PARTE III (no, no te creo)

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La campana escolar retumbaba con fuerza anunciando el final de la jornada escolar. Todos salieron del establecimiento, a excepción de Juan y Dante, los cuales estaban en la biblioteca. Leían un libro, uno escrito hace pocos años atrás sobre lo que el autor creía que era la magia. Relataba que pensaba que había más allá de lo que creíamos y, a su vez, plasmaba una hipótesis argumentada que habría podido tratar de confirmar si es que no lo hubieran encarcelado y ejecutado por, como lo describían los oficiales que lo habían hecho, un "lunático". El libro también describía maneras en las cuales la vida sería diferente a como es ahora, vidas alternas, cosa que, uno que otro siglo más adelante, sería llamado un multiverso. Algo demasiado fantástico para ser verdad, pero que el escritor se lo creía.

Este tipo de temas entretenía mucho a ambos jóvenes, especialmente al mayor, quien era alguien bastante soñador, a veces vivía en su mundo del sueño, un mundo que la mayoría describía como que debía madurar; ya estaba grande para tanta tontería. Él siempre creía que había algo más allá de lo que nuestros ojos mortales pudieran percibir alguna vez, quizás no siempre lo decía en voz alta (no quería vivir lo del autor del libro), pero de todos modos lo creía, más bien, compartía alguna que otra idea loca junto a ese ahora cadáver enterrado en quién sabe dónde.

—¡Guau! ¿Crees que algo así pudiera existir realmente? Tipo, ¿en esta realidad? —preguntó Dante con sorpresa apuntando a un párrafo específico de la página que estaban leyendo.

—"(...) y entonces así los ratones crecieron, ahora parecían personas. En dos piernas caminaban por el prado y hasta castillos ellos armaron. La magia domina sobre todas las cosas y un hechizo a la pequeña hada, revoloteante y curiosa, ellos echaron, ahora ya no era hada, era tela común. ¿Qué pasó con la hada? ¿Por qué le habéis robado su alma?(...)" —leyó en voz alta el castaño para su amigo, haciendo un gesto de confusión, después volteó su vista a la del contrario, lo miraba atentamente, con una cara un poco perdida, pero Juan, al segundo después de ver sus ojos, se sonrojó y desvió la mirada hacia el libro de nuevo. —No-o. Es muy surrealista—respondió mirando el libro sin ver al contrario que estaba mirando con cierta decepción al menor.

—Bueno, yo creo que allí afuera hay mucho más de lo que podemos creer. — Su brazo se escabulló cuál serpiente por la nuca de Juan, llegando a él hombro izquierdo, el menor se ruboriza mientras mantiene su mirar en el libro y, gracias a los nervios, sostiene con fuerza (más de la que se debería) la comisura de la mesa. Dante no nota el nerviosismo de su amigo, sólo continúa hablando como si la total atención del callado Juan estuviera en sus palabras—. Hay mucho que explorar, mucho más de lo que tú, yo o cualquier otra persona podría llegar a conocer alguna vez —continuó mientras que, con su mano libre, hacía un arco curvado en el aire para que él contrario imaginara el escenario que planteaba. Este acto hizo que Juan riera ligeramente, con la misma brisa que se llevó la risa disfrutable del menor, se iba el nerviosismo, le gustaba que Dante se estuviera acercando más a él de esa manera, aunque no lo entendía, le gustaba; lo odiaba.

Bajo su mirada después de rodar los ojos de la manera más obvia del mundo para que el contrario lo notara. Él rió y le dió un pequeño golpe inofensivo en el hombro derecho, retirando su cómodo brazo de la nuca del castaño. «¿Por qué quitaste el brazo, yo quería que lo dejaras ahí para siempre», pensó, culpándose a sí mismo de inmediato, no le gustaba cuando pensaba cosas que no debería.

—Bueno, no me creas. Tú eres el tonto que se quedará aquí en este pueblo para siempre —dijo orgulloso. Se levantó bruscamente de su asiento—. ¡Yo viajaré por todo el mundo! —Elevó la voz un poco como si tuviera una audiencia frente de él y colocó su pie sobre la silla en la que estaba sentado haciendo que el más pequeño lo callara. Se calló y se sentó como niño regañado y miró hacia abajo. Juan lo miró y comenzó a reír, llamando la atención de Dante quien empezó, simultáneamente a reír también y los dos se ahogaron en risas mientras leían toda la tarde. Sin saber que bajo la mesa se había formado lo que sería el inicio de sus verdaderos problemas, o lo que ayudaría a solucionarlos, depende a quién le pregunten; era rosado y viscoso.

Before The UniversesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora