Cap. 1 | SAMANTHA.

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Hablar con mis amigos sobre el tema podría servir, no crean que no lo pensé, claramente sería la opción más obvia; pues dicen que al ser joven tus sentimientos son los más intensos y reales, el problema es que no se sabe ómo canalizarlos, porque son muchos y a veces llegan como un huracán, todos juntos y al mismo tiempo.

Mi problema en particular, es que no tengo amigos(lo sé, más vergüenza), la única excepción se trataría de: Skylann Saywell; mi vecina desde los 5 años, mi compañera de clases desde los 9, y mi mejor amiga desde los 13 años. Lo sé, ¿Convivimos desde hace mucho y nos costó bastante ser amigas?

Bueno, no todo está tan fácil como 'se supone', debería ser. Sky y yo no nos llevábamos bien, no era mi némesis, pero tampoco era de mi agrado y yo el de ella tampoco, dice que le molestaba lo lista que soy ya que se considera así misma un... caso perdido (aunque ese sea su término para cualquier ser humano que la moleste o sea estúpido), y me asignaron como su tutora por un año.

A mí en cambio no me caía mal, digamos que me desagradaba lo despistada que era (y es), siempre tenía la tarea extra de devolverle alguna cosa después de la escuela; sus llaves, maquillaje, libros.

Con el tiempo descubrí que lo hacía apropósito; un día después de almorzar me dirigí hacia el aula donde me quedo por un rato para repasar clases pasadas, terminar o adelantar tareas. A mis maestros no les importaba ya que nunca daba problemas y se les hacía gracioso que me molestara en pedir permiso para estudiar voluntariamente. 

Ese día tenía que escribir unas cosas en el pizarrón como adelanto para la clase que tenía que darle precisamente a Sky, antes de entrar me percaté de que la puerta estaba entre abierta, lo cual era raro porque siempre está cerrada, me asomé de reojo para indagar y ahí vi a Sky dejando su celular en el compartimento de su pupitre.

Para ser honesta, si no me hubiese dado cuenta en ese momento de lo que hizo, igual me hubiese dado cuenta al momento de ver el celular ahí, porque esa chica puede olvidarse de absolutamente todo lo que la rodea, pero, ¿olvidarse de su teléfono? Jamás.

Le di la clase sin decirle que ya sabía lo que estaba haciendo, pero sí fui hasta su casa para "devolverle" el celular y la confronté:

—Hey. —Expresé un saludo con un tono de indiferencia.

—Ah, hola. —Respondió a mi tono haciendo exactamente lo mismo.

—Vine a devolverte tu celular, lo dejaste en tu pupitre.

—¿Si? Pensé que lo cargaba conmigo, qué extraño.—Contestó esperando a que no notara su tontería mientras se tocaba los bolsillos de su pantalón, dándome a entender que siempre lo lleva consigo.

—Sí, ¿no? Vi cuando lo colocaste ahí antes de empezar la clase. —Ver cómo su rostro pasaba de ser cálido y pálido, fue increíble.—Así que también vengo para saber por qué me has querido ver la cara de ingenua y pensar que nunca me daría cuenta de lo que hacías. Por lo menos te hubieses molestado en cerrar la puerta que, como bien sabes, yo siempre la cierro, hubiese sido un poco menos obvio.

boom.

Ok, sé que tal vez piensan que fui un poco abrupta al momento de decirle las cosas, pero nunca he sido sutil y no me interesa serlo. Soy algo a lo que podría describir como muy tímida y amable, tal vez demasiado, pero si intentas meterte conmigo estás mal, muy mal. Pero, no se preocupen, su respuesta a mi reclamo fue más 'épica.'

Jaja. Agarró una gran bocanada de aire y usó su típica risa burlona; la misma que usa cuando logra lo que quiere, fastidiar a los demás. Tranquila, no fue grave. Tómalo como un experimento social, nena.

Catástrofe por Amor: Ilusión. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora