Capítulo 4

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—¿El ex novio de Lisa?

Sheena asintió con la cabeza bajo la atenta mirada de su madre, que parecía estar pensando a toda velocidad.

—Bien, entonces iré a ver si...

Pero antes de poder terminar la frase, uno de los agentes que rondaba por ahí se acercó a ellos con algo de urgencia.

—Kate, el jefe te necesita, es importante.

—¿Tiene que ser ahora? —ella frunció el ceño mirándolo por encima del hombro.

El hombre asintió con la cabeza y desapareció por el pasillo por el que había venido sin esperar una respuesta. Kate, por su parte, se pasó una mano por la cara algo fastidiada.

—Supongo que tendré que ir más tarde a su casa.

—Puedo ir yo, si quieres.

Ambas miraron a Jonathan al instante, que les devolvía el gesto con una apariencia tranquila y decidida.

—¿Estás seguro? Llevas aquí pocas horas y apenas conoces el pueblo.

—Tranquila, puedo apañármelas. Además, así me acostumbro al sitio.

Kate lo pensó durante unos segundos, hasta que finalmente cedió y le dio las indicaciones suficientes como para que el joven no se perdiera por aquellas calles tan parecidas entre ellas. También le dijo que no diera demasiada información, que se limitara a averiguar dónde estaba Alex y poco más; no era seguro esparcir las pocas y dudosas novedades que tenían. Finalmente se despidió de su hija con un corto abrazo.

Sheena, sin nada más que hacer allí, se abrochó la chaqueta hasta la mitad del pecho y salió bajo la atenta mirada de Jonathan, que se había entretenido junto a la puerta a propósito para no perderla de vista. Una vez fuera, empezó a encenderse un cigarro mientras se acercaba a ella a grandes zancadas.

—Eh, niña, espera.

Sheena, que se había sobresaltado al escucharle tan cerca de ella, se detuvo para mirarlo con las manos en los bolsillos.

—Sheena —rectificó ella con el ceño ligeramente fruncido.

—Sí, eso. Quiero que me acompañes a casa de los Siler —soltó él dejando escapar el humo del cigarro a un lado.

Aquello despertó su interés, e hizo que dejara de mirarlo con algo de recelo para encararse completamente a él.

—¿Yo? ¿A casa de los Siler? ¿Y eso por qué? ¿Necesitas una guía turística? —bromeó la chica.

Jonathan negó con la cabeza, torciendo el gesto.

—Haces muchas preguntas... Y no, no estoy para tonterías. Pero sí que te necesito para algo.

Sheena escuchó lo que acababa de decir, pero lo ignoró para llevar la conversación por otro rumbo.

—Eres un agente nuevo y nunca has estado en Rocky Bay, de hecho, estoy segura de que no sabías ni que existía este pueblo —concluyó interesada —. ¿De dónde sales?

—Soy detective, me han mandado a trabajar aquí —contestó él rehusado a hablar de más.

La chica asintió con la cabeza, observándole detenidamente. La verdad era que él tenía muy poca paciencia, por mucha tranquilidad que aparentara, y temía que Sheena pudiera acabar agotándosela.

—¿Y me vas a decir tu nombre o tengo que adivinarlo?

Aquello hizo que Jonathan la mirara de tal forma que, si pudiera matarla solo con hacerlo, ya estaría hecha una montañita de polvo en el suelo. Pero se limitó a darle otra calada al cigarro y contraer ligeramente la mandíbula.

𝖯𝖾𝖼𝖺𝖽𝗈𝗌 𝖮𝖼𝗎𝗅𝗍𝗈𝗌Donde viven las historias. Descúbrelo ahora