Capítulo 17

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Sheena fue recuperando la conciencia poco a poco, esforzándose por abrir los ojos. Tenía la vista algo borrosa y le dolía la cabeza una barbaridad a causa del golpe.

Intentó llevarse una mano a la herida, pero algo le impedía moverse. Cuando pudo bajar la mirada se dio cuenta de que estaba atada a una silla idéntica a la de Víctor, justo frente a él.

—¿Qué...?

—¿Sheena? —la llamó Víctor —. Sheena, ¿estás bien?

No, no estaba bien. Tenía muchísimo miedo, acababa de meterse en la boca del lobo de lleno y, desgraciadamente, dudaba poder salir ilesa de allí.

—¿Dónde está? —preguntó ella.

—No lo sé, te... te ató y se fue —dijo él.

Sheena cerró los ojos e inspiró con fuerza, intentando mantener la calma.

—Esto no puede estar pasando... —murmuró para sí misma.

—Tranquila, ¿vale? Seguro que...

—Víctor, por favor, cállate —le interrumpió Sheena —. Me mentiste, me mentiste a la cara y yo te defendí...

—Ya te he dicho que fue un accidente, ¿vale? —repitió Víctor atropelladamente —. Yo no quería hacerlo, no quería, solo...

—¿Solo qué, eh? ¿Se puede saber qué es lo que le hiciste?

Víctor suspiró agachando la cabeza y guardó silencio unos minutos, evitando a toda costa conectar su mirada con la de Sheena.

—Fui yo quien le propuso lo de ir al puerto para estar solos, creía que... que yo también le gustaba —empezó con la voz temblorosa —. Cuando llegué, ella sí que estaba allí, tomando el aire. Dios, solo quería tomar el aire y yo... la atosigué. Intenté besarla y se apartó, pero yo no paré... Había bebido mucho, y sé que no puedo justificarme así, pero... No sé, todo fue muy rápido, cuando intentaba alejarse de mí tropezó y se dio en la cabeza contra el muelle. No sabía si estaba inconsciente o... muerta, así que me puse muy nervioso y me fui.

—Pero... su cuerpo estaba en el bosque.

—Déjame terminar, por favor —dijo Víctor con los ojos llenos de lágrimas —. Cuando me fui me... Me encontré a Jean, iba de camino a su casa y se lo conté todo. Tenía mucho miedo de que le hubiera pasado algo o de que al despertar ella contara... bueno, lo que había pasado. Así que Jean me ayudó a llevarla hasta el bosque y me hizo prometer que no diría nada, él... me ha estado protegiendo.

Sheena no era capaz de mirar a su amigo sin sentir ganas de vomitar. Toda esa historia cobraba tanto sentido que le repugnaba a niveles inimaginables.

—Estáis enfermos... ¿Cómo pudisteis hacerle eso? ¡¿Es que acaso su vida no valía nada?! —soltó carcomida por la frustración.

—¡Tenía miedo, Sheena! ¡¿Qué querías que hiciera?! —le espetó Víctor, mirándola esta vez.

—¡Llamar a emergencias como una jodida persona normal!

—¡Era demasiado tarde!

—¡No, ahora lo es! —Sheena guardó silencio al ver que Víctor no respondía —. Aún y después de todo eso tuvisteis la sangre fría de enterrarla como si nada...

—¿Qué? —la interrumpió Víctor —. Nosotros no la enterramos.

Sheena frunció el ceño, confusa. Si no habían sido ellos, entonces...

—Ese mérito es mío.

La chica se congeló al instante en que oyó a sus espaldas la voz del agente Morin, sintiendo un escalofrío recorrerle toda la columna vertebral.

𝖯𝖾𝖼𝖺𝖽𝗈𝗌 𝖮𝖼𝗎𝗅𝗍𝗈𝗌Donde viven las historias. Descúbrelo ahora