PARTE X (una sola carne)

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(...)

(Narra: Dante)

Estaba ahora en la cabaña, se lograban escuchar algunas agudas risas, evidentemente de mujer, que rebotaban en cada esquina del frondoso bosque. También podía ver mariposas, ¡Muchas Mariposas! Son mis favoritas; ellas revoloteaban alrededor de todas esas flores de nombres raros y extravagantes, flores que ya secas estaban en la actualidad. Esos colores brillantes, llenos de felicidad y armonía con todo el ambiente se habían transformado en versiones opacas, apagadas y sin vida de lo que alguna vez fue una felicidad entre dos personas que se amaban.

Volteé curioso siguiendo las risas a mis espaldas y ví a dos mujeres. Las mismas mujeres que mis extraños poderes me habían mostrado la primera vez. ¿Cómo las iba a olvidar? ¡Eran mis abuelas! Las miraba feliz, con los ojos aguados de felicidad y un poco de recelo, esas dos jóvenes mujeres parecían ser más valientes de lo que yo podría alguna vez ser, parecían ser felices. Muy felices. Reían mientras corrían por todo alrededor de la casa, como dos pequeñas niñas. A pesar de que estaban casadas y tenían hijos, a ellas no parecía importarles, simplemente pensaban en el momento, en la felicidad que sentían, y la vivían como nadie.

Me senté en el pasto mientras las miraba reír y correr sin parar. Mientras tanto yo pensaba ¿Qué hacían ellas allí? Evidentemente ya no vivían en la cabaña de mis padres, estaban totalmente solas, y eso me daba mucho miedo, porque a pesar de que todo era hermoso, aún había algo que no me cuadraba del todo; después entendí qué era.

Me levanté. Ellas ahora habían agarrado una roca que estaba tirada entre los pastizales y se dirigían a la puerta, agarradas de la mano, con ella.

—Con el amor que me concede Dios, yo proclamo nuestro amor en este trozo de madera —dijo abuela Sofía, tenía la roca en mano y una sonrisa de lo más tierna. Con un poco de esfuerzo, rayó la madera con la roca e hizo un par de letras con un hermoso "&" en el medio, si de algo se caracterizaba mi abuela era de su hermosa caligrafía, algo que heredó mi padre, a pesar de que no le gusta evidenciarlo. "D & S" demostraba la bella puerta. Ahora la roca la tenía abuela Daniella.

—Y con el mismo amor yo proclamo este amor eterno con un corazón inquebrantable. —Se miraron antes de comenzar el susodicho corazón y se dieron un largo beso, fue hermoso. Lo fue. Y tambíen fue el último que se darían en toda su vida. Abu Daniella comenzó el corazón y quizás fue el sonido rechinante de la madera que evitó que escucharan los movimientos un poco discretos entre el bosque. Agarradas de la mano. Amándose como nunca. Más felices que nunca. Llegaron ellos.

(...)

Las lágrimas caían una tras otra en sus ojos muertos, el trance aún no acababa, pero Juan ya empezaba a tener mucho miedo. Dante estaba temblando, se notaba como se le endurecía la garganta sin decir una sola palabra y todo su cuerpo estaba cada vez más tenso. Despertó. Empezó a gritar cosas inentendibles y a dar patadas al aire como si estuviera teniendo un ataque de rabia. Ya, sin saber qué hacer, Juan lo sentó como pudo y le dio un abrazo. Uno del que Dante intentó escapar, pero del que no pudo, y el cual poco a poco lo calmó.

Las lágrimas eran incesantes, y los sollozos tampoco paraban. Pero Juan en ningún momento lo soltó, más bien se mantuvo sujeto a él durante alrededor de treinta minutos. Lloraba con él a pesar de no entender su dolor y acariciaba su cabello para que se tranquilizara.

—L-l-las-s m-ma-at-taron-n. —Volvieron los gritos y sollozos ruidosos. El castaño lo miró, separándose un poco de él y su corazón se destrozó en mil pedazos; Dante estaba destruido por completo. Se acercó y plantó un beso en sus labios haciendo que el mayor se calmara un poco y lo mirara. Los dos con los ojos brillantes, unos más rojos que los otros.

Before The UniversesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora