PARTE V (su majestad)

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Ya habían acabado las vacaciones de verano, lo que conllevaba al inicio poco deseado de las clases. Juan fingía que no conocía a nadie, y aunque era en parte cierto que no lo hacía, sí había una persona que el joven conocía, Dante. Entró completamente solo al establecimiento, con un perfil bajo como siempre, pero también con una tristeza evidente en su casi impercibible rostro, cubierto por su largo cabello, no por completo, sólo parcialmente. Su mirada se dirigía hacia el suelo arenoso y robusto, no quería estar allí, más que porque fuera el primer día de clases, porque había pasado algo, algo de lo que no se sentía orgulloso precisamente. Pero aún así, muy dentro de él, él sabía que lo que había hecho no estaba mal; le había encantado la sensación de juntar sus labios con los de aquel bello y (en su pensamiento totalmente personal y secreto) sexy pelirrojo. Pero sabía que si daba a demostrar ese sentimiento iba a haber caos, para él, para toda su familia y, aún más importante, para su amado.

Paró en seco, delante suyo veía unos zapatos que cubrían su paso, o bueno, más bien él habría deseado segundos después que hubieran sido sólo zapatos en medio del camino, pero no era así, eran unos pies, unos bastante familiares. Sí, Dante estaba parado justo frente a él, esperando porque el más pequeño elevara su cabeza y lo mirara a los ojos, aunque realmente deseaba que hiciera más que sólo eso, pero para empezar estaba bien ¿no? El castaño lo miró, quizás para sacarse de dudas, quizás para verlo una vez más, quizás por instinto, lo cierto fue que por unos segundos sólo se miraban. Todos los que pasaban a su alrededor tenían esa mirada juzgadora que las personas siempre tienen cuando ven algo que no les termina de encajar, en este caso, el largo contacto visual que ambos estaban haciendo en ese momento. Pero a ellos les importaba poco o nada lo que aquellas personas estuvieran pensando, o por lo menos así fue hasta que Dante quiso hablar.

—Hey, ¿pod...? —Sus palabras, cortadas por el momento, fueron como una caída directo a la realidad, una horrible realidad en la que ninguno quería estar y tan evidente era eso que la causa de la muerte de su oración había sido gracias al contrario ignorándolo completamente, no hubo hola, no hubo un permiso, no hubo siquiera un ruido, un gesto un movimiento por lo menos ¡Nada! Juan simplemente siguió su camino hacia su salón. El mayor no dijo más palabras, en caso contrario habría estado hablando solo, se limitó a mirar ese lugar donde había estado el castaño segundos atrás, no duró mucho ya que, al percatarse de la presencia de las otras personas a su alrededor, la pena y el dolor lo consumieron, no sabía si iba a llorar, pero sus piernas se anticiparon a cualquier acción que en su mente sonara o se sintiera como tal como "negativa", corrió.

...

Las clases parecían un infierno para Juan, quien se la había pasado pensando y pensando sobre lo que había hecho durante toda la hora escolar, ya no sabía si pensaba en haber ignorado a Dante, no sabía si pensaba en ese atrevido beso que se habían dado cuando estaban en el río o en cualquier otro "pecado" que en su mente creía haber cometido alguna vez en su vida. Se torturaba tanto que en su mente parecía una cabra sin alimento, deseosa de comida, pero sin poder mucho más que sufrir en silencio en esa sala de clases. Obviamente quería hablarle, no deseaba nada tanto como eso en su vida, pero nunca se lo permitiría, no a la ligera, ya no podía mirarle a los ojos sin sentirse sucio, desnudo, sin alma. Maligno.

—«Lo que hice fue un pecado, insulté a mi Dios» —pensaba, no le prestaba la más mínima atención al profesor, tampoco sabía lo que este estaba diciendo, siendo sincero, pero quizás alguna parte de su cerebro decía "el profesor está pasando la lista" o quizás ninguna estaba realmente en esa sala. Él realmente lo único que quería era llorar, ahí mismo, sin anticipación, quería olvidar todo lo que pasó y seguir con su vida normal, con la vida que sus padres (y ahora sólo su padre y su abuela) querían para él, tal y como le habían enseñado desde que estaba pequeño, tenía que...— «... crecer, casarme y tener descendencia. Como debe ser» —pensó.

Before The UniversesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora