Capítulo 8

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Me encuentro en el parque, sentado contra un árbol viejo, tratando de asimilar toda la información que entró por mis oídos hace unos quince minutos.

No sé que día es, no sé que hora es, no sé nada, solo sé que me siento más solo que nunca antes.

Recuerdo nuestras aventuras de pequeños. Una vez nos quedamos jugando toda la tarde con dos piedras. Él era una piedra y yo la otra. Jugábamos a ser súper héroes que volábamos y luchábamos contra los villanos que querían adueñarse de la ciudad (la plaza). Nuestra casa era un hueco en un árbol viejo, allí los villanos nunca podrían encontrarnos. Nuestros peores villanos eran la Señora Quitasonrisas (una nuez), el Señor Escuela (una rama con forma de 'T') y el ejército de ambos (las semillas de un árbol extraño, que por mi ciudad eran habituales y había a montones).

Los mas bonitos recuerdos me atacan cuando más débil me encuentro, lo que los hace recuerdos letales, puñaladas en el medio del pecho.

Me siento muy raro, es una mezcla de tristeza, remordimiento, soledad, ganas de llorar, estoy en shock. Los autos pasan, pero no los oigo. Mi pelo se mueve por el viento, pero no lo siento. Mi pecho se infla, pero no siento que respiro. Estoy inmóvil, sin parpadear, ni moviendo ningún músculo de mi cuerpo.

Un niño se acerca a mi y me toca el cachete, al ver que no me muevo el niño empieza a hablarme y hacer gesticular mis cachetes y dice en voz gruesa "Hola" como haciendo que yo lo estoy diciendo. Unos segundos después lo agarra su madre del brazo y se lo lleva, el niño me queda mirando, logro mover mi mirada y encuentro sus ojos. Se esta yendo.

La escena del niño yéndose me hace recordar a Adam, y eso me hace caer en la realidad. Caigo de costado al piso a llorar en posición fetal, como un niño lastimado.

¿Por qué el? De las quinientas personas de la escuela que no me registran o las que me molestan, justo a él le toca la desgracia de terminar en coma.

De niño le tenia miedo a los autos porque mi madre había muerto en un choque, pero de a poco lo fui superando. Y ahora esto, Adam choca en un accidente automovilístico y esta inconsciente en esas habitaciones de hospital que te deprimen de solo entrar en ellas.

Las horas pasan, el llanto no para, pero me empiezo a sentir algo egoísta. Adam se esta muriendo en el hospital y yo aquí llorando por él y por mi soledad. El en mi lugar no se hubiese escapado a la plaza a llorar, me hubiese ido a ver.

Me paro, temblando. Me limpio la tierra que se pegó a mi cara por las lagrimas y voy a la casa de Adam a preguntarle en qué hospital se encuentra a su madre.

Cada paso me cuesta, pero sigo adelante. Me siento tan frágil que apenas si me siento vivo.

Al llegar a la casa, su madre esta sacando en auto para ir a verlo. "Llegué justo" pienso.

Ella me ve, yo la veo, parece como que no necesitamos palabras para comunicarnos, nos entendemos perfectamente el uno al otro, estamos pasando por lo mismo. Ella corre a abrazarme.

-Sube al auto, yo te llevo -me dijo su madre.

Subí al auto, algo calmado, pero ansioso y muy triste. Y permanecimos en silencio en el viaje.

Estamos yendo en un auto viejo que tenían antes y decidieron conservarlo. El nuevo debe estar en el basurero.

Al llegar al hospital, las puertas automáticas se abren delante nuestro y noto sarcasmo en el tapete de "Bienvenidos" en la entrada. En la recepción, su madre dice el nombre completo de Adam y les dice el número de habitación y el piso. Ambos, nos dirigimos a ella como un par de autómatas, caminando hacia un destino de lagrimas y desolación.

Llegamos, es la 34. Es la edad que tenía mi madre cuando murió. Las coincidencias conspiran contra mí.

Nos quedamos mirando la puerta. Luego nos miramos, y me hace señal como de que pase yo primero.

Giro la manija de la puerta y la empujo hacia adelante. Estoy temblando, y no, no tengo frío,

Al entrar me quedo pasmado.

Es Adam.

Normalmente iría corriendo a abrazarlo, a decirle cuánto lo extrañé y luego iríamos a caminar por el parque a hablar de lo que hicimos en estos días que no nos vimos. Pero no, los vendajes y los yesos apenas dejan que lo reconozca, pero sí, es él. Se ve tan débil, mucho peor de lo que me siento ahora mismo.

El sonido del monitor cardíaco, el aire acondicionado y las charlas de fondo crean un ambiente inhóspito y solo puedo quedarme en la entrada viéndolo inmóvil, tan inmóvil como yo.

-¿Noah?-me dice su madre.

-Esta bien, deme un momento

Ella cierra la puerta y me quedo a solas con él.

Me acerco poco a poco y me siento en la silla que esta a su lado.

No puedo evitar ver los tubos de oxigeno en su nariz, o las agujas en sus brazos. Normalmente me dan mucha impresión este tipo de cosas, pero ahora es diferente, es como si estoy consciente de que eso lo mantiene con vida, si es que estar así es vida.

-Hola Adam-me animo a decir.

-La verdad me siento un poco tonto hablándote pero dicen que los pacientes en este estado pueden escuchar. Te extrañe mucho-las lagrimas y el llanto apenas me dejan hablar.

-Espero que te mejores, se fuerte amigo.

Tomo su mano, la agarro muy fuerte y apoyo mi frente en ella, llorando, como hace unas horas.

Tocan la puerta, debe ser el doctor.

-Debo irme Adam, prométeme ser fuerte, no me dejes solo, rezaré por ti.

Me paro y me dirijo a la puerta.

Antes de salir, lo veo por ultima vez.

-Te quiero amigo.

Me seco las lagrimas y salgo de la sala.

Su madre y el doctor me miran con la misma cara.

Bajo la mirada y me siento en la sala de espera, a que su madre lo termine de ver.

Cuando sale nos volvemos en un total silencio, como cuando vinimos.

Cuando llegamos me despido de ella y me dirijo a mi casa, ya es de noche.

Mi padre esta dormido, gracias a dios.

No tengo hambre, así que me dirijo a mi cama.

Me tumbo en ella e intento dormir.

Abrazo la almohada fuertemente y me quiebro. No quiero seguir llorando pero es mas fuerte que yo.

Rezo por Adam. Hace mucho no lo hacía y me siento raro haciéndolo, pero realmente quiero que se recupere, no podré sin él, realmente no estoy listo para vivir sin él.


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⏰ Última actualización: Sep 29, 2015 ⏰

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