Capítulo 43 | Pacho

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Este es el primer extra narrado por el zanahorio, y una de las historias que moría por contar. Espero que les guste. ❤

🥕🎶

Había algunas cosas a las que todavía no me acostumbraba, aunque me encantara presumir que sí. Una de ellas era que nos invitaran a fiestas de personas famosas. Según la gente, nosotros estábamos en camino a ser famosos también —para algunas personas ya lo éramos—, mas yo no me consideraba como tal. De todas formas, me encantaban mis nuevos privilegios.

Esa noche los cuatro asistimos a la fiesta de una actriz de una de estas novelas juveniles que se habían puesto de moda; no había oído mucho de ella antes y ella de seguro ni nos conocía, pero así eran estos eventos. Cuando nos presentaron, descubrimos que todo su interés radicaba en conocer más al niño bonito, que al parecer se había vuelto el nuevo «crush» de medio país.

—Aunque no lo creas, admiro tu esfuerzo titánico —le confesé a Santi cuando Luis y Beto se alejaron para ir por unos tragos. Él me miró, confundido.

—¿Esfuerzo titánico?

—Ya van tres que te han insinuado que quieren hablar contigo a solas y pareces un monje del Tíbet. Si no vas a comerte nada del banquete por respeto a tu novia, con la cual no tienes sexo desde hace medio año, entonces recomiéndame a mí. Ni siquiera sé qué te ven, si no has quitado la misma cara de culo de siempre.

Sacó un cigarrillo y se recostó de la pared del amplio jardín. Me miró de reojo y sonrió.

—Siento un poco de placer al saber que solo me tienes envidia. Pero no te preocupes, soy tan buena persona que te haré el favor de hablarle bien de ti a quienes se me acerquen. Aunque admito que será difícil porque no soy bueno diciendo mentiras.

—No lo parece, me acabas de mentir justo ahora. Los dos sabemos que amas, que soy tu favorito de la banda y que no puedes vivir sin mí.

—Puede ser, pero no lo digas cerca de Beto o lo harás llorar —bromeó.

Nos reímos y luego nos sentimos un poco culpables por sacar un chiste de la sensibilidad de nuestro amigo, así que cambiamos de tema. Conversamos sobre la nueva asistente de Led, a quien se le notaba a leguas que se derretía por Santi, y luego me hizo una pregunta que todos me hacían mínimo una vez al mes, y era si me había acostado con Nirvana.

Solía sacarle el chiste a la situación pero a veces la curiosidad y la insistencia de los demás se hacía insoportable. Nir y yo teníamos una relación especial y nuestra amistad consistía en pelear y enmendarnos a diario, si eso había conllevado o no a que tuviéramos algo más, no era asunto de nadie y no sabía en qué otro idioma explicarlo.

Por suerte, una de las chicas que sí conocíamos de aquella fiesta se acercó a nosotros. Se llamaba Elena y, si bien no era actriz, modelo o cantante, trabajaba de la mano de muchos dado que era fotógrafa profesional. Y en realidad era una artista. Elena nos había hecho fotos para una revista virtual y no supe si se trataba de su cámara o de Photoshop, pero salimos como dioses. Como esos cantantes gringos que se ponían de moda cada tanto.

—Santi, Pacho, qué bueno verlos acá. —Se acercó a nosotros y nos dio un corto abrazo a cada uno. Llevaba la mitad del pelo rapado y su camisa sin mangas descubría los tatuajes de sus brazos, lo cual siempre había considerado sensual—. Justo hace minutos estaba hablando de ustedes con una amiga.

—Espero que hayas dicho cosas buenas —respondí.

—De ti siempre digo cosas lindas, mi amor.

—¿Y de mí no? —Santi enarcó una ceja.

—A veces —contestó Elena.

Cuando mi mejor amigo bufó a modo de queja, le sonreí de manera victoriosa. Me acerqué a él, pasé mi brazo por encima de sus hombros y le jalé la mejilla como si fuera un bebé. Él se quejó e intentó alejarse de mí, como el malcriado que era.

Indie Gentes - Capítulos extraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora