Domingo. Por el sol, debe ser después del mediodía. Miro el reloj. Sí, efectivamente, son las tres de la tarde.
Bajo a la cocina y la comida ya está lista. Qué raro, es imposible que mi padre cocine. Si tuviese hambre me hubiese despertado, no cocinar. Es más, cocinó para mí también. Debió haber estado muy aburrido.
La comida no es de las mejores, pero está hecha por papá, y eso significa mucho para mí.
Siento algo fuerte dentro de mí. Me siento seguro, cobijado, protegido... hijo.
Cuando mamá murió, sentí que mi padre también. Siempre era como que no estaba, como que él murió y me adopto este señor, que hoy no dudo al llamarlo papá. Quizás haya sido un detalle imperceptible, pero para mí fue mucho.
Extraño mucho a mamá. Aún recuerdo su muerte. Estaba regresando de viaje. Estaba manejando por la ruta y la llamé. En ese tiempo no sabía el peligro que esto traía. Ella, como madre que consiente mucho a su hijo me atendió. Estuvimos hablando durante unos 10 minutos y llega mi padre y me dice que corte el teléfono, que es peligroso. Pero mi madre decía que no iba a pasar nada. Estuvimos hablando así un rato cuando se oye y grito un luego mucho ruido, que duró poco, pero parecía interminable. Un ruido seco y destructivo, seguido con un suave sonido a como cuando se pincha una goma. Yo no entendía nada, pero parecía que mi padre si, y me pidió el teléfono como si fuese un autómata y llamo a emergencias.
Al cabo de casi una hora fuimos al hospital en el que la hospitalizaron. Pero fue inútil. Murió en el acto, sin chances de luchar por su vida.
Papá se veía destruido. Lloraba y lloraba.
Ahora que pienso, quizás por eso papá actúa como si me odiase.
La culpa entra en mi más rápido que la corriente de un río.
¿Maté a mi madre? Y, como dije antes, ¿A mi padre también?
Jamás me lo perdonaría. No podría vivir con esa idea en la cabeza.
Llamé a mi madre, hice que chocara, que mi padre entre en una depresión y locura importante, destruí a mi familia. Yo llamé a mi madre. Yo hice que chocara. Yo hice que mi padre entre en una depresión y locura importante. Yo destruí a mi familia. Yo...
La culpa me hace entrar en un estado de auto repugnancia. Ya no valoro mi vida, me da igual que me pise un autobús mañana, o que me pesque una enfermedad terminal. No tengo nada que perder, ni nadie que se lamente perderme.
Ahí es cuando Adam vuelve a mis recuerdos. Cada día pienso menos en él, pero aún lo extraño. Pero es raro, a veces siento que se mudó a otro lugar y ni siquiera se despidió de mí. Quizás es porque cada día adopto más la idea de que me haya abandonado. O quizás esté pasando por algo realmente difícil, lamentándose no poder haberme informado de nada antes de eso. Eso me convertiría en un chico que no confía en su único amigo, y algo egoísta de mi parte.
Ya no sé qué pensar, estoy entre los dos extremos. Un chico de mi edad no debería estar pasando por esta situación, no estamos preparados. No estoy preparado.
Creo que Adam me hizo muy dependiente de él. No sé sobrevivir solo. Pensar en esto me hace retroceder una casilla en el juego y me planteo la misma situación. Dejo ir a Adam pensando que me abandonó pero arriesgarme a que si vuelva nada vuelva a ser como antes; no podría fingir que no pensé en eso, no se mentir, no me gusta mentir; o sigo esperando su regreso, aunque me arriesgue a que nunca más vuelva y malgastar mi vida perdiendo mi tiempo esperando a que algo posiblemente imposible suceda.
Tengo miedo de pensar lo que sea, al fin y al cabo voy a terminar en la misma duda. Supongo que voy a esperar. Igualmente si dejaría a Adam en el pasado, lo que dudo que pase, no podría hacer amigos, y aún no confío mucho en Julie y en sus dos amigas que sinceramente no recuerdo sus nombres. No es que sea desconfiado de todo el mundo pero... Bueno, soy desconfiado de todo el mundo. Crecí con esa mentalidad. Solo Adam y yo, los demás son enemigos, excepto mamá y papá. Me doy cuenta que nombré a Adam, no quiero volver a caer en el pozo apenas salí, asique trato de pensar en algo de Julie.
Es lo más parecido a un amigo que tengo, pero no lo sé, es raro que de un día para el otro alguien que le eres completamente desconocido quiera conocerte y ser amigos. Siempre pienso en que sería de mi si ellas terminan siendo igual que todos. Y solo me están jugando una broma.
Quiero comprobar que no me mintió con su número. Marco su número. Mi línea de teléfono no me deja hacer la llamada. No tengo saldo.
Salgo de casa y me dirijo al kiosco para recargar saldo en mi teléfono. Camino como un autómata «digo muchas veces autómata» para no desviar la vista en cosas que solo me van a hacer poner melancólico y tener muchos recuerdos. Sé que debo ser fuerte, pero es más fuerte que yo. Ahí... ahí está el árbol de Adam y yo...
El quiosquero tarda en atenderme. Sé que me vió, pero no le parezco lo suficientemente importante como para abandonar su partida de póker en línea y su habano, tiene una perspectiva bastante correcta de mí. Puedo notar como se enoja por haber perdido todas sus fichas, acto seguido, opta por atenderme.
Ya con saldo en el teléfono llamo para ver si su número es real.
Estoy casi seguro que lo es, no creo que Julie me haga algo así, la conozco poco, pero no parece mala persona.
Tarda bastante en atender, debe estar ocupada.
No quiero parecer pesado, así qué corto y noto como una voz que no llego a notar se oye, pero no puedo estar seguro.
Llamo nuevamente, este vez atiende más rápido.
El teléfono deja de sonar. Me sudan las manos. Estoy muy nervioso, no sé por qué.
— Pocha's Pizzas, ¿En qué puedo ayudarle?—.
Siento una mezcla de sentimientos. Traición, molestia, soledad, tristeza, enojo y aceptación, después de todo no está nada mal ser realista.
— ¿Hola? Señor, ¿Se encuentra ahí?
Olvidé cortar. Pareciera como si el botón de cortar es un botón para llorar, porque al cortar noto una lagrima cayendo por mi mejilla izquierda, pero me la seco al instante, no vale la pena perder líquido por ese tipo de personas.
Ahora sí que me siento solo.
Dicen que es mejor vivir en una realidad triste que en una mentira feliz. A estas alturas no pienso lo mismo.
Siento que todos se pusieron de acuerdo en hundirme cada vez más. No sé cómo voy a ir a la escuela mañana, las únicas chicas de todo el colegio que no me acosaban ahora me jugaron una broma. Y yo que confié en ellas...
Claro, al fin y al cabo yo termino siendo el desconfiado, el chico anti social, la oveja negra o como quieran llamarme. Fue un acto de auto superación haberles seguido el rollo, pensé que era algo que a futuro me haría mucho mejor.
Supongo que solo queda mi padre. El padre que me odia por haber causado la muerte de mi madre, del amor de su vida.
Días como hoy solo quiero escaparme, escaparme y nunca más volver, empezar de nuevo, pero sería lo mismo que quedarme, la gente es la misma en todos lados. Así que me quedo aquí solo por mi hogar. Después de todo, aquí crecí, y conocí a Adam. Mi madre había invitado a su amiga Carmen, la madre de Adam, y le dijo que traiga a su hijo para que yo y él nos conozcamos. Al principio todo era muy incómodo. Ambos teníamos las mismas personalidades, se notaba a simple vista, pero ninguno de los dos se animaba a romper el hielo, éramos tan tímidos que estuvimos casi dos horas en una habitación jugando callados con mis juguetes y algún que otro que había traído él. Cuando recordamos «recordábamos» con Adam ese día nos reímos «reíamos» mucho.
Pero eso ya es pasado, tengo que pensar en presente. Estoy solo, más solo que nunca. La única posibilidad de seguir adelante, me traicionó.
Quizás no vuelva a confiar en nadie nunca más. No sé por qué todos me odian, nunca hice daño a nadie y por ahora sigue en mis planes mantenerme así, no quiero más problemas. Aunque se me acabarían varios...
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Vivir Para Luchar
Teen FictionNoah Brown es un buen chico al que la vida lo llenó de problemas y de motivos para darse por vencido, pero siempre pudo seguir adelante gracias a su amigo Adam. Desde la muerte de su madre, la única persona en la que confía es en su amigo. Un día, A...