Capítulo 9: Un Fantasma

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—Quédate aquí ¿okay?— me miró serio, estaba en medio de la entrada principal a punto de irse. Sostuve mi mirada sobre él y asenti sin decir nada, llevaba consigo sus dos hachas y las llaves (seguramente las únicas) de la cabaña. —Volveré pronto, no tardaré.

Cerró la puerta y esperé unos segundos.

Quizás yo si tarde...

Aún parada ahí, miré detenidamente alrededor sin moverme del lugar. Tiene que haber una salida sea como sea y aunque mi estadía aquí no fuera tan mala no pienso seguir quedándome. Esto no es libertad, me sigo sintiendo sofocada y este chico (si es que se le puede llamar así) tiene serios problemas que preferiría evitar a toda costa.

Finalmente me moví, Tobías debería estar lo suficiente lejos de la cabaña. Caminé hasta la cocina para encontrarme con todos los muebles cerrados con llave. Claro, no era tonto. Todo en la cocina estaba fuera de mi alcance gracias a más cerraduras que impedían mi libertad.

Abrí el refrigerador, era la primera vez desde que llegué que miro hacia el interior de este, puesto que Toby suele preparar mi comida sin dejarme hacerlo por mi misma. Cerré el refrigerador, solo había comida y no creo que con la misma pudiera salir de aquí mas que para el hecho de sobrevivir si es que llegara a respirar el aire de afuera algún día.

Me alejé de allí y fui hasta el baño, y por mas que la mirara mi cuerpo no cabe por entre medio del ventiluz, asi que no hay nada útil aquí. Caminé unos pasos más saliendo de allí para luego entrar al dormitorio, sin embargo, por mas que rebuscara entre los rincones de aquellas cuatro paredes no había nada que me ayudara a escapar.

Cansada solté un suspiro y me acerqué a la ventana, corrí la cortina a un lado y me quedé viendo la inmensa oscuridad del bosque. Tampoco puedo escapar por aquí, Toby se encargó de ponerle unas barillas de hierro impidiendo que salga o que alguien entre a menos de que sea por la puerta principal.

El silencio de pronto se vio opacado por un sonido proveniente de afuera, uno particularmente aterrador para mis oídos y que hizo que me corriera de la ventana inmediatamente.

¿Lo que acabo de escuchar fue el grito de una niña?

Me asomé un poco de nuevo a la ventana, no había nada más allá de lo que iluminaba la luz de la cabaña y la iluminación nocturna de la luna junto con la neblina de siempre tampoco dejaba mucho por ver. Solté un suspiro y cerré la cortina. Tal vez fue solo mi imaginación jugandome una mala broma. Giré queriendo regresar a la sala pero al hacerlo me quedé completamente congelada. Mi cuerpo se tensó totalmente al verla y por lo consiguiente no pude soltar ninguna palabra.

¿Esto es producto de mi imaginación? Tantos días encerrada empiezan a tomar factura.

—Hola— o quizás no. Su voz sonó tan dulce pero viéndola no lucía tan tierna. Levanté mi mano y temblorosa la moví saludandola.

Por más que quisiera no podía articular ninguna palabra o moverme de donde estaba. Ella tampoco hizo nada. A medida que pasaban los segundos mi cuerpo comenzó a relajarse y con ello solté un suspiro. Miré hacia el costado izquierdo, mucho contacto visual me pone incómoda y pronto recordé que nadie podía entrar entonces volteé a verla de nuevo.

—¿P-por donde entraste?— mi boca tembló al momento de hablar, pero era dudoso ¿por dónde entró esta niña?

—No necesito entrar. No soy una persona como tal. Simplemente aparecí.

—¿Entonces eres..?— inmediatamente me interrumpió con su voz dulce y serena.

—Un fantasma— sentí mi piel erizarse y se escuchó como tragué saliva.

—¿C-como te llamas?— ¿está mal preguntar esto? Tengo curiosidad de ella, de porqué está aquí, su presente y su pasado.

La niña estaba por responder sin embargo el sonido de la puerta principal llamó nuestra atención. Ambas miramos por inercia la puerta del dormitorio como si nos fuera a decir algo y de pronto la imagen de Toby vino a mi mente. ¿Ya habrá regresado?

Pasé por un lado de aquel fantasma femenino acercándome para ver de quien se trataba, y como era de suponer Ticci Toby había regresado.

Es cierto, no tardó mucho. O quizás si y no lo sentí de esa forma porque me distraje.

Un leve sentimiento de tristeza recorrió mi ser. No pude escapar por distraerme con esta niña.

Un momento. Una de las reglas era no dejar entrar a nadie a la cabaña, si Tobías la ve creerá que yo la hice pasar (aunque no sé por donde ni porqué haría pasar a alguien si llegara a encontrar una entrada lo único que pensaría es en salir).

Volteé a verla pero ya no estaba. Sentí mi corazón regresar a mi y solté un suspiro de alivio. No estoy lista aún para recibir uno de esos tales castigos de mi secuestrador. Aunque ya rompí dos reglas, pero dudo que vaya a darse cuenta.

Giré de nuevo dispuesta a saludar a aquel que me tiene cautiva pero inmediatamente choque dándome cuenta que él ya estaba a mi lado.

Me asusté tanto que sentí mi corazón dar un brinco dentro de mi. Llevé mi mano como acto seguido y solté un suspiro viéndolo.

—Me asustaste— dije tratando de tranquilizar aquellos latidos que corrían una maratón.

—¿Tienes hambre?— preguntó serio, ¿no te disculparas por tal susto?

—Un poco— contesté desviando mi mirada —¿Qué hora es?

—Tres de la madrugada— dijo mirando un reloj que tenía en su muñeca izquierda, luego me miró nuevamente y sentí cierta tensión en el ambiente.

¿Se habrá dado cuenta de lo que planeaba?

Imposible. No lo creo.

—¿Qué hiciste mientras no estuve?— sentí todo mi cuerpo tensarse, no estaba preparada para tal pregunta.

—Nada... Solo me acosté un rato— las mentiras me van muy mal.

—¿Segura? La cama la veo bien tendida— miré hacia atrás, es cierto. Regresé a verlo.

—La acabo de acomodar de nuevo— sonreí tratando de que se vea creíble, él acercó su rostro hacia mi con su semblante serio. Aquello me puso muy nerviosa y por lo consiguiente mi cuerpo temblaba levemente.

Quitó su máscara y aquellas gafas las levantó dejándolas en su cabeza de esta forma su rostro quedó expuesto de nuevo ante mis ojos.

Su respiración se mezclaba con la mía, la tensión que sentía en el aire hizo que tragara saliva forzosamente y mi calor corporal subiera. Sentía todo mi rostro arder mientras que él no solo parecía serio sino que a la vez podía percibir que le causaba gracia lo que estaba haciendo.

Finalmente vi las comisuras de su labio levantarse levemente formando un sonrisa. Lo sabía, lo estaba haciendo a propósito, pero ¿por qué? ¿Que ganaba con esto?

Iba a alejarme sin embargo me tomó de ambos brazos y terminó de acortar la pequeña distancia que había entre ambos.

Maldito Estocolmo - Ticci TobyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora