Capítulo 5

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Un día más. Adam sigue sin aparecer. Julie me traicionó. Mi padre me ilusionó que había cambiado un poco, pero hoy me despertó rabioso por no levantarme para ir al colegio. Le dije que no había escuchado el despertador, pero la verdad es que fingí no haberlo escuchado. No quiero volver a ese lugar en que las propagandas parecen ir todos los niños felices, cuando solo muestran una realidad inexistente. Quizá haya niños que si estén felices de ir al colegio, pero es solo porque viven en una fantasía, estoy seguro que ni siquiera saben lo dura que es la vida, no sé si para todos, pero para mí lo es.

Estoy a dos cuadras del colegio, ¿Con qué cara voy a mirar a Julie y sus amigas?, por no decir a todos. Sigo sin entender cómo puede haber gente tan maldita en este mundo, que solo quiere verte caer, ¡Nunca le hice nada a nadie! Sé que no me lo merezco.

Me doy cuenta que hoy no estoy de humor, nunca lo estoy, pero ahora estoy como enfadado, no suelo insultar a las personas, por más malditas que sean. Antes solo dejaba que me insulten, pero me di cuenta que no puedo seguir indefenso, así nunca dejarán de molestarme, tendré que empezar a cambiar algunas cosas de mi.

Estoy a unos cuantos pasos de la entrada del colegio. La puerta está cerrada. Ya empezaron  las clases, no hay nadie afuera. ¿Qué hago? Faltar a clases hoy no me salvará de no ir mañana, o pasado.

Da igual, no voy a entrar a ese infierno, quizá no vuelva nunca más.

No sé a dónde ir, no quiero ir a mi casa porque no quiero aguantar los gritos de mi padre de por qué no entré al colegio y esas cosas. Pero tampoco puedo ir a clases. La respuesta no es muy difícil, voy a dar una vuelta por el centro de la ciudad.

Para ir al centro tengo que pasar por el lado derecho de la escuela, eso incluye mi salón, y el de Julie.

Camino con mi mirada fija al frente.

Al pasar por un salón noto la voz de alguien conocido. Es Julie.

— ¡Noah!—. Me gritó, pero sin alzar la voz. Lo dijo con un tono como si no hubiese pasado nada.

— ¡Hey, aquí!—. No pienso girar mi cabeza.

Es como si no controlase mi cuerpo, porque mi cabeza gira y mira a Julie, pero aún soy consciente de la situación y nuestras miradas se cortan por el final de la ventana con una mirada de anciano de no muchos amigos de mi parte.

Por la zona de mi casa y mi escuela no hay muchos edificios, casi ninguno, y los que hay no son tan altos. Pero el centro no queda tan lejos.

Por el camino me cruzo con diferentes tipos de personas. Algunas desesperadas y llenas de estrés por llegar tarde al trabajo, más de una me pasó por encima, otras más relajadas sin mucha prisa, otras divirtiéndose por las calles, y muchas más. Pero todas esas tienen algo en común, tienen algo que hacer, yo no.

Las personas más solitarias son las que tienen más conciencia de su entorno. Porque como no tienen en qué fijar su tiempo. Lo hacen observando cómo los demás si disfrutan de la vida, o por lo menos la viven.

Aquí me siento invisible. Aquí y en todos lados. Pero como en el centro hay más gente lo noto más.

Con el paso del tiempo voy entrando en una zona que no es tan... como decirlo... elegante como donde me encontraba antes. Aquí hay otro tipo de personas. Solo algunas son como las del otro lugar.

Estar aquí me da un poco de miedo. Pero sigo siendo invisible. Eso me ayudaría en cualquier caso de que intenten asaltarme.

Sigo caminando y oigo unas voces en un callejón.

— La vida apesta Nick, ¿Qué te esperabas? ¿Un cuento de hadas?—. Dice el hombre con una voz que no parece de alguien peligroso, ni mucho menos. Es más me transmitía confianza.

Me acerco un poco más para escuchar más claramente y me saco la mochila de los hombros para estar más cómodo y la dejo apoyada entre las cajas en las que me estoy escondiendo detrás y la pared.

