumplido y, aunque entró en el despacho, Tsunade no pudo conseguir que se sentara. Permaneció tenso como un poste, con las manos hundidas en el bolsillo.

—Esta visita es por un asunto completamente personal. Quiero hablar contigo de tu hija.

—Humm. Algo me dice que no es precisamente de Matsuri de quien quieres hablarme —se acercó al carrito con el servicio de té que tenía siempre en su despacho—. ¿Te apetece un café, un té? ¿Algo más fuerte, quizá?

—Cuando te enteres de por qué he venido, no creo que quieras ofrecerme nada.

—Vaya, eso no parece presagiar nada bueno.

Pero en secreto, pensaba que sonaba más que interesante. La última vez que habían hablado, Tsunade había sentido la química que había entre Itachi y su hija pequeña. Tsunade había estado pensando mucho en ello desde entonces, pero no había querido sonsacarle ninguna información a su hija.

Típico de Itachi, decidió no andarse con rodeos.

—Llevo tres semanas intentando ponerme en contacto con tu hija. Cuando la llamo, me salta el contestador. Y si voy a buscarla, o no está en casa o está encerrada a cal y canto.

—Humm —Tsunade lo estudió con sus astutos ojos—. Bueno, todo el mundo sabe que Izumi tiende a encerrarse como una ermitaña cuando está escribiendo, Itachi, pero si quieres que te ayude a ponerte en contacto con ella...

Orgullo y seducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora