Las vacaciones estaban por acabar. Juan y Dante habían disfrutado cada uno de los días de esos dos meses maravillosos, pero, lamentablemente, ningún arcoíris brilla por siempre, por lo que tendrían que, nuevamente, volver a la monótona vida escolar. El padre de Juan no se encontraba presente en la casa, ya habían pasado algunos días en los que no mostraba rostro por allí, bastante normal, principalmente considerando que era verano, la época del año en la que desaparecía por aún más tiempo y, obviamente, más seguido. Era probable que se hubiera quedado en la casa de alguna de las tantas viudas a las cuales solía frecuentar. En cambio, la señora Giménez se mantuvo cuidando a Juan, bueno, ésto era cuando el menor no salía, porque, cuando era así, quedaba sola en la pequeña casa, tejiendo, cocinando y... tejiendo... cocinando.
En otra sintonía, los padres de Dante parecían ser guardianes vigilantes que resguardaban como muros ese ya cansante secreto, estrictos como ellos solos. Él lo manejaba bastante bien, ni siquiera quería dirigirles palabra alguna, en especial a su padre, su última conversación había sido, sin dudas, muy poco pacífica. Bueno, por lo menos no hubo ningún daño físico (cómo veces anteriores)... No era justo, pero eran sus padres, no podía desobedecerlos... ¿o sí?
Ambos estaban en la casa del menor, almorzaban rápidamente con el fin de ir al río a hacer cosas que se hacen normalmente en los ríos; a veces sólo se sentaban a mirar el agua correr, a veces jugaban en ella, pero algo que sí era fijo que pasaba era que, después de nadar y jugar en el agua, leían, semidesnudos, su libro favorito: "Las ratas caminantes y las mariposas que hablan", ese libro nunca podía faltar para su entretención. Los dos muchachos se quedaban hasta que llegaba la hora en que se les recomendaba salir del bosque o del río, cuando el sol se terminaba a poner, pero ellos nada más ver el sol ponerse y la comisura entre las montañas sobre el bosque y el cielo comenzaba a tornarse de un rojizo cada vez más fuerte, en ese momento se visten rápido para así irse corriendo hasta sus casas por los oscuros caminos entre los frondosos árboles. Sólo la luna alumbraba sus caminos esas noches, quizás por eso corrían.
Terminaron de comer y encaminaron nuevamente su rumbo hacia el río, estaban más emocionados, pero a su vez más tristes que el resto de días; las clases estaban a la vuelta de la esquina, aunque no era de su agrado la idea de volver a la escuela lo tenían muchas más opciones, o iban a la escuela y aprendían, o se quedaban trabajando en el trabajo familiar desde ese momento (de todas maneras lo más probable es que terminaran allí, pero siempre habían posibilidades). Por eso tenían que aprovechar al máximo el poco tiempo que les quedaba, quizás no volverían a ver ese río en mucho tiempo, o quién sabe, sólo el tiempo lo decidiría.
...
La luz del sol cada vez alumbraba menos, el cielo tenía una combinación de colores cálidos y fríos que se oscurecían por cada minuto que pasaba, el ocaso se estaba dando a notar cada vez más, pero ni Juan ni Dante movían ningún músculo por irse del lugar. La corriente del frío y cristalino río golpeaba con mucha frecuencia los pies desnudos de los dos jóvenes. Sus cuerpos estaban arrecostados sobre la ya fría tierra y grama que nacía crecientemente a las orillas del delgado cuerpo de agua, no hacían mayor movimiento, sólo mantenían sus brillosos ojos en ningún punto específico.
Cualquiera que leyera o percibiera la situación diría que había incomodidad entre los sentimientos que emanaban los dos chicos, pero ésto no podía estar más lejos de la realidad, por el contrario, el silencio que mantenían durante el anochecer era muy cómodo y reconfortante; ¿quién lo diría? Hasta el silencio puede expresar muchas más cosas de lo que algunas palabras podrían hacerlo alguna vez. A pesar de que este silencio era muy cómodo, no permaneció por mucho más tiempo—. Qué lindas son las estrellas, ¿no crees? —Dante fue el primero en hablar, pero ninguno quitó sus ojos de las brillantes estrellas que comenzaban a aparecer. Sus rostros no mostraban ninguna expresión más que relajación, sentían que estaban en una sintonía cerebral, ambos lo sentían y les encantaba.
—Son bellísimas —respondió Juan. El más alto levantó la mitad de su cuerpo en secó, mirando hacia el gran bosque que estaba al otro lado del, ahora, creciente río, su mirada estaba llena de esperanza, felicidad. Gracias a este acto, el castaño desvió su mirada de las estrellas, ahora miraba a su amigo, sentado y un poco nervioso. Se notaba en su actuar que iba a decir algo importante, y su mirada expectante analizaba cuál era esa dudosa cosa que iba a soltar por sus labios. Su mente estaba en blanco, pero a partir de unos segundos en adelante, el blanco sería uno de los últimos colores que su cabeza presentaría en sí.
—¿Sabes? —dijo cambiando un poco su cara a una más adorable y con una pequeña sonrisa que el menor pensó que era muy tierna—. Todas esas estrellas me recuerdan al brillo de tus hermosos ojos color miel —mencionó. Volteó su mirada hacia los ojos de Juan, posados sobre los suyos y el contacto visual comenzó tiernamente. El castaño también se sentó, sin quitar sus ojos de los del pelirrojo soltó una pequeña risa nerviosa y comenzó a apreciar su bello rostro mientras el mayor intentaba continuar sus palabras—; y estas aguas me recuerdan a la increíble diversión que siempre tengo junto a ti, Juancito. —Introdujo su mano dentro de la fría agua por unos pequeños segundos y se dió cuenta que estaba excesivamente fría, por lo que la sacó rápidamente, el más pequeño rió, él rió y rieron juntos—. Todo en este pueblo me recuerda a lo feliz que he sido junto a ti —Volteó su mirada hacia los ojos que lo miraban fijamente. Sus ojos brillaban más de lo normal, la ilusión y la esperanza se notaban en ambos, además de que las palabras del pelirrojo habían hecho que se ruborizara excesivamente, su piel blanca parecía una manzana de roja y eso sólo inspiraba más a Dante—, quisiera poder estar contigo por siempre y... —intentó seguir hablando pero no pudo, el menor no se lo permitió, acercó su rostro al del contrario con lentitud, sin que él se percatar y, antes de que algunos de los dos se diera cuenta, sus labios estaban juntos, los ojos de Dante no se cerraron, más bien, se abrieron, entró en estado de shock, no entendía lo que estaba pasando, no sabía si le gustaba o lo odiaba. Pero lo que sí sabía es que no quería que parara. Lamentablemente, paró, segundos después Juan separó sus labios de los de él y...
—¡Pe-erdón! no sé por qué hice eso, discúlpame po-or favor. —El chico comenzó a temblar y sudar con excesividad. Intentó agarrar sus manos para pedir perdón, pero los nervios no se lo permitieron sólo se limitó a levantarse y a correr con toda su ropa en mano, ni siquiera le dió tiempo para vestirse. Corrió, corrió lo más rápido que pudo hasta su casa mientras las lágrimas se desprendían de sus ojos y caían sobre todo el camino humedeciendo la ya húmeda y fría tierra.
Dante, por su lado, se quedó completamente estático en todo ese lapso de tiempo, toda su existencia y vida hasta ese momento estaba siendo cuestionada en su mente, tanto así era que ya no comprendía si lo que pasaba le estaba pasando a él o a otra persona. No hizo más que colocarse la ropa en el mismo estado de shock, sin cerrar la boca en todo ese proceso, no sabía que había pasado, eso era obvio, pero sin dudas quería que volviera a pasar. Lo que no sabía es que después de ese inesperado beso, las cosas no iban a ser como eran antes.
...
Escrito por: Jose
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Before The Universes
Romance"En el momento que dos almas poderosas se unen se crea un vínculo inquebrantable, uno que ni yo mismo podría romper con todo el poder que se me fue entregado. El amor es magia y la magia está en cada unos de nosotros." - Fénix. Esta historia relata...