𝖈𝖎𝖓𝖈𝖔. destino.

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Al día siguiente, entre las sábanas baratas de esta casona, desperté cuando todavía la luz estaba en tonos grisáceos y el frío de las ventanas desnudas se colaba dentro del cuarto. Lo primero que noté fue que tuve una noche sin sueños. Ningún ciervo con ojos penetrantes ni una cascada de llamas color grisha. Dándome cuenta de que todavía era de madrugada, y viendo que no podía volver a dormir, le dediqué un gran rato a ponderar todo lo que había sucedido.
Mi padre había planeado cosas por detrás de mi espalda, y aunque es cierto, lo hizo por mi bien, me molestaba la idea de no saber los movimientos exactos de esta guerra; de no contar con la confianza de los que daban las órdenes.
Y, aunque alejé inmediatamente ese pensamiento, también sentí un pinchazo de ira al no ser la cabeza.

Yo no soy así. Jamás busqué reconocimiento por las cosas buenas que hacía, ni tampoco que alguien me palmease en la espalda, diciéndome "gracias".
Pero entonces, si nunca quería reconocimiento, ¿por qué las tengo enumeradas? 
Entierro la cabeza en mi almohada, decidida a olvidarme de todo eso, y poder disfrutar, aunque fuera un poco más, las horas de sueño que me corresponden.

Cuando volví a abrir los ojos, no solo ya había salido el sol, sino que brillaba en ese tono naranjoso que lleva el mediodía y me levanté con urgencia, corriendo hasta la puerta y abriéndola de par en par; solo para ver a un chico que reconocí como parte de la tripulación con la mano estirada como si fuese a tomar el pomo de la puerta. Éste pareció sobresaltarse con mi aparición tan repentina pero lo único que dijo fue:

—Sank- Señorita Kir-Bataar—corrigió rápidamente y vi en sus ojos la pequeña inquietud de cuando sabes que te has equivocado. Me tomó un momento descifrar lo que estuvo a punto de llamarme. —Mi capitán me ha pedido que la dejase dormir, pero tenía que asegurarme de que todavía respiraba. Mis disculpas.

—Eh... sí. No te preocupes—. Sus grandes ojos azules se relajaron y se le destensaron los hombros— ¿Podrías decirme qué hora es?

—La una de la tarde, señorita— y luego creo que pudo divisar en mi la repentina urgencia por apurarme o disculparme por lo tarde que me había levantado cuando rápidamente agregó— Pero no tenga cuidado, el capitán me ha asegurado que tenía que partir cuanto antes hacia Os Alta y que nosotros empezaríamos nuestro viaje en cuanto la señorita despertase y desayunase.

—¿Cómo? ¿Nik- Sturmhond no está aquí?

Intenté, de verdad intenté disimular la decepción en mi voz.

El chico duda.

—No, señorita, ha tenido que salir cuanto antes para atender unos asuntos.

Asentí, de repente sin ánimos de apurar el paso. El chico me dijo algo más, pero dejé de escucharle y me di media vuelta para buscar mis cosas del baño. Y durante mi largo momento de intimidad me regañé por permitirme sentir desánimo por la presencia, o más bien la falta de ésta, del corsario. Sabía que este no era un momento para pensar en alguna otra cosa que no fuera la guerra. Sería egoísta de mi parte. Egoísta y estúpido.
Y además, qué me importaba si Nikolai estaba o no estaba aquí; no es como que tuviéramos algún tipo de relación especial. Apenas ayer supe su verdadero nombre y antes de eso solo lo había visto un par de veces.
Soy tan tonta, tan ilusa, tan fácil de enganchar...

Pero el verdadero arrepentimiento llegó al momento, después de un rápido desayuno, que escucho la voz de mi hermana entrar al comedor. No había pensado un solo segundo en ellos desde que Nikolai me había dicho que estarían bien. Y, aunque también me tranquilizaba el hecho de que mis hermanos eran unos guerreros completamente natos, sin duda debí haberme acordado de ellos en algún momento. Mientras yo estoy discutiendo conmigo misma, Tamar asegura que todo el mundo note su llegada hablando con su voz tan estridente a través de todo el comedor, discutiendo algo sobre unas dagas y equipaje desaparecido con algún miembro de la tripulación. Inmediatamente me levanto a estrecharla en brazos y ella repara en mí, cambiando su ceño fruncido por una sonrisa amplísima.

fe y poder | the darkling ✹ nikolai lantsov Donde viven las historias. Descúbrelo ahora