Me despierta la alarma de mi despertador. Dormí solo dos horas, me quedé hasta tarde terminando los deberes del colegio, soy de los que hacen todo a último momento, aunque eso a veces me juega en contra. El frío de otoño hace que no pueda salir de mi cama, hace que me quiera quedar durmiendo el resto del día, pero si no me levanto vendrá mi padre a regañarme, y no quiero eso.
Con la voluntad que no tengo logro levantarme de mi cama, de mi cómoda y caliente cama, y me dirijo al baño. Apenas puedo abrir los ojos, pero me es imposible no notar mis enormes ojeras violetas debajo de mis ojos, mi peinado de muñeco maldito y la gota de salíba seca en mi comisura derecha. El chorro de agua fría en mi cara es desagradable, es como que me quita las ganas de seguir durmiendo, pero aún tengo sueño, demasiado.
— ¡Noah, apúrate que vas a llegar tarde mocoso!—. Gritó mi padre desde la cocina, pero fue tan fuerte que lo sentí detrás de mí. Me sequé la cara y fui a mi habitación a cambiarme. Olvide lavar la ropa anoche, asique tendré que usar la camisa manchada de la salsa de ayer, digamos que resalta más la mancha que el escudo de la escuela.
Escucho otro grito de mi padre, pero este es más como un rugido, como el de un león hambriento asique dejo para después atar mis zapatos y bajo por las escaleras a toda marcha. Como imaginaba, no está el desayuno servido, es más, nunca lo está. Desde que mamá murió yo pase a ser el amo de casa, pero con la escuela no lo manejo muy bien, de hecho, ninguna manejo bien.
Mi padre es uno de esos hombres que se gastan todo en alcohol y nunca despliegan una sonrisa, por más falsa que sea. Siempre anda criticando a todo el mundo con su aliento de borracho, y diciendo comentarios fuera de lugar a toda voz. Yo lavo su ropa, yo le cocino, yo tiendo su cama, prácticamente soy su padre.
Cuando mi madre aún seguía con vida mi padre no era lo que es ahora, era feliz. Éramos felices. Al decir verdad, creo que nadie es feliz, solo que dejamos los dolores para otros momentos cuando estamos con alguien que nos alegra tan solo con estar a su lado. Pero al fin y al cabo es solo mi opinión, la de un chico prácticamente invisible al mundo, así que no creo que cambie en nada.
Puedo ver la mirada furtiva de mi padre, no pienso dos veces el salir de casa e ir a la escuela, agarro mi mochila y salgo de casa casi trotando. Por mí no iría a la escuela y me quedaría dando vueltas por la ciudad, pero la única razón por la que voy es por mi amigo Adam. Él es el único que me entiende, el único con el que sé que puedo contar, él único que me hace reír, él es el único que hace que deje de lado el sufrimiento para otro momento.
A una cuadra del colegio oigo la campana sonar. Al principio me apresuro, pero después pienso «¿Qué más podría pasar?». Cuando llego todavía están formándose en fila. Aún no vi a Adam, pero debe estar por aparecer, nunca falta, y cuando digo nunca es nunca. Sus padres son algo mandones pero son buenas personas, siempre que pueden inventan cualquier excusa para sacarme del infierno de mi casa. Mi padre no actúa como mal padre en público así que puedo irme a la casa de Adam fácilmente. Ellos son como mis padres. No es que no quiera a mi padre, pero no lo soporto.
Entramos a clases. Adam no aparece. Debe estar muy enfermo, porque él no faltaría por cualquier cosa. Apenas salga de clases voy a su casa a visitarlo.
El día pasa muy lento. No estoy acostumbrado a estar en la escuela sin Adam. Cuando estoy con él es como que no noto cuando algunos chicos me miran mal, o cuando me insultan, o cuando las chicas se rien de mí. En los recreos recibo algún que otra paliza pero nada grave.
Suena el timbre y ni siquiera pienso en que mi padre debe estar furioso esperando a llegar a mi casa y cocinarle, solo pienso en que le pasa a Adam.
Toco la puerta de la casa de Adam esperando a que abran. Su casa es grande y muy bonita, sus padres están en una buena posición económica, pero tampoco se bañan en dinero.
Nadie abre la puerta, por lo que entro en el jardín de su casa y miro por la ventana de la habitación de Adam. Está cerrada. No hay nadie en casa. «¿Dónde estás Adam?».
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Vivir Para Luchar
Teen FictionNoah Brown es un buen chico al que la vida lo llenó de problemas y de motivos para darse por vencido, pero siempre pudo seguir adelante gracias a su amigo Adam. Desde la muerte de su madre, la única persona en la que confía es en su amigo. Un día, A...