Capítulo 6

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Jonathan suspiró con fuerza mientras dejaba atrás el camino principal de tierra y pasaba entre dos grandes arbustos, llegando a un gran claro que estaba a unos diez minutos andando desde la entrada del bosque. 

—Si es que soy imbécil...

Sheena resopló a su lado, enfocando al frente con una linterna bastante gruesa para poder tener bien iluminado el camino. 

—Lo que eres es un pesado, ¿quieres dejarlo ya?

—Pues no, porque donde deberías estar es en casa y no aquí, en este puñetero bosque, a estas horas —el detective frenó un segundo para encararse hacia ella, obligándola también a quedarse quieta —. ¿Cómo se te ocurre venir sola hasta aquí y esperarme ahí en medio como si nada? 

—¿Te crees que es la primera vez que vengo al bosque de noche? 

—¡No es lo mismo, Sheena, han desaparecido dos personas!

Al instante ella enarcó las cejas y apuntó a Jonathan directamente a los ojos con la linterna, provocando que se echara hacia atrás de golpe con un gruñido. 

¡Sht! Te he dicho que no grites. Y te repito, por decimocuarta vez, que solo vas a conseguir perderte sin mi ayuda. 

Él frunció los labios y la miró irritado, bajando de golpe el tono de voz. 

—Tengo mucha más experiencia que tú en esto, así que creo que puedo apañármelas solito. 

—¡Pero si te he estado guiando yo todo el rato! —exclamó Sheena entre susurros para evitar alzar el tono de voz. 

Jonathan se frotó los ojos algo desesperado por intentar mantener la calma, y respiró hondo varias veces antes de volver a acercarse a la chica, que no había apartado sus ojos de él en ningún momento. 

—Mira, como sé que no voy a poder meterte a la fuerza en el coche y llevarte a casa porque eres capaz hasta de saltar en marcha, al menos vamos a acabar con esto rápido y a rezar para que tu madre no se dé cuenta de que te has escapado. 

—Buena reflexión. 

Retomaron la marcha por el claro, que se extendía hasta una larga distancia. Sheena le iba explicando a Jonathan los distintos caminos que podían tomar desde allí mientras le guiaba hacia un pequeño lago que había nada más cruzar ese tramo. Este se formaba por el agua que desembocaba de una de las entradas de las alcantarillas, por eso nadie iba a bañarse en verano y ya apenas se pisaba la zona. 

—¿Por qué estamos yendo al lago? La cabaña esa abandonada que me dijiste quedaba más cerca, y me parece un buen sitio para investigar —inquirió Jonathan cuando ya lograron divisar la entrada de las alcantarillas.

—Porque... técnicamente... no está del todo abandonada. Hay vagabundos que a veces duermen allí, y ahora que la policía ya ha dejado de patrullar es probable que se hayan vuelto a instalar. Además, si yo quisiera cometer un crimen, lo haría en un sitio donde sé que nunca hay nadie —dijo ella encogiéndose de hombros. 

—La verdad es que... —Jonathan había empezado a hablar algo distraído, pero se calló de golpe y se quedó totalmente quieto con la mirada clavada al frente.  

Al darse cuenta, Sheena retrocedió para volver a su altura y se colocó delante de él, observándolo bastante extrañada. Y al ver que no reaccionaba, empezó a asustarse. 

—¿Jonathan? ¿Qué te...

Pero él le puso una mano en la boca para evitar que siguiera hablando y de un rápido movimiento le arrebató la linterna para apagarla. No estaba mirando ningún punto en concreto, intentaba volver a oír el revuelo que acababa de escuchar entre los árboles que tenían a la derecha. 

𝖯𝖾𝖼𝖺𝖽𝗈𝗌 𝖮𝖼𝗎𝗅𝗍𝗈𝗌Donde viven las historias. Descúbrelo ahora