Capítulo 1

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Sheena se despertó de golpe al notar la pesada luz del día dándole de lleno en la cara. Parpadeó un par de veces, gruñendo contra la almohada, antes de abrir los ojos y ver a Kate, su madre, junto a la ventana; ella era la culpable de haber abierto las cortinas de un tirón.

Kate la miraba fijamente con las manos sobre las caderas. Era una mujer de estatura media, pelo rubio y ojos negros; igual que su hija. Trabajaba en el cuerpo de policía desde hacía unos diez años, y pese a que su puesto quedaba bastante lejos del de jefe de policía, era la mejor de su promoción.

—Buenos días... —Murmuró Sheena incorporándose lentamente en el colchón, notando la garganta más seca que de costumbre.

—Ni buenos días ni leches, ¿se puede saber por qué saliste hasta las tantas un domingo?

—¿Eh?

—Ni eh ni ah, venga, que tienes clase —la apremió Kate dando un par de toques en la puerta para asegurarse de que Sheena no volvía a dormirse.

—Sí, señora... —dijo en medio de un bostezo.

—Y nada de saltarse la primera hora para dormir más, que nos conocemos. Yo me voy a trabajar, nos vemos esta noche.

Tras lanzarle un beso al aire Kate desapareció por el pasillo, y veinte segundos más tarde resonó por toda la casa el estruendo de la puerta principal cerrándose. Entonces Sheena volvió a tumbarse con las manos sobre la cabeza; sentía que le iba a estallar en cualquier momento. Pero aún así sacó todas las fuerzas que pudo con la resaca de mil demonios y se duchó rápidamente para no llegar tarde.

Aquel día era uno de esos fríos y amargos. El cielo estaba cubierto por una espesa capa de nubes grises que amenazaban lluvia en cualquier momento y la humedad era palpable hasta en el asfalto.

Pero no fue eso lo que crispó a Sheena de buena mañana. Las calles estaban más desiertas que de costumbre, y al llegar al instituto notó un nerviosismo inquietante en el ambiente. Se había fijado en algunas miradas preocupadas por los pasillos, otras nerviosas y... bueno, otras que no expresaban absolutamente nada. Y fue entonces cuando empezó a sospechar que algo más a parte de la fiesta de anoche estaba pasando factura.

Al entrar en clase divisó a Jean y Ryder sentados en los pupitres del fondo, el primero estaba recostado sobre la mesa con los ojos cerrados, y el segundo se limitaba a balancearse sobre la silla. Se extrañó al no ver a Víctor por allí, solía ser el más puntual de los cuatro.

Por eso mismo fue lo primero que hizo notar al sentarse frente a Ryder.

—Hola... ¿Víctor aún no ha llegado?

—¿Lo ves por aquí?

Sheena dirigió su mirada hacia Ryder, percatándose de que él ya la estaba mirando sin mucha alegría plasmada en el rostro.

—¿Podrías...

—No, aún no ha llegado —Jean cortó a Sheena sin levantar la cabeza de la mesa.

—Qué raro... ¿Sabes si iba muy mal cuando se fue de la fiesta? —la chica volvió a dirigirse al pelinegro. Ella y Jean se fueron juntos un par de horas después de perder de vista a Víctor, por lo que no se molestó en preguntarle.

Ryder se detuvo, dejando caer la silla de golpe y provocando que Jean se sobresaltara a su lado por el estruendo.

—No lo sé, me fui antes que todos.

—Ah... —frunció los labios, pensativa, y tras darle una ojeada a su alrededor volvió a murmurar algo más: —. Oye, ¿no notáis a todos más raros que de costumbre?

𝖯𝖾𝖼𝖺𝖽𝗈𝗌 𝖮𝖼𝗎𝗅𝗍𝗈𝗌Donde viven las historias. Descúbrelo ahora