— Mi vida era perfecta. La mujer perfecta, el trabajo perfecto, la casa de mis sueños, ¡Todo! ¡Y ahora no tengo nada!—. El hombre se escuchaba realmente destruido, sus sollozos lo hacían muy notorio.

En ese lugar hay cinco personas, el que parece llamarse Nick, el hombre que consolaba a Nick, y otros tres chicos más jóvenes, parecen de mi edad, uno incluso más joven, pero se lo ve arruinado.

Todos parecen calmados, menos Nick. El hombre que antes lo estaba consolando, ahora le ofrece algo, no llego a notar que es. Pero luego lo prende y empieza a salir humo. Es droga. No sé cuál, pero debe ser alguna droga.

Parece arte de magia, el hombre dejo de llorar casi al instante. Parece imposible como una droga puede calmarte y hacer que te olvides de todo el dolor. No me vendría mal algo de eso.

Quisiera quedarme más tiempo ahí, pero noto que el chico que parece más pequeño me está mirando.

El corazón se me acelera y me retiro sin pensarlo.

En la escuela me enseñaron que las drogas son malas y hacen mucho daño, pero a ese hombre lo ayudaron. Realmente se había calmado.

Recuerdo que una vez le hice prometer a Adam que nunca fume tabaco. Una vez lo encontré fumando y le pedí que no lo haga más porque sabía que era malo. Pero ahora miro a las drogas con otra mirada. Por ahora no quiero meterme en eso, por más que desee escapar de todo esto. Aún soy consciente de que son adictivas y perjudican a la salud. Pero ahora también soy consciente de que hacen lo que hacía Adam conmigo, dejar el sufrimiento para otro momento.

La mañana sigue pasando sin cosas interesantes.

Voy a la plaza que está cerca de mi casa porque no estoy acostumbrado a estar mucho tiempo rodeado de tantos edificios, no me dejan ver el cielo.

Para ir a la plaza tengo q pasar cerca de la escuela. Igualmente deben estar todos adentro, no me podrán ver.

Para mi sorpresa, me encuentro a varios alumnos fuera del colegio caminando hacia sus casas. Cada vez veo más. Deben haber salido del colegio antes.

Esto es un problema, no quiero que me vean. No quiero que sepan que los traté de evitar. No quiero que tengan algo más para seguir jugándome bromas. Bromas que terminan en insultos y golpes.

No sé dónde ir, si sigo adelante me verán así que entro en un bar y me escondo en el baño.

Ya han pasado unos veinte minutos. Todos ya deben estar en sus casas. Solo algunos pocos se deben haber quedado por la ciudad.

Salgo del baño y veo a Julie en la mesa más cercana al baño.

No puedo retroceder, no quiero que sepa que la estoy evitando. No quiero que sepa que lo que me hizo me afecto.

— Hola Noah, ¿Estás bien? Te ves tenso—. Rompe el silencio Julie.

— ¿Vas a seguir con este juego?—. Me animo a hablar. Pero me retiro del lugar sin dejarla responder. Como el primer día que me la crucé.

Veo por el espejo del bar que Julie se levanta como para pedir que le explique que acaba de ocurrir, pero acelero el paso.

Resignada, se sienta.

Solo quiero entrar a mi casa. Evitar a mi padre de que me pida explicaciones sobre por qué llegue mas temprano y encerrarme en mi habitación.

Debo estar a unas diez manzanas de mi casa.

En el camino paso por la casa de Adam. Me detengo.

No sé si acercarme a ver si volvió porque lo más probable es que no lo haya hecho y que luego me ponga aún peor y perder la poca esperanza que me queda. Pero algo me dice que lo haga, no pierdo nada, más que la esperanza, nada.

Me acerco para ver si por esas casualidades de la vida se encuentra ahí, como si nada hubiese pasado, como si todo este tiempo fue solo una horrible pesadilla y ahora todo volverá a ser como antes.

Solo veo algo diferente. Las ventanas están abiertas, pero no hay nadie en la casa. ¿Adam volvió?

Sonrio inconscientemente y me alegro de pensar en la idea de que haya vuelto.

Quizá no me abandonó. Quizá volvió. Quizá este sufrimiento termino. Pero... solo quizás.

Todavía soy realista.

Vivir Para LucharDonde viven las historias. Descúbrelo ahora