Capítulo 6

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La cabeza me da vueltas. ¿Adam volvió? ¿Habrá vuelto solo su familia? ¿Le habrán robado? ¿Habrá ido algún familiar de ellos a mantener la casa en orden durante su ausencia? Las preguntas son muchas y ninguna tiene respuesta.

No quiero ir a mi casa. Quiero quedarme en la puerta de la casa de Adam, quiero tocar la puerta y que me invite a pasar. Quiero entrar y que su madre nos pregunte qué queremos para merendar. Quiero pasarlo a buscar para ir a la escuela y que vayamos juntos, sin importar nada. Quiero volver a vivir mi vida con su amistad. Ya no confío en nadie, ni siquiera de mí mismo, tengo miedo de pensar en qué locura podría hacer el día de mañana si Adam no vuelve. Quiero volver a ser feliz, a mi manera claro. Pero sé que no hay nadie en casa. Sé que aún no llegó, o por lo menos no está en casa. No puedo tener la certeza de que ha vuelto, tampoco quiero ilusionarme.

Tengo que volver a mi casa, no puedo quedarme aquí por mucho que lo desee, aunque sea en vano, solo necesito quedarme.

Vuelvo a mi casa pateando una piedra por todo el camino. Cada patada a la piedra simboliza una patada a cada persona que detesto o simplemente contribuyeron a hacerme la vida imposible.

Llego a mi casa, me cuesta abandonar esa piedra con la que tomé tanto cariño. Aunque parezca un acto muy estúpido, tal vez demasiado, la recojo y la llevo a mi cuarto. Mi padre no está en casa. Tendría que preocuparme o mínimamente pensar en dónde podría estar, pero realmente, no me importa. Es un momento de tranquilidad para mí, y me hacen falta muchos de esos. Los pocos que tengo los aprecio más que a nada.

No tengo idea de que dieron en la escuela, no tengo a nadie a quién pedirle las cosas. Quiero buscar mi cuaderno para ver si anoté algo los otros días, pero instantáneamente un cosquilleo recorre todo mi cuerpo y mi corazón se acelera. Olvidé mi mochila, pero... ¿Dónde? Oh claro, en el callejón. No puedo ser tan estúpido de habérmela olvidado. No creo que siga allí. Pero no me queda otra opción que ir a buscarla.

Trato de salir pero mi padre entra a casa, con mucho olor a cigarro en toda su ropa. Llegó súper enfadado.

— Emm... Papá, voy a salir—. Mi voz tiembla como gelatina.

— Tu no vas a ningún lado mocoso, ve a estudiar—. Si tan solo tubiese mi mochila... No puedo decirle que la olvidé, aunque no le importe, me gritará aún más.

En silencio y con la cabeza baja vuelvo a mi habitación.

Me quedo acostado mirando al techo, pensando en mi mochila en ese callejón peligroso. Que aburrida es mi vida sin Adam.

La ventana me está mirando muy deseosamente. No está muy alta desde el piso, caería sin problemas.

Me levanto de mi cama, me ato mis zapatos y subo al marco de la ventana. Me da un poco de vértigo las alturas, pero no tengo otra opción.

Caigo y me inclino para adelante. Me paro y noto que me raspé las palmas de las manos con el pavimento.

¿Cómo rayos voy a entrar a mi casa después?

Tirarme por la ventana fue una mala idea, ya veré qué se me ocurre luego.

Camino mirando al piso, con el paso algo acelerado. Me choco con alguien. Estos momentos son los que me arrepiento en haber conocido a Julie, y tener la mala suerte que tengo, claro.

Sí, es Julie.

— Disculpa no te...—.  Julie deja la frase inconclusa después de verme. Se queda algo pasmada, pero sin exagerar.

— Disculpa, fui yo—. Digo con el tono más frío de mi ser.

Así es como nos conocimos. Por un momento me olvido de lo que me hizo, y solo recuerdo que es una buena chica y bonita. Pero dura poco.

Antes de seguir de largo me detiene y me dice:

— Noah ¿Pasa algo?—. Lo preguntó con cara de preocupada. Es buena actuando.

— Como si no supieras—. Mantengo mi firmeza e indiferencia, aunque por dentro me destruyo.

— ¿La verdad? No, no lo sé—.

— Pocha's Pizzas ¿En qué puedo ayudarle?—. Le digo en tono de broma, pero retomo con mi postura seria. — Muy gracioso—.

Julie empieza a reírse a carcajadas. No la entiendo. Después de haberme hecho esto se me ríe en la cara. No quiero seguir con la conversación así que intento irme, pero me detiene.

— ¡Espera!—. Me dice Julie. Aún sigue riendo.

— Perdón, debí escribir mal el número...—.

— La típica—. Interrumpo.

— No entiendes... Con mi familia tenemos una pizzería ¿Sabes cuántas veces escribí ese número en  folletos de publicidad? Una vez hasta lo puse como resultado en la prueba de matemáticas—. Aún sigue riéndose. Sé que no está mintiendo, puedo sentirlo.

— Perdona... Soy... Soy... Soy un idiota—. Le digo tímido, con una risita nerviosa.

Definitivamente soy muy desconfiado.

Pero, ¿Qué más podría pensar un chico de una chica que apenas conoce y le pasa su número y resulta ser una pizzería con nombre raro, cuando a ese chico le juegan bromas prácticamente todos los días? Tengo mi excusa.

— No es nada—. Julie aún sigue riendo, tiene una risa muy contagiosa. Me empiezo a reir con ella, y la conversación pasa de ser cortante y fría a una carcajada mutua.

Cuando ya se acaban las carcajadas, Julie exclama:

— Tranquilo, no eres el primero—.

— Creo que deliré un poco—.

— No pasa nada, yo hubiese reaccionado igual—.

— Debí parecer un tonto—.

— No te culpes, no es nada... ¿Qué hiciste en estos días?—. ¿Qué se supone que tenga que responder?

— La verdad, nada—. Se me escapa una risa forzada.

— Hoy no fuiste a la escuela, te vi pasar por la acera—. Aún lo recuerda.

— Es que... Emm... Estaba enfadado—. Me da tanta vergüenza decir esto.

Julie parece que iba a seguir con la conversación pero mira su reloj y dice ,algo desesperada:

— Perdona, es tarde, tengo que irme, mi padre va a matarme—. Lo dice con tanta rapidez que apenas puedo interpretar sus palabras.

Se despide dándome un beso en mi mejilla derecha. Se lo devuelvo.

— ¡Adiós! Nos vemos mañana—.

— Adiós—. Digo dudando de mis palabras, no soy consciente al cien por ciento de lo que estoy diciendo.

No quiero ir a buscar la mochila. Puede quedarse allí que no me voy a preocupar.

Me doy la vuelta y la sigo con la mirada. Su pelo castaño algo rizado rebota con cada paso que da. No lo sé, me gusta su cabello.

Vuelvo a mi casa con pasos cortos y lentos. No escucho los gritos de mi padre, pero deduzco que son por haberme escapado. Solo me encierro en mi habitación y me recuesto, mirando al techo, como siempre, pensando, pensando en Julie.

Vivir Para LucharDonde viven las historias. Descúbrelo ahora